EL MUNDO › DESPUES DE 23 DIAS FRENO SU OFENSIVA PERO NO RETIRA SUS TROPAS DE LA FRANJA
La resolución que instaura un alto el fuego deja detrás un tendal de muertos en lo que fue la ofensiva militar más mortífera lanzada por Israel en la Franja de Gaza: más de 1200 muertos y casi 6000 heridos, en su gran mayoría civiles.
› Por Eduardo Febbro
Desde Sderot y Jerusalén
A las doce de la noche se apagaron los heraldos luminosos que durante 23 noches iluminaron el cielo de Gaza con su carga de muerte. El Gabinete de Seguridad israelí, compuesto por 12 miembros, votó una resolución a favor de un alto el fuego unilateral en el territorio palestino. Es la primera vez en la historia de Israel que los responsables deciden aplicar un alto el fuego unilateral en uno de sus numerosos conflictos. El Ejecutivo priva con ello a Hamas de todo intento de recuperación política al tiempo que le permite manejar a su antojo todas las prerrogativas futuras. “El alto el fuego entrará en vigor a las dos de la madrugada y las fuerzas continuarán en la Franja de Gaza y sus alrededores”, dijo el jefe del Ejecutivo israelí, Ehud Olmert, en el curso de una conferencia de prensa en la que también estuvo presente el titular de la cartera de Defensa, Ehud Barak.
La resolución que instaura un alto el fuego deja detrás un tendal de muertos en lo que fue la ofensiva militar más mortífera lanzada por Israel en la Franja de Gaza: más de 1200 muertos y casi 6000 heridos, en su gran mayoría civiles. Fuentes palestinas expresaban ayer a Página/12 la certeza de que se puede contar con un número muy superior de víctimas que quedaron atrapadas en los escombros. El Gabinete de Seguridad israelí llegó a esa decisión luego de obtener sólidas garantías por parte de Estados Unidos de su plena colaboración con la lucha contra el contrabando de armas que transita a través del Pasaje de Filadelfia a lo largo de la frontera entre la Franja de Gaza y Egipto.
La instauración del alto el fuego unilateral deja en la sombra varios núcleos del conflicto. La seguridad de Israel se ha impuesto por encima de los resortes que causaron el conflicto. No hay, hasta ahora, la más mínima mención al levantamiento del bloqueo territorial y económico de la Franja de Gaza ni tampoco se hace referencia a la apertura de las dos fronteras del territorio, una con Egipto, la otra con Israel. En este contexto, Ehud Olmert aclaró que las tropas israelíes permanecerían en Gaza y advirtió que Israel se reservaba el derecho de responder si el movimiento islamista Hamas atacaba a Israel o a sus soldados. Según Olmert, si la decisión del alto el fuego no tomó en cuenta a Hamas es porque esta organización, “como otras organizaciones terroristas reconocidas internacionalmente, no debe ser parte del acuerdo”. Antes de la conferencia de Olmert, la ministra de Relaciones Exteriores, Tipzi Livni, dijo en el portal de Internet del diario Yediot Aharonot: “Vamos a dejar el dedo en el gatillo y Hamas lo sabe. Si los islamistas levantan la cabeza actuaremos con fuerza”.
La unilateralidad del alto el fuego deja a Israel con las manos libres para hacer con Gaza lo que se le antoje: estacionar las tropas, mantener el bloqueo del territorio, volver a bombardear a la población. El Estado hebreo escapó así a los compromisos que le había sometido Hamas: la tregua de un año renovable, el retiro inmediato de las tropas israelíes y el fin del bloqueo del territorio palestino. Israel quiere un alto el fuego ilimitado con Hamas y rehúsa que le dicten la conducta que debe seguir a propósito del bloqueo de la Franja de Gaza. Esta cuestión es sin embargo central. Hamas siempre justificó los disparos de cohetes contra Israel con el argumento de que Tel Aviv, pese a la tregua que Hamas venía respetando en los últimos seis meses, nunca abrió las fronteras del territorio. Israel terminó imponiendo su unilateralidad a lo largo y a lo ancho, tal como lo había adelantado el primera ministra: “Detendremos el terror, impediremos que Hamas se rearme y ello sin ningún compromiso”. Así fue. Sobre el sufrimiento de decenas de miles de palestinos encastrados en la Franja, oprimidos entre la dictadura policial y religiosa de Hamas y el bloqueo israelí, Ehud Olmert se desquitó de la derrota militar y política que le infligió el movimiento chiíta libanés Hezbolá durante la guerra del Líbano de 2006. Olmert es el único jefe de gobierno que en toda la historia de Israel desencadenó dos guerras en un mismo mandato. La primera la perdió y con la segunda buscó borrar los efectos de la derrota. Con la tregua unilateral, Israel quiere presionar a Hamas para cortarle toda veleidad de nuevos disparos de cohetes contra el sur de Israel. También le saca de las manos la victoria política que hubiese significado para Hamas la firma de un acuerdo oficial con Israel. Olmert reafirmó ayer que los objetivos de su gobierno con la “Operación Plomo Fundido” desencadenada en Gaza “se han cumplido”, al tiempo que aseguró que “Hamas sufrió un duro golpe, muchos de sus hombres murieron, los disparos de cohetes se redujeron y numerosos túneles empleados para el contrabando de armas fueron destruidos”. Técnicamente tiene sin duda razón, pero el saldo de víctimas humanas y destrucciones no ha hecho sino poner en evidencia la voracidad militarista de un Estado megadotado que no duda en confundir a los palestinos con terroristas, a los edificios de las Naciones Unidas con escondites, a las escuelas con arsenales y a los civiles con peligrosos barbudos armados hasta los dientes.
Los palestinos deben sentirse en una soledad despiadada. Todos hablan de ellos, poco se hace para ahorrarles las humillaciones y la muerte. Ayer, luego de la oficialización del alto el fuego unilateral, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, dijo que esta decisión constituía un primer paso pero que era preciso que se acompañara de una tregua duradera, del retiro israelí y de la apertura de los pasos fronterizos. A su vez, los dirigentes de Hamas que se expresaron el sábado rechazaron la unilateralidad israelí. “La batalla no se acabó y no terminará con el cese de la agresión (israelí) sino con el fin de la ocupación”, dijo en el Líbano un alto dirigente de Hamas, Osama Hamdam. En los labios de los dirigentes del mundo árabe, la verborragia guerrera es una canción que se ha escuchado hasta el hastío. Palabras y palabras pero, en el fondo, además de expresar un odio férreo hacia Israel, los dirigentes del llamado –e imaginario– mundo árabe son escasamente capaces de concertarse con eficacia para evitarle a los palestinos nuevos sufrimientos. Se tiene la impresión de que el drama palestino les sirve a todos para mantener las tensiones a flor de piel y a la región en un estado de confrontación permanente en donde los únicos que pagan la cuenta son los palestinos. Ayer se cerró un episodio pero la herida permanece abierta. La unilateralidad del alto el fuego no autoriza casi ninguna exigencia. El plan egipcio destinado a poner término al conflicto quedó sin aplicarse. Este esquema preveía compromisos mutuos. Hamas e Israel se comprometían en una serie de obligaciones que, de hecho, quedaron sin efecto. El plan egipcio contemplaba un alto el fuego concertado –no ocurrió–, y el respeto de una tregua que implicaba compromisos y garantías para evitar que se repita un conflicto semejante, tampoco ocurrió. 23 días de bombardeos no hicieron más que dejar el drama palestino en una incandescencia intacta.
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