EL MUNDO › EL CONDENADO POR EL ATENTADO DE LOCKERBIE TENIA UN CANCER TERMINAL
Abdelbaset Ali al Megrahi fue liberado por razones humanitarias, pero dijo que era inocente. Le quedan tres meses de vida. La decisión del gobierno escocés fue criticada por Washington y por el líder de los conservadores británicos.
› Por Jonathan Brown *
Vestido con un conjunto deportivo y una gorra de béisbol, de piel amarillenta y cabellos blancos, Abdelbaset Ali al Megrahi era una figura encorvada y frágil cuando ayer abandonó Gran Bretaña por última vez.
Dos horas después de enterarse de su liberación, el hombre que pasó los últimos ocho años de su vida en prisión tras haberse convertido en el único condenado por el atentado de Lockerbie, que mató a 270 personas hace 21 años, subía con dificultad las escaleras de un avión que lo esperaba en el aeropuerto de Glasgow.
El ex agente de inteligencia libio de 57 años regresó ayer a su casa en Trípoli para morir. Una junta médica dictaminó que su cáncer de próstata es irreversible y que le restan tres meses de vida. Mientras se anunciaba su liberación por motivos humanitarios, Al Megrahi insistió una vez más con su inocencia, como desde el primer día.
“A los familiares de las víctimas que puedan tolerar escucharme decir esto, les transmito mis más sinceras condolencias por las pérdidas inimaginables que sufrieron. A aquellos que se alegran por mi enfermedad, no les deseo lo mismo”, señaló un comunicado leído por su abogado.
Ayudado por un bastón y con una bufanda cubriéndole el rostro de las cámaras, el recién liberado prisionero celebró sus primeros momentos de libertad estrechando las manos de sus antiguos guardiacárceles, que lo acompañaron en el trayecto hacia el aeropuerto. Antes de llegar a la pista, el auto tuvo que esquivar a una turba de gente que se había congregado para insultarlo a su paso.
A Al Megrahi se lo fletó a bordo de un Airbus A300 de la compañía Afriqiyah. A los familiares de las víctimas se les aseguró que no sería recibido como un héroe al llegar a Libia. “Es posible que el dolor que siento no me abandone nunca. Quizá mi única liberación sea la muerte”, señaló el libio. “Y todo ello por algo que no hice”, agregó.
La serie de acciones, declaraciones y reacciones del día de ayer, tanto en Londres como en Wa-shington, arrancaron cuando Kenny MacAskill, secretario de Justicia, anunció la decisión del gobierno de Escocia de liberar a Al Megrahi. La conferencia de prensa fue en Edimburgo, a mediodía y a sala repleta. Se programó para que coincidiera con los noticieros de la mañana en Estados Unidos, de donde era originaria la mayoría de las víctimas.
Al justificar su decisión, la que remarcó que era suya y solo suya, el secretario de Justicia admitió que mucha gente no iba a estar de acuerdo con su postura. En un discurso cuidado en sus palabras y cargado de una retórica emotiva, MacAskill apeló al sentido de “humanidad” del pueblo escocés y dijo que éste era el momento en que éste tenía que prevalecer. Si bien Al Megrahi no mostró compasión con sus víctimas, admitió el funcionario, ése no era motivo para que ahora se le denegara a él y a su familia.
“La ejecución de una masacre y una atrocidad no debe hacernos perder de vista quiénes somos, qué valores representamos y qué creencias nos guían en nuestras vidas”, afirmó MacAskill, tras lo cual concluyó: “El señor Al Megrahi enfrenta una sentencia que viene de un tribunal superior a cualquiera que conozcamos, y sus sentencias son irrevocables e inapelables. Es terminal. Es irreversible. Se va a morir”.
Robert Gibbs, vocero de la Casa Blanca, expresó de inmediato el rechazo de Washington a la medida, y la secretaria de Estado, Hillary Clinton, interrumpió incluso sus vacaciones para expresar su “profunda decepción” por la medida. David Cameron, el líder de los conservadores británicos, aseguró a su turno que la decisión “carecía por completo de sentido”.
Según documentos hechos públicos ayer, el estado de salud de Al Megrahi se deterioró rápidamente en los últimos meses y después de los dolores en la espalda con los que comenzó el cáncer, todo su cuerpo habría sido tomado en las últimas semanas haciéndole imposible dormir e incrementando fuertemente su dependencia de los medicamentos.
En su propio escrito presentado ante las autoridades, Al Megrahi recordó cómo había estado detenido con prisión domiciliaria desde 1991 en Libia y cómo, más tarde, se había entregado por su propia voluntad a las autoridades inglesas cuando se le aseguró un juicio justo en Holanda.
“Soy un enfermo terminal. No tengo posibilidades de recuperarme”, alegó.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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