EL MUNDO › LOS RESULTADOS DE LA ELECCION IRANI PROVOCARON PROTESTAS EN LAS CALLES DE TEHERAN
El mandatario se impuso con el 64 por ciento de los votos, frente a casi el 34 para Mussavi y, muy lejos, quedaron el ultraconservador Mohsen Rezai –buscado por el atentado de la AMIA– con 1,7 y el reformista Mehdi Karubi con el 0,85 por ciento.
El presidente iraní Mahmud Ahmadinejad arrasó en las urnas y continuará dirigiendo el país durante otros cuatro años. Los resultados difundidos ayer por la Justicia Electoral fueron contundentes, pero no lograron convencer ni contener a los miles de simpatizantes del candidato opositor, Mir Hussein Mussavi, que salieron a protestar a las calles de Teherán. La imagen no tenía precedentes en los 30 años de historia de la Revolución Islámica. Al mismo tiempo que el líder máximo e incuestionable del régimen, el ayatolá Ali Jamenei, le pedía calma a la nación y ratificaba el triunfo de Ahmadinejad, miles de jóvenes y mujeres de clase media se enfrentaban con piedrazos a la policía frente al Ministerio del Interior. El grito era unánime: “Ese no es mi voto”.
Apenas cerraron los centros de votación anteanoche, el principal candidato de la oposición, el ex primer ministro reformista Mussavi, había convocado una conferencia de prensa para anunciar su abrumadora e innegable victoria en las elecciones presidenciales. Sus fiscales habían advertido importantes irregularidades, pero los pronósticos eran favorables, adelantó. Según sus cifras, habían ganado con más del 65 por ciento de los votos. La Justicia Electoral comenzaba a anunciar números muy diferentes, pero los iraníes se fueron a dormir a la espera de los resultados finales. Después de la oración matinal, el anuncio finalmente llegó. Ahmadinejad, el presidente de 52 años que en 2005 había arrasado en las urnas, lo volvía a hacer. Según el Ministerio del Interior, el mandatario se impuso con el 64 por ciento de los votos, frente a casi el 34 por ciento para Mussavi y, muy lejos, el ultraconservador Mohsen Rezai –uno de los iraníes buscados por el atentado de la AMIA– con 1,7 por ciento y el reformista Mehdi Karubi, con apenas el 0,85 por ciento.
Esas no fueron las únicas cifras que sorprendieron. Según el ministerio, la participación fue del 82 por ciento, una cifra casi diez puntos más alta de lo que se pensaba. “Un 82 por ciento significa que técnicamente todos los iraníes votaron y sabemos que muchos se quedaron a las puertas de los centros de votación”, denunció uno de los abogados del equipo de campaña de Mussavi, que pidió no revelar su nombre.
No bien se conocieron los resultados oficiales, Mussavi volvió a llamar a una conferencia de prensa y denunció fraude. “Hubo irregularidades claras y numerosas”, aseguró el ex candidato, que había perdido la sonrisa y la emoción de la noche anterior. Sin mencionarlo, el ex premier apeló a una intervención de una autoridad superior; en el caso iraní, la única instancia superior al presidente es el ayatolá. “Es el deber religioso y nacional revelar los secretos de ese proceso peligroso y explicar sus consecuencias destructivas para el destino del país”, reclamó.
Mussavi consiguió una intervención divina, pero no exactamente la que quería. En cadena nacional, el ayatolá Jamenei, el poder máximo de la Revolución, respaldó al actual presidente y rechazó cualquier tipo de protesta en su contra. No mencionó las denuncias de fraude ni las protestas callejeras. “El presidente electo es el presidente de toda la nación iraní e incluso aquellos que ayer fueron sus rivales deben ahora respaldarlo y ayudarle, porque es un deber divino”, ordenó.
En un país como Irán, las palabras del ayatolá son incuestionables. Pero la bronca y la frustración eran tan grandes entre Mu-ssavi y sus militantes que las protestas siguieron. El ex candidato presidencial no volvió a hablar en público, pero hizo circular una carta, sin firma, entre los jóvenes que se manifestaban en el centro de Teherán, según los medios internacionales. “Aviso que no me voy a rendir ante este teatro peligroso –advertía la carta–. Los resultados de las décimas elecciones presidenciales son pasmosos. La gente que estaba en las largas colas vio cuál era la distribución de los votos y sabe mejor que nadie a quién ha votado.”
Las palabras del ayatolá tampoco habían convencido a los jóvenes vestidos con remeras de marcas extranjeras y mujeres con pañuelos de seda de colores brillantes, que corrían por las calles céntricas de Teherán esquivando los autos y los garrotes de la policía y la guardia islámica. “Nos han engañado. Todo el mundo pudo verlo ayer. Esta no es la decisión del pueblo iraní”, gritó, enojada, una joven con un pañuelo verde cubriendo su cabeza, el color distintivo de la campaña de Mussavi.
No bien se conocieron los resultados, el gobierno de Ahmadinejad ordenó prohibir cualquier protesta callejera. “El tiempo de los bailes y los cánticos terminó, les van a romper las piernas si se quedan acá”, les advirtió un policía a los manifestantes ayer a la tarde. Minutos después, el jefe de la Policía Nacional Ahmad Reza Radan ratificaba que las concesiones de la campaña electoral habían terminado con la campaña. “No permitiremos una revolución terciopelo”, dijo, refiriéndose a la advertencia que había hecho el líder del Consejo de los Guardianes, Yadolah Janavi.
Después de horas de corridas y gritos, los jóvenes se dispersaron, pero la tensión seguía sobrevolando Teherán. A las 22 (hora local) Ahmadinejad rompió el silencio y dio su discurso de victoria. No fue ante una multitud ni al aire libre frente al Palacio Presidencial. Lo hizo frente a una cámara, solo, en cadena nacional. Tranquilo y sonriente, hablósobre la importancia de conservar la unidad nacional y dejar atrás las rivalidades. “A pesar de que los medios de comunicación extranjeros intentaron de forma continua atacar a nuestro pueblo, éste ha hecho una gran elección y ha creado una ética”, se congratuló.
Más tarde Mussavi volvió a dirigirse a sus simpatizantes en un comunicado. Les pidió calma y paciencia. Los reformistas ya dejaron en claro que no quieren violencia, pero tampoco parecen estar listos a aceptar la derrota y seguir adelante.
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