Mar 07.07.2009

EL MUNDO  › EN MéXICO, EL PRI GANó LA MAYORíA ABSOLUTA EN DIPUTADOS

El dinosaurio pisa fuerte

Tras la derrota del domingo, el presidente mexicano Felipe Calderón no tiene ningún margen de maniobra: o negocia absolutamente todo con el PRI o durante los próximos tres años será un mero administrador de su propia debacle.

› Por Gerardo Albarrán de Alba

Desde México, D. F.

Si durante los primeros tres años de su sexenio Felipe Calderón ya había tenido que cogobernar con el PRI, que logró imponer su agenda en la Cámara de Diputados a pesar de ser la tercera fuerza en la legislatura que está por concluir, ahora el presidente será casi un subordinado priísta al que ya le ruega que sepa ser buen ganador: “La contienda ha terminado. La competencia debe quedar atrás, y ahora hay que centrar nuestro esfuerzo en buscar las coincidencias, en privilegiar lo mucho que nos une”, dijo la noche del domingo un minimizado presidente en un mensaje difundido en cadena nacional por radio y televisión, una vez confirmada su derrota.

Algunos analistas en México lucen sorprendidos por la espectacular recuperación del PRI en las elecciones intermedias del domingo pasado: por sí mismo tendrá al menos 209 diputados, y contará con otros 51 gracias a una coalición con el mercenario PVEM, que todavía dispondrá de otros 15 legisladores propios para sumarlos a la nueva aplanadora cada vez que le lleguen al precio: hasta 270 de las 500 curules de la Cámara de Diputados.

El desplome del PAN, que perdió 73 curules y pasará de 206 diputados a solamente 133 en la LXI Legislatura que entrará en funciones el próximo 1º de septiembre, arrincona a un presidente que se convertirá en el primero que deberá enfrentar a una Cámara de Diputados totalmente opositora en la historia posrevolucionaria de México.

La mermada bancada de su Partido Acción Nacional ni siquiera podrá evitar que el resto de la oposición eche abajo cualquier veto presidencial a iniciativas de ley o reformas legislativas que el PRI podrá aprobar casi en solitario. Para eso hace falta un tercio de los diputados, y el PAN no consiguió ni la mitad de eso. Además, para que cualquier iniciativa presidencial pueda prosperar deberá contar obligadamente con la anuencia del PRI, pues aun en el caso de que Calderón consiguiera que se las aprobara el Senado, la mayoría priísta en Diputados podrá rechazarlas.Así, el presidente no tiene ningún margen de maniobra: o negocia absolutamente todo con el PRI o durante los próximos tres años será un mero administrador de su propia debacle. La pregunta que muchos se hacen es cómo lo logrará, luego de una ríspida campaña en la que Germán Martínez, al que el propio Calderón llevó a la dirigencia nacional del PAN, agredió al PRI hasta la ignominia.

Por lo pronto, la primera preocupación para Calderón ya es la aprobación del presupuesto federal de 2010, una facultad exclusiva de la Cámara de Diputados y que ahora depende exclusivamente del PRI. La noche del domingo, mientras contemplaba los platos rotos, Calderón casi rogó al PRI “alcanzar los acuerdos que reclama el país para recuperar, cuanto antes, el crecimiento económico, la generación de empleos y la seguridad pública”. Lo único que a esta hora reconforta al presidente es la sorprendente mesura del PRI, que no se regodeó en su indiscutible victoria. Por el contrario, la dirigente nacional priísta Beatriz Paredes reconoció ayer que “la ciudadanía nos ha dado chance de nuevo”. Para colmo, el PAN sólo ganó en Sonora, una de las seis gubernaturas que también se disputaron el domingo pasado. El PRI conservó Nuevo León, Campeche y Colima, y le arrebató a la derecha Querétaro y San Luis Potosí. El PAN retrocedió severamente en Jalisco, Morelos y el estado de México.

Si las elecciones intermedias se observan como un plebiscito de los resultados en materia económica, social y de seguridad pública del presidente, el raquítico 27,97 por ciento de los votos que obtuvo el PAN a nivel nacional convirtieron a Calderón en un cadáver político. Tal vez en otro país, todo esto habría obligado a un presidente a adelantar elecciones y reducir su mandato. No en México. El sistema presidencialista está diseñado para que el presidente se sostenga en el poder durante seis años, sin importar nada más.

Como dijo el propio Calderón en 2006 para justificar su arribo a la Presidencia de la República por la puerta de atrás, en medio de una crisis política por el fraude electoral denunciado por la oposición, “haiga sido como haiga sido” (sic), él seguirá siendo presidente hasta 2012. Pero hasta ahí llegarán él y el PAN. El retorno del PRI a la Presidencia de la República parece inminente.

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