Sáb 24.01.2009

EL MUNDO  › INTIMIDADES DE LOS PRIMEROS DIAS DE LOS OBAMA EN SU NUEVA RESIDENCIA

Cómo dominar los botones de la Casa Blanca

La broma fue medio interna, pero todos los implicados la entendieron. “¡Encontraron el botón!”, se reían los periodistas acreditados en la Casa Blanca, que forman un grupo veterano que ve pasar a los presidentes y a sus equipos sin moverse de su oficina. El chiste era porque el sector de prensa posee un sistema de altoparlantes, como el de un aeropuerto, con el que los funcionarios los convocan para las conferencias de prensa o les anuncian que viene el presidente. Los parlantes no se usaron el miércoles ni el jueves, por la sencilla razón de que ninguno de los nuevos funcionarios sabía activar el sistema.

Uno de los periodistas explicó que siempre pasa lo mismo con un cambio de gobierno. El personal de la famosa Ala Oeste se compone casi enteramente de funcionarios que llegan con el nuevo presidente. Por eso, esas oficinas tienen la característica de llenarse un buen día de gente que no sabe dónde está el baño, dónde se consiguen artículos de escritorio y cuáles son los internos de los teléfonos y que no tiene a quién preguntarle. Por eso nadie sabía cómo usar el sistema de altoparlantes y los periodistas fueron convocados por secretarias que iban de oficina en oficina.

El mismo Barack Obama, que anoche pasó apenas su cuarta noche en el primer piso de la Casa, comentó que empezaba a adaptarse bien a su nuevo hogar. “La primera noche tuvo que preguntar dónde estaba todo”, dijo su portavoz Robert Gibbs, que explicó que el primer piso de la Casa es una amplia mansión llena de habitaciones y pasillos. Gibbs explicó que a Obama le resultó muy cómodo vivir en el mismo edificio donde trabaja. “Anoche subió a comer con su familia entre dos eventos, lo que es muy importante para él como padre”, dijo Gibbs. El vocero usó una frase muy común en Estados Unidos para ilustrar la situación: “Es como ser almacenero y vivir arriba del negocio. Bastante cómodo y creo que lo disfruta”.

Según la primera dama, Michelle Obama, la familia está adaptando sus rutinas a la nueva casa. Sa-sha y Malia, sus hijas, ya tienen sus cosas en sus cuartos y su abuela vive con ellas, como siempre. Hasta llevaron sus películas favoritas a la Casa Blanca.

Michelle Obama hizo saber que está indignada con una compañía que acaba de sacar a la venta dos muñecas que retratan a sus pequeñas hijas. La vocera de Michelle Obama, Katie McCormick Lelyveld, dijo ayer que una firma puso a la venta dos muñecas de treinta centímetros de altura llamadas “Sweet Sasha” y “Marvellous Malia”, los nombres de las hijas de los Obama. Estas dos son las únicas muñecas negras de la colección de la compañía.

“En nuestra opinión es inadecuado utilizar a personas jóvenes con objetivos de marketing”, explicó McCormick. La empresa alegó que las muñecas, que se venden a diez dólares cada una, no tienen nada que ver con las hijas del presidente del mismo nombre. “Sasha y Malia son nombres bonitos”, dijo Tania Lundeen, jefa de ventas de la firma. “Les van muy bien a las muñecas que fabricamos.”

En rigor, la venta de las muñecas simplemente continúa la “obamamanía” que cubrió a Estados Unidos desde que Barack Obama ganó las elecciones en noviembre. Para la asunción del martes, el departamento de comercio de la ciudad de Washington emitió 900 licencias para vendedores callejeros, todos ofreciendo souvenires del flamante presidente. El número cuadruplica el de licencias emitidas para la asunción de George Busho o de Bill Clinton. Los productos ofrecidos superan los tradicionales medallones, banderas, pisapapeles y vajilla, incluyendo hasta salsa picante, relojes y una increíble cantidad de botones y camisetas, literalmente nunca vista.

La imagen de un presidente no puede ser registrada, por lo que los fabricantes de souvenirs no pagan derechos para usarla. Que Obama sea el primer presidente de color le da un valor nunca visto a los objetos creados para su ceremonia inaugural.

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