EL MUNDO › EL GOBIERNO NORTEAMERICANO ANUNCIO QUE SUPRIMIRA VISAS Y FONDOS A LA DICTADURA Y NO RECONOCERA LAS ELECCIONES
El presidente derrocado Manuel Zelaya celebró la decisión de Washington tras la reunión que mantuvo con Hillary Clinton. La Casa Blanca suspenderá la entrega de 30 millones de dólares. Antes ya había cancelado los fondos en materia militar.
› Por María Laura Carpineta
Presionado por los países latinoamericanos y la intransigencia de los golpistas hondureños, Barack Obama endureció finalmente su postura y se negó a reconocer el resultado de las próximas elecciones generales en Honduras. Era lo que le venía pidiendo hace más de un mes el presidente depuesto Manuel Zelaya, quien ayer recibió la buena nueva de boca de la secretaria de Estado, Hillary Clinton. “Con esta decisión de Estados Unidos nace un solo bloque de todos los países de América, que condenan el golpe, y no reconocen las autoridades ilegítimas producto de unas elecciones fraudulentas”, celebró Zelaya, al salir de la reunión en el Departamento de Estado, en Washington.
Hacía tiempo que no se lo veía tan contento. Había jugado sus últimas cartas diplomáticas con la OEA y, como él mismo reconoció el miércoles, se le estaba acabando la paciencia. “Con esta declaración de Estados Unidos las cosas cambiaron. Los golpistas jugaban a ganar tiempo. Ahora somos nosotros los que tenemos que esperar hasta que se desgasten y cedan”, explicó vía telefónica el embajador hondureño en Washington, Enrique Reina. El gobierno norteamericano golpeará donde más le duele a la élite empresarial y política hondureña: las visas y la ayuda financiera. Ninguna de las dos sanciones será inmediata.
“La señora Clinton nos prometió que ya comenzaron una revisión completa de las visas de todos los miembros del gobierno de facto y de las personas que lo apoyan. Eso significa no sólo funcionarios, sino también los grupos de la élite que financiaron e impulsaron el golpe”, explicó Reina. En otras palabras, si los golpistas no aceptan la vuelta de Zelaya y la restauración democrática, revocarán las visas, diplomáticas y políticas, de todos los vinculados al golpe de Estado.
La otra promesa que hizo Hillary es la suspensión de los fondos destinados a Honduras, uno de los países más pobres del continente. Washington ya había cancelado la ayuda militar, unos 18 millones de dólares anuales, y en las próximas semanas suspenderá la entrega de otros 30 millones, según confirmó ayer la propia dictadura desde Tegucigalpa. Pero la decisión sobre el grueso de la ayuda financiera, unos 135 millones de dólares de la Cuenta del Milenio, tardará varios meses. “Clinton nos explicó que la decisión la debe tomar el comité evaluador del programa ya que el dinero está asignado hasta el 2010”, señaló el embajador hondureño. Pero aunque las sanciones se irán aplicando gradualmente, el anuncio se sintió como una cachetada en el Palacio de Gobierno en Tegucigalpa. Los golpistas no escondieron su bronca. “Es una decisión poco amistosa, no la podemos aceptar con alegría”, señaló, irritado, el ministro de la presidencia de facto, Rafael Pineda. Según sus propias palabras, ayer un gobierno amigo les dio la espalda. “Lamentamos que un gobierno, que un país y un pueblo que es amigo de nosotros, haya tomado la decisión de irse por el lado de (Hugo) Chávez y condenar al pueblo que lucha contra la expansión marxista en Centroamérica y América”, aseguró el funcionario. Fiel al estilo intransigente que mantuvo la dictadura desde el día del golpe, Pineda adelantó que no darán ni un paso atrás. A lo que no se refirió, en cambio, fue al rechazo estadounidense a las próximas elecciones generales de noviembre. “En la situación actual no podremos respaldar el resultado de las elecciones previstas”, había advertido a la tarde el vocero del Departamento de Estado, Ian Kelly. Con esa declaración, Washington reconoció el clima de miedo, represión y censura que reina en el país centroamericano y que fue denunciado hace unas semanas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Las relaciones entre Estados Unidos y la dictadura quedaron en términos “pocos amistosos” ayer, pero siguen vivas. Clinton se negó a declarar formalmente que lo que sacó a Zelaya del poder en pijamas fue un golpe de Estado militar. Zelaya le había reclamado el miércoles que terminara de condenar el quiebre del orden democrático, un paso previo y necesario antes de la ruptura total de relaciones diplomáticas.
Zelaya habría aceptado la decisión sin protestar demasiado. “Nos guste o no Estados Unidos es el principal socio comercial del país y la ruptura se sentiría muy fuerte en la economía. Una buena analogía sería decir que los grifos se están cerrando cada vez más. Una declaratoria de golpe llevaría a cerrarlos completamente”, justificó el embajador hondureño.
Cerrar el último canal de diálogo con los golpistas sería renunciar a la esperanza de una solución negociada y pacífica.
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