EL MUNDO › POCAS SORPRESAS EN EL PRIMER DEBATE TELEVISADO DE LOS CANDIDATOS PRESIDENCIALES
Enríquez Ominami no conmovió como se esperaba, eclipsado por la pelea entre Frei y Piñera y la buena impresión que dejó Arrate. Un informe dejó mal parado al mayor accionista de LAN.
› Por Christian Palma
Desde Santiago
p>Todos ganaron. Al menos eso dicen al interior de los comandos de los cuatro candidatos presidenciales chilenos que en diciembre próximo quieren llegar a La Moneda, tras el primer debate televisivo que los enfrentó la noche del miércoles. Pero las 400 personas que llegaron al set y los millones de televidentes que presenciaron la hora y media de propuestas y réplicas no piensan así.A juicio de diversos analistas –ninguno independiente claro está–, las conversaciones en los cafés y la mirada de la gente de a pie, esa que aporta la mayor cantidad de votos, el gran ganador –en una jornada más bien monótona y poco novedosa– fue el postulante de la izquierda, Jorge Arrate (68), que, con un discurso consecuente, tranquilo, matizando experiencia y credibilidad, instaló temas potentes como la idea de establecer una nueva Constitución, la renacionalización del cobre y el agua y de impulsar políticas que defiendan realmente a los trabajadores, que levanten a las pymes y protejan a las personas de los abusos del mercado, en especial de las financieras, las farmacéuticas y la banca.
Bien Arrate que, con sus años de circo, no cayó en el juego de las descalificaciones, gambeteó los temas complejos y apeló a una reivindicación de los profesores y los jubilados. Todo con la figura de Salvador Allende planeando sobre sus argumentos. “Soy de izquierda y orgulloso de ello”, fue su tarjeta de presentación para varios que hoy lo destacan como el más creíble de todos. Así, con su débil uno por ciento en las encuestas, para Arrate a partir del miércoles todo será ganancia.
Sin embargo, el punto más álgido llegó cuando el candidato de la Concertación, el demócrata-cristiano Eduardo Frei (67), emplazó a su adversario de la derecha, el multimillonario Sebastián Piñera (59), a explicar cómo un aspirante al principal cargo público del país puede aparecer aludido en un Informe de Transparencia Internacional –publicado el mismo miércoles– por una multa dictada por la Superintendecia de Valores y Seguros en 2006 (la cual Piñera prefirió pagar para evitar judicializar el caso) tras una compra de acciones de LAN, la aerolínea que controla el inversionista. “Hemos sabido de un informe de Transparencia Internacional, que le hace un cargo muy grave al candidato de la derecha por uso de información privilegiada. Transparencia Internacional es un organismo reconocido mundialmente. Y hoy día dice claramente que aquí hubo uso de información privilegiada, y que eso puso en debate la transparencia y la credibilidad del sistema chileno”, acusó el ex presidente de Chile, que en todo caso, en el resto de su tiempo, fue más bien neutro y muy apegado al discurso del continuismo y no de un cambio sustantivo en la política chilena.
De todas maneras, la cara de Piñera se desfiguró. Volvieron todos sus tics empalagosos que hasta ese rato había disfrazado de buena forma. El nerviosismo y la rabia hicieron notar aún más sus párpados operados. Silencio, luego pifias y gritos.
Esto porque el ataque de Frei fue justo antes de la tanda de comerciales. Ya en vivo, Piñera se defendió al asegurar que nunca utilizó información privilegiada y pidió una disculpa, pero ya la herida estaba abierta. Frei no hizo gesto alguno y las explicaciones respecto de que sus inversiones “siempre han sido transparentes” apenas entibiaban la fría noche santiaguina.
Un duro golpe al candidato mejor posicionado –hasta ahora– en las encuestas que, sin duda –por más que todo su aparataje comunicativo trató ayer de desligarlo de la acusación, aduciendo un montaje de la Concertación para enlodarlo–, perdió más de lo que ganó antes de entrar a los estudios de Televisión Nacional de Chile.
A eso se debe agregar un nerviosismo inusual para un personaje de su calado y una propuesta centrada más en repetir lo ya dicho que en entregar un verdadero golpe de timón. Su llamado al cambio y a la unidad nacional quedará, a juicio de muchos, en el anecdotario.
El cuarto candidato, el independiente Marco Enríquez Ominami (36), que si bien estuvo correcto al aprovechar sus conocimientos televisivos, respondiendo en los tiempos precisos, no despeinó el set como se esperaba, eclipsado por la pelea de “perros grandes” entre Frei y Piñera y la buena impresión que dejó Arrate.
Quizás su único “gol” fue cuestionar la propuesta antidelincuencia de Piñera, pues “no se menciona a los ladrones de cuello y corbata”, en una alusión directa al propio Piñera. Tampoco le tembló la mano a la hora de criticar la gestión de Frei en su anterior pasada por La Moneda (1994-2000) al recordar, por ejemplo, un nefasto episodio relacionado con la construcción de viviendas sociales, de muy mala calidad. Se esperaba más de quien aspira a conquistar el voto indeciso con un discurso fuerte y progresista.
El planteamiento de Enríquez Ominami apuntó más a la galería, con frases hechas, fustigando a los dos contendores que lideran las encuestas, y tratando de dejar claro que él es la renovación necesaria en la política chilena. Cierto o no, su presentación le dio más solidez a su candidatura que lo alejó del mote de neófito político con que lo espetan sus rivales, pero no a la altura de un estadista como los anteriores presidentes de Chile, coinciden los sociólogos. En resumen, un debate “fome”, como decimos en Chile.
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