EL MUNDO › ELIGIO A UNA EX GUERRILLERA Y HOY MINISTRA DE LA CASA CIVIL, SIN PESO PROPIO EN EL PT
La elección de Rousseff para 2010 no sorprendió por el nombre, sino por la ocasión. Ocurrió durante un viaje por Italia y en medio de la crisis financiera global. Fue un mensaje anticipado para los partidos aliados al PT.
“Dilma al gobierno, Lula al poder.” El eslogan es imaginario, pero la fórmula, real: el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, formalizó ayer en Roma su respaldo a Dilma Rousseff como candidata a sucederlo en los comicios de octubre de 2010. “Quisiera que después de mí Brasil fuera gobernado por una mujer y ya existe la persona adecuada: ella es Dilma Rousseff, que hoy es ministra de la Casa Civil”, declaró Lula a los diarios italianos Corriere della Sera y La Repu-bblica.
“Propondré a mi partido designarla como candidata, pero ganar no será fácil, en política los escenarios cambian muy rápidamente y todavía faltan dos años”, completó. Las declaraciones rebotaron de inmediato en Brasilia, donde fueron interpretadas como el campanazo de largada hacia las presidenciales de 2010. A nadie sorprendió el nombre escogido, pues desde hace más de un año que Lula insinúa su inclinación por Rousseff, sino que lo bendición haya sido en Roma, horas antes de que Lula fuera recibido por el Papa en el Vaticano, antes de seguir viaje hacia Washington, donde mañana participa de la cumbre del Grupo de los 20 y no en un acto oficial en Brasil.
No menos llamativo es que el anuncio ocurra cuando las energías del gobierno no parecían volcadas hacia la agenda política, sino a sofocar los efectos de la crisis financiera. Después de cierto revuelo suscitado en los mentideros políticos brasileños, Lula enmendó el impacto de su anuncio diciendo, en otro contacto con la prensa, que no dijo lo que dijo, pero nadie parece haber creído esta segunda versión.
Para guardar las formas comentó que aún no habló del tema con Rousseff y que ella será postulante sólo si cuenta con el respaldo de los partidos integrantes de la coalición de gobierno.
El golpe de mano de Lula parece dirigido precisamente a los partidos integrantes de la alianza oficialista para que se encuadren desde ahora tras la figura de Rousseff.
Reelecto en 2006, Lula está inhabilitado constitucionalmente para disputar un tercera presidencia y desde que asumió el segundo mandato no piensa en otra cosa que en construir a su sucesor.
Y Dilma es una invención de Lula, no en términos políticos, pero sí electorales. Nunca fue candidata a cargos ejecutivos y carece de peso propio en el Partido de los Trabajadores, al que se afilió hace seis años, después de pertenecer al Partido Democrático Trabalhista, de centroizquierda. Con sólida formación económica y especialista en temas energéticos, Dilma Rousseff perteneció en los ’70 a la organización guerrillera Vanguardia Revolucionaria Armada Palmares, lo que le costó tres años de cárcel.
En los sondeos sobre precandidatos presidenciales en 2010, Rou-sseff aparece con menos de cinco puntos de intención de voto, lejos del líder José Serra, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña.
De allí que la apuesta, arriesgada, de Lula sea hacer de su actual ministra de la Casa Civil una postulante competitiva en tan sólo 22 meses. La popularidad de Lula estaba por las nubes en septiembre pasado, cuando bordeó el 80 por ciento de aprobación, pero eso no influyó en las elecciones locales de octubre.
Las derrotas del PT en San Pablo, Río de Janeiro y Porto Alegre mostraron que en los comicios municipales, por lo general menos politizados y focalizados en cuestiones domésticas, no rige el principio de la transferencia de popularidad.
Lula confía en que esa premisa válida para la política municipal no se aplique en elecciones presidenciales, más politizadas, con el electorado atento a debates nacionales.
En la entrevista a la prensa italiana el gobernante brasileño comentó que “será la primera vez desde 1989 que no participaré de elecciones presidenciales”.
La biografía de Lula está empatada con la transición democrática brasileña. A fines de los ’70 lideró las huelgas del cordón industrial paulista que arrinconaron a la dictadura y moldearon la apertura política. A fines de los ’80, fue el primer candidato presidencial del PT, cuando cayó en segunda vuelta en comicios ante el pintoresco Fernando Collor de Mello. Desde entonces participó en cinco disputas presidenciales, venciendo en las últimas dos.
Hace un año, durante una entrevista con PáginaI12 y otros diarios sudamericanos en su escritorio del Palacio del Planalto, Lula juró que no iba a reformar la Constitución para buscar un tercer gobierno consecutivo.
Pero eso, aclaró mientras encendía un cigarrillo de hoja, no significa que piense convertirse en un jubilado político. Y recordó que en 2014 tendrá 69 años, una buena edad para tentar volver al gobierno, comentó.
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