Vie 04.09.2009

EL MUNDO  › CRECE EL VACIO DE PODER EN MEXICO

Diálogo de sordos

› Por Gerardo Albarrán de Alba

Desde México, D. F.

Ni se ven ni se escuchan. Los diputados de oposición y el presidente Felipe Calderón (foto) intercambiaron descalificaciones durante dos días seguidos sin mayor trascendencia para el diálogo político entre poderes.

La tarde del martes, al abrirse los trabajos de la LXI Legislatura del Congreso de la Unión, diputados y senadores del PRI, el PRD, el PT y Convergencia marcaron su distancia de la administración calderonista, señalaron la cadena de errores del oficialismo y llegaron al extremo de exigir la dimisión de quien ostenta el cargo de presidente de la república, como lo planteó el diputado Porfirio Muñoz Ledo, cercano colaborador del ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador.

Y Calderón reclamó nuevamente que sus detractores privilegien el cálculo político por sobre las reformas que el Ejecutivo considera necesarias para “cambiar a fondo” al país.

“En esencia, lo que propongo es pasar de la lógica de los cambios posibles, limitado siempre por los cálculos políticos de los actores, a la lógica de los cambios de fondo, que nos permitan romper las inercias y construir en verdad nuestro futuro”, dijo Calderón en una ceremonia privada en el Palacio Nacional ante mil 400 invitados, en su mayoría burócratas de alto nivel, incluido su gabinete en pleno.

Pero Calderón no asistió el martes a la instalación del Congreso ni escuchó los críticos posicionamientos de los partidos políticos, con la única excepción del oficialista PAN, que lo defendió. En lugar de eso, envió a su secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, quien entregó el informe por escrito sobre el estado que guarda la administración pública en el tercer año del cuestionado calderonismo, en un acto que duró menos de tres minutos.

Las tres horas de cuestionamientos a la política económica, de condenas a la militarización del país para combatir al crimen organizado, de denuncias sobre la sistemática violación de derechos humanos, de exhibición de la galopante corrupción gubernamental y, en suma, de las demandas opositoras de cambio de rumbo quedaron para el anecdotario político. Simplemente, no hubo un interlocutor del Ejecutivo que se diera por enterado.

De nada valió tampoco la presencia el miércoles de algunos legisladores en el faraónico acto donde Calderón leyó su tercer informe de gobierno ante un público ad hoc que le aplaudió sus desplantes de retórica. Solamente se representaban a sí mismos, no al Poder Legislativo y mucho menos a la sociedad general, que ni siquiera pudo acercarse a Palacio Nacional, blindado por el ejército a varias calles a la redonda para impedir el acceso de varios grupos de manifestantes.

Calderón no se dio por aludido cuando el martes el PRI lo acusó de ser lento, titubeante e ineficaz ante la recesión económica y amagó con emplear su mayoría en la Cámara de Diputados para ponerle un alto a sus caprichos e impulsar una agenda de desarrollo regional que trascienda a su administración.

Mucho menos registró cuando el diputado Porfirio Muñoz Ledo, ex alcalde de la capital, llamó a cancelar “la esquizofrenia política” en que se ha sumido al país. Muñoz atribuyó esa esquizofrenia a que el Estado carece de poder, el Ejecutivo de liderazgo, el Congreso de competencias y el ciudadano de representación eficaz. Por todo eso, el líder perredista le exigió a Calderón su dimisión formal. “Para sortear la catástrofe, enderezar el rumbo y garantizar, mediante elecciones libres y pacíficas, la devolución del poder a su legítimo titular: el pueblo de México”, fundamentó Muñoz el pedido de renuncia.

El presidente ni siquiera supo que el PRD le ofreció abrirse a la negociación. “Para retomar nuestra frustrada transición a la democracia”, siempre y cuando no atente contra el bienestar de la población más vulnerable. Tampoco que el otro aliado lopezobradorista, Convergencia, convocó al fortalecimiento de un Estado socialmente responsable para vencer la pobreza; la recuperación del estado de derecho, a través de una efectiva procuración de justicia, y la obligada rendición de cuentas de gobernantes y administradores del presupuesto y los bienes públicos

Nada de lo planteado por los demás grupos parlamentarios de oposición llegó a oídos del presidente, como tampoco los legisladores mostraron visos de transigir con la visión optimista del Calderón, que fue ovacionado por sus subalternos.

“El país permanece fuerte y con rumbo. Más que arredrarnos ante la adversidad, le hemos hecho frente al máximo de nuestras capacidades y limitaciones, gracias a la solidez de las instituciones mexicanas”, se felicitó el presidente en su mensaje desde la residencia de Los Pinos.

Es un diálogo de sordos que sólo agudiza la confrontación política, sin que ninguno de los actores dé respuesta a una sociedad cada vez más cerca del límite.

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