EL MUNDO › TROTSKISTAS Y ECOLOGISTAS TRANSMITEN UN MENSAJE VEROSíMIL DE SALIDA A LA CRISIS
Las llamadas izquierdas periféricas representan un polo atractivo si se lo compara con el eterno duelo entre las corrientes que componen el Partido Socialista francés. Este no logra armarse como el principal partido opositor.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
El Partido Socialista francés es una auténtica pieza de teatro al más sabroso estilo del dramaturgo italiano Luigi Pirandello. El PS tiene en la agenda un congreso extraordinario previsto en noviembre próximo cuyo objetivo es plural: elegir un nuevo primer secretario, encontrar una línea política verosímil, dirimir la ya cómica lucha intestina entre las corrientes que lo componen y diseñar los contornos de quien será el futuro candidato presidencial del partido, que puede ser o no el primer secretario. Entre ese propósito y la actualidad media una guerra de bloques y personalidades donde no faltan los insultos, los adjetivos poco honrosos, las zancadillas, las alianzas entre enemigos de antaño y la exhibición ostentosa de ambiciones personales. Esta ópera por el poder se ha olvidado de quienes creen aún en un Partido Socialista, es decir, los electores.
Pero al lado de esta izquierda socialista que se deshace está, más fortalecida que nunca, la izquierda de la izquierda, es decir, los trotskistas y los ecologistas que ponen en circulación un poco de sangre política nueva, nuevas propuestas y una insolencia que brilla en un paisaje donde el conformismo conservador y el inmovilismo socialista dejan un terreno fructífero para cultivar. Las llamadas izquierdas periféricas representan hoy un polo atractivo si se lo compara con el eterno duelo que mueve los fundamentos del PS francés. Este partido, además, no sólo tiene pendiente la elección de un nuevo dirigente sino la elaboración de una protesta política más acorde con sus enunciados. El PS, más que socialista, es socialdemócrata desde hace bastante tiempo, pero nadie ha sabido hasta hoy acercar las palabras a la realidad. Con una situación económica deteriorada y la oposición, es decir, el mismo PS, absorbida por sus querellas internas, la sociedad presta mucha atención a las fórmulas que ofrezcan una salida política, a los mensajes que transmitan la idea de que no todo está congelado, de que soñar con un campo no es una utopía.
Hoy, los socialistas están enfrascados en una interna feroz de tres bandas: la ex candidata presidencial del PS, Ségolène Royal, pugna por la candidatura a la presidencia y la secretaría del partido. Con ella compiten dos postulantes: el intendente de París, Bertrand Delanoë, quien preconiza “una orientación clara, es decir reformista, europea, ecologista” con el objetivo de ganar la elección presidencial de 2012. Y la ex ministra socialista de Trabajo Martine Aubry, una mujer eficaz, inteligente, aguerrida y con mucho más peso intelectual y político que Delanoë y Royal. Esta batalla se decidirá durante el congreso de Reims previsto para el 14 al 16 de noviembre. Pero estas tres candidaturas dieron lugar a una dura pelea entre las corrientes para conformar los ejércitos que están detrás de cada candidato. Una muestra lastimosa de esa confrontación pudo verse durante la Universidad de verano organizada por el PS en la ciudad de la Rochelle y durante la cual hubo que agacharse para evitar las guillotinas voladoras.
El espectáculo es muy distinto en las regiones de la izquierda radical, en plena mutación y desarrollo. Los ecologistas están conformando una amplia alianza que va desde el ecologismo radical del campesino José Bové, pasa por sectores más centristas y termina en expresiones como el euroecologismo, encarnado en quien fuera el líder de la revuelta de mayo del ’68, Daniel Cohn-Bendit. Un poco más a la izquierda están los trotskistas de la Liga Comunista Revolucionaria, la LCR dirigida por Olivier Besancenot. La LCR está por convertirse en los próximos meses en el NPA, Nuevo Partido anticapitalista. Besancenot y el NPA han sabido cautivar el interés del electorado mucho más allá del 4 por ciento que obtuvo en las elecciones presidenciales del año pasado.
Las propuestas del polo ecologista y de la extrema izquierda tienen eco porque retoman los temas históricos de la izquierda. Olivier Besancenot se propone “construir una izquierda independiente” a partir de un zócalo distinto: “Proponemos una democracia auténtica que funciona de abajo hacia arriba de la sociedad, con una población capaz de controlar a los responsables políticos que elige”. Aunque menos radicalizado, el discurso del polo ecologista es el mismo. Daniel Cohn-Bendit explica que “la izquierda y la derecha tradicionales no están del todo convencidas de la urgencia con la que hay que responder a los desafíos del clima, de la solidaridad y de la democracia”. Entre anticapitalistas y ecologistas hay un punto de convergencia cuya identidad es salir de lo consagrado. Cohn-Bendit arguye: “Nosotros planteamos un nuevo paradigma: estamos contra el liberalismo de derecha y de izquierda, pero también contra el estatismo de derecha y de izquierda”.
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