EL MUNDO › OBAMA ASUME EN UN MOMENTO DIFICIL
› Por Gonzalo Espáriz *
Nadie despertó tantas ilusiones y esperanzas en décadas, nadie como él logró un masivo apoyo popular, nadie derribó tantas barreras sociales de un solo golpe, por lo que la llegada al poder de Barack Obama debería ser un sueño. La realidad, sin embargo, es que, con un panorama plagado de nubes y oscuridad, el futuro se presenta casi más cercano a la pesadilla.
Con su verbo florido y sus llamadas a la “esperanza”, Obama llegó por momentos a perfilarse como un presidente “mago”, que armado con una varita iba a ser capaz de arreglar los males. Muy a su pesar, cuando mañana jure el cargo en las escaleras del Capitolio, su enfoque deberá estar más cercano al de un bombero.
El político de 47 años hereda de su antecesor, el polémico George W. Bush, una economía que oficialmente lleva un año en recesión, y que sólo los más optimistas pronósticos sitúan en la senda de la recuperación a fines de 2009. El consumo privado cae en picada, el desempleo está en sus peores cifras en dos décadas y las exportaciones, motor del crecimiento en los últimos años, se tambalean.
Al mismo tiempo, Estados Unidos sigue envuelto en dos guerras, Irak y Afganistán. Si el camino hacia el final del conflicto iraquí parece más abierto gracias al acuerdo por el que todas las tropas estadounidenses deberán abandonar el país en 2011, el de Afganistán se enreda día a día con el resurgir de los talibán y de Al Qaida.
En el plano social, Obama recoge un país que pide a gritos una solución a la entelequia migratoria que viven los aproximadamente 12 millones de indocumentados que, se calcula, ya están en Estados Unidos, la mayoría de ellos latinos. En el limbo también están los 45 millones de ciudadanos que carecen de seguro sanitario y los millones de homosexuales que reclaman la igualdad de derechos con los heterosexuales.
El panorama asustaría a cualquiera. “Quizá desde Franklin Roosevelt, que heredó la Gran Depresión y la creciente amenaza de la Alemania nazi, ningún otro presidente entrante se enfrentó a tantos desafíos inmediatos. No lo envidio”, escribió en USA Today Cal Thomas, un estratega republicano. Para contrarrestar tanta negatividad, Obama promete un acercamiento positivista: “Sí, podemos” (“Yes we can”) fue su lema de campaña y el que espera llevar a la Casa Blanca.
Hijo de un emigrante keniata y una descendiente de ingleses e irlandeses, Obama nació en Hawai, creció en Indonesia y sólo pudo graduarse en Derecho en la Universidad de Columbia y doctorarse en Harvard gracias a acumular fuertes deudas.
Tras una primera etapa como trabajador social, Obama entró en la política en 1996 y fue elegido senador por Illinois, el estado donde desempeñó su carrera laboral. Y su ascenso fue fulgurante: en 2004 le robó las luces al candidato John Kerry en la convención demócrata con un apasionado discurso; unos meses después ya era senador y un año después ya pensaba en la presidencia.
Casado con su amor de juventud –Michelle Robinson, con la que tiene dos hijas, Malia y Sasha–, Obama desafió toda lógica en las primarias demócratas derrotando a la gran favorita, Hillary Clinton, y después hizo historia al ser elegido como el primer presidente negro de EE.UU.
Pero el color de su piel sólo le atraerá más atención ante las altas expectativas levantadas. Lo que todo el mundo le exige son resultados.
Desde que ganó las elecciones el 4 de noviembre, derrotando ampliamente a John McCain, no se cansó de repetir que es consciente de los numerosos retos que enfrenta y que por eso quiere “empezar actuando” en cuanto asuma la presidencia.
Para lograrlo ya se rodeó de un potente equipo de colaboradores al que ni siquiera sus más acérrimos críticos pudieron oponerse. En él se encuentran antiguos enemigos políticos como la senadora Hillary Clinton, llamada a ser secretaria de Estado, o el republicano Robert Gates, al que Obama mantuvo como secretario de Defensa.
Entre sus objetivos más inmediatos están un plan de unos 800 mil millones de dólares para reactivar la economía, preparar la retirada de Irak, posiblemente incrementar la dotación militar en Afganistán y reformar el sistema sanitario. Y en algún momento tendrá también que afrontar la reforma migratoria.
Pero los proyectos más importantes de su presidencia son mucho menos tangibles: cambiar la imagen que los estadounidenses tienen de sí mismos y la que tiene el resto del planeta de Estados Unidos.
La ola de ilusión despertada en su país y en el extranjero indica que Obama tiene un gran crédito para lograr lo que prometió. A partir de mañana le corresponderá a él empezar a cumplir esas promesas.
* Especial de la agencia DPA para Página/12.
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