Sáb 26.09.2009

EL MUNDO  › LA MáXIMA INSTANCIA DE LA ONU EXIGE EL FIN DEL ASEDIO A LA EMBAJADA BRASILEñA

El caso hondureño llegó al Consejo

Los golpistas atacaron con gases tóxicos al presidente derrocado y a las cien personas que resisten junto a él en la sede diplomática brasileña. Zelaya se descompuso y tuvo que cambiar de habitación, dijo su médico a Página/12.

Mientras en Nueva York el Consejo de Seguridad de la ONU exigía el fin del asedio a la embajada brasileña en Honduras, en el país centroamericano los golpistas subían la apuesta y atacaban con gases tóxicos al presidente Manuel Zelaya y a las cien personas que resisten junto a él. Desde la mañana el mandatario derrocado denunció que estaban padeciendo síntomas extraños: ardor en la garganta, picazón en las extremidades, ampollas en la piel, migrañas, gusto amargo en el paladar y cerca de un veintena de personas vomitaron o defecaron con sangre. “Estamos pidiendo que intervengan de manera inmediata los organismos de protección humana, como la Cruz Roja Internacional”, reclamó Zelaya. El presidente hondureño estaba enojado. Anteayer se había ido a dormir tras anunciar orgulloso al mundo que se abría un diálogo. Otra vez, la dictadura lo dejó en offside.

La irritación de Zelaya también tiene una razón química, según su médico personal y viceministro de Salud, Alfonso Díaz Pon. “Recién estuve en el cuarto del presidente y no se puede estar allí. Al minuto ya te empieza a quemar la garganta y sentís que se te calienta la piel”, le relató a este diario vía telefónica. El mandatario utiliza para descansar y recibir visitas una habitación en el primer piso, con una ventana que da a la calle. Ayer se tuvo que mudar. “Tenía los ojos totalmente colorados y le molestaba la garganta”, contó su médico, quien también empezaba a sentir los síntomas del resto de la embajada. Cada diez palabras, se disculpaba para tocer. Cuando Página/12 habló con él hacía apenas dos horas que había entrado a la casa.

Según relató, la situación de alguno de los zelayistas que resistían junto al presidente derrocado empezaba a deteriorse. “Ahora estoy revisando a un paciente de 52 años, diabético, hipertenso y con problemas cardíacos. Está tirado sobre un cartón en el garaje y cada vez se le hace más difícil respirar. Esto es grave; ya no son los residuos de las bombas lacrimógenas del martes a la madrugada”, aseguró Díaz Pon.

Junto con toxicólogos y representantes de la Cruz Roja y de la ONU, los médicos del equipo de Zelaya pasaron la tarde juntando muestras y haciendo análisis para identificar los tóxicos que fueron utilizados por los golpistas. La primera conclusión, según Díaz Pon, es que habrían lanzado Cesio 132, una sustancia que provoca vómitos y otros malestares. “No puedo confirmarlo, pero el rumor que corre es que se lo compraron a los israelíes”, agregó el médico.

El ataque con gases fue descripto por el canciller de Luiz Inácio Lula da Silva en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como una nueva afrenta contra la soberanía brasileña de la embajada en Tegucigalpa. Celso Amorim relató con lujo de detalles el corte de luz y agua que sufrió Zelaya y su gente durante sus primeras treinta horas en la sede diplomática, el racionamiento de comida y el bloqueo de las llamadas que aún continúan y, por último, la instalación de equipos de sonidos alrededor de la embajada que aturden y marean a los cerca de cien moradores.

“Son claras violaciones de las reglas de la Convención de Ginebra sobre las relaciones diplomáticas”, sentenció el canciller brasileño, quien recibió el apoyo que esperaba del Consejo de Seguridad. El único organismo de la ONU que tiene la llave para una intervención militar emitió una advertencia concreta y directa. “Condenamos los actos de intimidación contra la Embajada de Brasil y llamamos al gobierno de facto en Honduras a dejar de acosar”, señaló la resolución, leída por la embajadora norteamericana ante la ONU, Susan Rice.

Con el pasar del día y ante el incremento de las denuncias desde adentro de la embajada brasileña en Tegucigalpa, la presión no paró de crecer. La Corte Interamericana de Derechos Humanos le exigió al gobierno de facto que suspenda el uso de cualquier sustancia tóxica en las inmediaciones de la sede diplomática de Brasilia y reclamó que permita el acceso de más médicos, toxicólogos y miembros de las organizaciones de derechos humanos locales.

La respuesta del régimen de facto, encabezado por Roberto Micheletti, fue casi burlona. “Lo único que hay en este momento en esa zona es un operativo de limpieza que realiza la Alcaldía Municipal del Distrito Central”, explicó la dictadura a través de un comunicado oficial. Para peor, responsabilizaron a los zelayistas de cualquier exceso en el uso de químicos. “Los trabajos de limpieza se hacen normalmente, pero en estos días se ha tenido que redoblar el personal debido a la presencia de seguidores de Zelaya, como también de las personas que llegan a visitarlo”, agregó el texto.

Según el régimen de facto, la primera dama, Xiomara Castro, confundió a los trabajadores municipales de limpieza con encapuchados que lanzaban gases tóxicos con mangueras hacia el patio de la embajada. Un error que puede ocurrirle a cualquiera.

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