EL MUNDO › EN LOS BARRIOS DE LA CAPITAL, BASTION DEL OFICIALISMO, EL MANDATARIO RECIBE EL APOYO DE GRAN PARTE DE LA CLASE MEDIA
Alrededor de diez millones y medio de ecuatorianos votarán hoy para elegir presidente y vicepresidente. Además, en el cuarto oscuro se enfrentarán con otras cinco boletas distintas. El presidente ganaría en la primera vuelta.
› Por María Laura Carpineta
Desde Quito
María Isabel Sánchez tiene 38 años, tiene dos posgrados y trabaja como ingeniera química en General Motors. Ayer salió a pasear por el paquete Quicentro, uno de los shoppings más grandes y caros de Quito, con su papá, Luis, para celebrar su reciente jubilación. Viste ropa de marca y cobra todos los meses un sueldo holgado de cuatro cifras –prefiere no decir cuánto–. Vive en un mundo de privilegios y lo sabe. “Los cambios que hizo Rafael Correa no afectaron a los que están en mejor situación como yo, pero beneficiaron a los ecuatorianos más pobres. Terminó con la tercerización de las empresas más grandes y se enfrentó a los sindicatos del Estado. ¿Por qué nadie le reconoce eso?”, dijo con una sonrisa compradora. Sánchez no tiene dudas, hoy votará por el presidente en las elecciones generales.
Alrededor de 10,5 millones de ecuatorianos votarán hoy para elegir presidente y vicepresidente. Además, en el cuarto oscuro se enfrentarán con otras cinco boletas distintas: para legisladores nacionales, para los asambleístas provinciales, para prefectos, para concejales y la última para alcaldes. Todos los cargos electivos del país deben renovarse, según el nuevo marco legal de la Constitución, que aprobaron por amplia mayoría los ecuatorianos en un referéndum el año pasado. Las encuestas están prohibidas, pero los sondeos que mandó a hacer de forma privada el gobierno de Correa le da una victoria en primera vuelta e, incluso, pronostica que el oficialismo podría quedarse con la mayoría en el Congreso. Tanto para los sondeos como para el imaginario de la gente que camina por las calles de Quito, el ex presidente Lucio Gutiérrez quedará segundo, pero no lo suficientemente cerca como para forzar una segunda vuelta.
Aquí, en el bastión electoral de Correa, sus simpatizantes esperan tranquilos y confiados. En la puerta del shopping Quicentro, Santiago Montaner disfrutaba de la tarde con su mujer. Venía de trabajar y tenía puesto el uniforme de una empresa privada de ambulancias. “Fue una campaña tranquila por suerte y creo que vamos a ganar la reelección”, aseguró satisfecho. “En los últimos dos años vimos una estabilización y un poco más de alivio a la hora de llegar a fin de mes”, contó el médico de 40 años, que gana 450 dólares al mes. “No se puede hacer todo en dos años. Yo espero que Correa traiga más estabilidad económica y mejores cuestiones vitales, como el acceso y el financiamiento a la educación universitaria”, agregó.
En la otra punta de la ciudad, en el llamado centro histórico, tres amigas de 17 años del renombrado colegio católico La Providencia esperaban frente a la Catedral a sus amigas más chicas, que celebraban la confirmación. “El socialismo del siglo XXI no es el futuro del país. Con Cuba y con Chávez no vamos a ningún lado”, opinó, irritada, Jimena Figueroa, a unos pasos del Palacio Presidencial de Carondelet y rodeada de los edificios más viejos de la ciudad, todos de la época colonial.
Bajo la nueva Constitución ecuatoriana, los jóvenes de 16 y 17 años podrán votar hoy, si quieren, por primera vez. Ella, como sus padres, va a elegir hoy la boleta de Carlos Sargai, un ex candidato a la Asamblea Constituyente que hizo campaña denunciando los presuntos vínculos entre Correa y las FARC. A su derecha, su amiga Daniela Chaguar, asentía sin parar y buscaba una pausa para hablar. “Correa espantó a las inversiones. Este país necesita estabilidad económica y creo que él no está haciendo cosas que favorecen al país”, dijo la morocha, con una confianza que sorprende en una persona de 17 años. Su candidata es Martha Roldós, la economista, ex diputada, ex constituyente e hija del ex presidente Jaime Roldós.
A una hora de colectivo de allí, en los barrios pobres del sur de la capital, las banderas des Correa compiten con las del ex presidente Lucio Gutiérrez, el candidato que quedaría segundo y que, según la oposición, podría forzar una segunda vuelta. El ex presidente Lucio Gutiérrez –derrocado luego de un año de gobierno por una revuelta popular– hizo su cierre de campaña el jueves por esa zona del sur de Quito. Pasó por el barrio para regalar cajitas de fósforos. “¡Cajitas de fósforos! Y lo peor es que hay mucha gente que lo va a votar por eso”, sentenció Marlene Samaniego, una dirigente barrial de 50 años que lo apoyó en la campaña de 2004.
La dirigente vive en la Lucha de los Pobres, un barrio que está sobre la ladera de uno de los cerros que se levantan en las afueras de la ciudad. Según las estimaciones de los vecinos, ya son más de 50 mil habitantes y gracias al esfuerzo de todos han conseguido dinero para asfaltar casi todas las calles. El Estado les ha dado luz, agua y un sistema de desagüe y está aumentando los fondos a las guarderías de la zona para que las mujeres puedan salir a vender sus productos o trabajar en el centro de la ciudad. La gran mayoría son vendedores ambulantes u obreros de las industrias lindantes. A partir del fenómeno de la migración a países como España, Chile o Colombia y el flujo de remesas, el barrio perdió su homogeneidad. Mientras uno más sube, más se divisan las diferencias; casillas de madera y chapa pegadas a una casa de dos pisos de material recién pintada.
Mientras Samaniego habla de las repetidas decepciones con los gobiernos, se asoma Francisco, su esposo. El, su mujer y sus dos hijos viven en un dos ambientes, con un pequeño anexo que usan como kiosco. Pagan 60 dólares por mes. Francisco, o Paco como le dicen todos en la familia y en el barrio, es la voz moderada de la casa. “Yo voy a seguir apoyando a Correa, aunque hay cosas que realmente me indignan”, explicó, ante la mirada escrutadora de su esposa e hijo.
Criticó el aumento de la partida de la policía y los planes sociales, especialmente el bono que entrega el gobierno a las madres solteras, sin trabajo fijo ni casa propia. Son 30 dólares mensuales y, en Lucha de los Pobres, uno de los barrios más carenciados de las afueras de la capital, eso no llega ni a cubrir el alquiler de una piecita. Pero inmediatamente, cuando parecía que estaba por cambiar de opinión y votar en contra del presidente, recordó las mejoras en los hospitales, en las escuelas públicas y la lucha contra los grandes medios de comunicación y los banqueros. “Creo que es la mejor opción que tenemos ahora”, concluyó.
Pero aunque las necesidades aún son muchas en el barrio, muchos vecinos siguen creyendo que Correa es el hombre que puede cambiar al país. “Si no es fácil poner en orden una casa después de un conflicto familiar, imagínese un país después de tantos años de saqueos”, dijo, enojado de tanta crítica, Héctor Burgos, el dueño de uno de los locutorios más grandes del cerro. Tiene 35 años y hace tres que emigró a la capital desde la costa en busca de una mejor vida. “Acá es un paraíso en comparación con la costa y al resto del país, y es gracias a Correa”, aseguró.
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