EL MUNDO › ENFRENTADO CON EL CONGRESO Y LA CORTE SUPREMA, ZELAYA DENUNCIO UN GOLPE MILITAR
El presidente quiere reformar la Constitución, pero no tiene consenso; entonces armó una elección y el jefe militar se negó a colaborar. Zelaya lo echó, entonces la Corte y el Congreso lo desautorizaron y ordenaron restituir al general.
El presidente de Honduras, Manuel Zelaya, se quedó solo ayer tras destituir al jefe de las Fuerzas Armadas. La Corte Suprema, el Tribunal Supremo Electoral y el Congreso Nacional lo desautorizaron públicamente y ordenaron restituir al general Romeo Vázquez. El mandatario no hizo caso y cientos de soldados salieron a las calles de Tegucigalpa, la capital. Rodearon los principales edificios estatales y el aeropuerto. Según explicaron los medios hondureños, la decisión surgió de las mismas fuerzas para garantizar el orden y la paz social. Anoche los países del ALBA, bloque que integra Honduras, denunciaron la puesta en marcha de un golpe de Estado.
La confrontación entre el gobierno de Zelaya y la oposición llegó ayer a un nivel insospechado y dramático. El mandatario había convocado para este domingo una consulta popular que preguntará si los hondureños estaban de acuerdo con incluir una cuarta urna en las elecciones generales de noviembre próximo. En cuatro meses se elige presidente, diputados y alcaldes en el país, y Zelaya propuso sumar una cuarta boleta para convocar una asamblea constituyente. La idea fue rechazada sin miramientos por los partidos opositores, las cámaras empresariales y los medios de comunicación, que lo acusaron de querer introducir la reelección presidencial y perpetuarse en el poder como, decían, su aliado Hugo Chávez.
En medio de este tire y afloje, la discusión sobre la consulta llegó a la Corte Suprema. El tribunal falló en contra del gobierno y declaró ilegal la consulta popular porque el Congreso Nacional es el único que puede convocar a un referéndum. Pero el oficialismo hondureño no tiene mayoría en el Legislativo y el pleno ya rechazó apoyar una iniciativa que abriera las puertas a una reforma constitucional sin un proyecto de reforma concreto. Por eso, Zelaya siguió adelante con su campaña y con los preparativos. Prometió refundar la nación y construir un liberalismo socialista, que termine con la pobreza y la desigualdad social, pero no dijo exactamente qué artículos de la Carta Magna quiere reformar.
Esta semana entró en la recta final y llamó al jefe de las Fuerzas Armadas para poner en funcionamiento el traslado y el operativo de seguridad para el material electoral. En un acto inédito, el jefe castrense se negó a participar de la elección. “Cumplí con mi misión y la del pueblo hondureño. No podíamos desobedecer una orden del juzgado”, explicó el general Romeo Vázquez el miércoles a la noche, después de que Zelaya anunciara su destitución en cadena nacional.
La noticia cayó como un balde de agua fría en los batallones y en los tribunales. El enfrentamiento entre el presidente y la Justicia, la oposición y los militares había quedado al descubierto. Horas después, Zelaya reconoció que el Estado hondureño había quedado divido en dos. “La Corte creó un Estado militar y uno civil”, señaló desde el Palacio Presidencial, adonde llegaron la cúpula sindical y los máximos referentes de las organizaciones sociales para expresarle su incondicional apoyo.
Atrincherado en el Palacio Presidencial, Zelaya se enteró por la televisión de que la Justicia electoral había ordenado incautar todo el material electoral para evitar que se siguiera adelante con los preparativos de la consulta para este domingo. Enojado y un poco eufórico, el mandatario se dirigió a los que lo acompañaban. “No dejen que los grupos de poder tomen el control del país. No voy a decir para dónde, pero los que tengan autos que me sigan”, invitó sin revelar el destino, según reprodujeron los diarios locales.
La caravana partió desde el Palacio y pasó por al lado de los militares que estaban parados desde hacía horas alrededor del edificio. No hicieron movimiento, excepto mirarse entre ellos en busca de una respuesta que ninguno tenía. Zelaya dirigió desde un colectivo y marcó el rumbo hacia una base aérea cercana. Rompieron el portón e irrumpieron en el edificio, aledaño del aeropuerto. “Venimos a llevarnos el material electoral”, avisó el mandatario. No hubo resistencia; se fueron con los colectivos y los baúles llenos y la esperanza de votar el domingo. Volvieron al Palacio Presidencial, donde los esperaba una noche larga y solitaria.
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