EL MUNDO › LA EMBAJADA HONDUREÑA EN EE.UU. ENCABEZA LA PELEA DIPLOMATICA
Mientras que ellos debutan en el mundillo diplomático de Washington, los golpistas usan sus casi 30 años de relaciones con el establishment estadounidense.
› Por María Laura Carpineta
Como David luchando contra Goliat, así se sienten por estos días en la embajada hondureña en Washington. “No es fácil seguirle el paso al lobby de los golpistas. Tienen más plata, más contactos y más gente que noso-tros”, reconoció, desanimado, uno de los hombres que lideran junto al embajador Enrique Reina el lobby a favor del gobierno constitucional de Manuel Zelaya en la capital norteamericana. Mientras que ellos son nuevos en el mundillo diplomático de Washington –el Departamento de Estado echó el mes pasado a la anterior delegación diplomática porque se sumó a las filas del régimen de facto–, los golpistas hondureños están haciendo uso de sus casi 30 años de buenas relaciones con el establishment estadounidense, demócrata y republicano.
Oficialmente el Congreso norteamericano tiene registradas a tres empresas lobbistas que trabajan para los empresarios hondureños que apoyan abiertamente al gobierno de facto de Roberto Micheletti; los zelayistas ninguna. El caso más conocido hasta ahora es el de Lanny Davis, un abogado que representó a Bill Clinton durante el affaire Lewinsky y fue asesor de la campaña de su esposa y actual secretaria de Estado, Hillary Clinton, a lo largo de las campañas por las primarias presidenciales demócratas, en las que perdió ante el presidente Barack Obama.
Davis recibe dinero del Consejo Empresarial de América latina, Capítulo Honduras; del Grupo Financiero Ficohsa, uno de los más poderosos de Honduras, y del diario La Prensa, uno de los medios masivos que se convirtieron en el último mes en un portavoz fiel de los golpistas. El matutino aparece en el registro del Congreso como una organización publicitaria. Sin embargo, la dirección coincide con la de su redacción.
A la semana del golpe el ex asesor de los Clinton convocó a la primera audiencia en el Capitolio sobre el tema Honduras. “Estuvo Flores Bermúdez, el embajador que el Departamento de Estado había echado, pero no noso-tros. nadie nos avisó”, se quejó el asesor del actual embajador, que pidió no revelar su nombre para no entorpecer las negociaciones en curso.
En esa audiencia también participó otro aliado de los golpistas hondureños, Roger Noriega. El ex subsecretario para América latina bajo el gobierno de George Bush y José Cárdenas, un ex directivo de la Fundación nacional Cubano Americana, una de las organizaciones anticastristas más antiguas, fueron contratados por la Asociación Hondureña de Maquiladores, un grupo de empresarios que ofrecen mano de obra barata local para ensamblar las manufacturas de multinacionales, como Adidas, Nike y Gap.
Su negocio sufrió un fuerte golpe cuando el presidente Zelaya decretó un aumento del sueldo mínimo. En junio los mismos empresarios pagaron ocho mil dólares a Noriega y su compañero para “ayudar a los esfuerzos del sector privado para consolidar la transición democrática en su país”.
El de las maquilas es uno de los sectores más dinámicos en Centroamérica después de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, que anuló las trabas arancelarias. Sus dueños no quisieron poner todos sus huevos en una misma canasta, e invirtieron otros 10 mil dólares en la empresa lobbista, The Cormac Group. Además de ser una firma que maneja transnacionales del tamaño de Time Warner y la telefónica AT&T, está dirigida por un hombre muy bien contactado.
John Timmons fue durante años el abogado personal del senador y ex rival electoral de Obama John McCain, y hasta el año pasado fue el asesor legal en su despacho en el Capitolio. Junto a Davis, el ex asesor de los Clinton, Timmons, fue uno de los primeros en Washington en instalar el tema de Honduras. Una semana después del golpe, el lobbista y amigo de uno de los senadores más influyentes del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara Alta norteamericana organizó la primera visita de una delegación de funcionarios golpistas.
La planeó para que coincidiera con la primera y única reunión que mantuvieron Hillary Clinton y Zelaya desde que lo expulsaron del poder y de su país. Movió sus contactos y mientras Zelaya salía sonriente del encuentro, sus hombres hondureños –empresarios, juristas y legisladores, todos con un inglés perfecto– daban una conferencia de prensa a todo trapo en el reconocido Club Nacional de Prensa en Washington. La semana siguiente una solicitada, publicada en los diarios norteamericanos de circulación nacional, invitaba a los lectores a “aprender los hechos” sobre la expulsión de Zelaya.
Los zelayistas en Washington todavía siguen tratando de atraer la atención de los grandes medios norteamericanos, para los que Honduras no es un tema prioritario, ni siquiera atractivo. Por ahora los esfuerzos del embajador Reina sólo consiguieron un proyecto de resolución en la Cámara baja que rechaza el golpe de Estado y exige la vuelta de Zelaya, pero el texto dormirá por lo menos un mes hasta que termine el receso de verano. Del Departamento de Estado sólo recibió promesas. “Primero quieren agotar las rutas del diálogo y creo que ya se están agotando”, pronosticó Reina, sin disimular su optimismo.
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