EL MUNDO › OPINIóN
› Por Amy Goodman *
Wendell Potter es la peor pesadilla de la industria de los seguros de salud. Se convirtió en informante. Potter, ex principal portavoz de la gigante aseguradora Cigna, declaró recientemente ante el Congreso de Estados Unidos: “Mi nombre es Wendell Potter. Durante veinte años trabajé de ejecutivo de empresas de seguros de salud y vi cómo confunden a sus clientes y abandonan a los enfermos, todo para dejar conformes a los inversores de Wall Street”.
Potter estuvo muy involucrado en el de-sarrollo de estrategias de Cigna y de la industria de seguros en general para mantener su alto nivel de ganancias, obtenidas gracias al sistema de salud estadounidense. Me dijo: “A lo que más temen es a un sistema de pagador único. Pero temen incluso que se proponga la opción de un seguro de salud público. Pondrán todas las trabas que puedan para frustrarla, para tratar de asustar a la gente de modo que piense que apoyar una opción de seguro de salud público provocaría una rápida caída hacia el socialismo... poniendo a la burocracia gubernamental entre uno y el médico. Han utilizado estos argumentos durante años y siempre han funcionado”.
En 2007, Cigna negó a una adolescente de California, Nataline Sarkisyan, cobertura médica para un trasplante de hígado. Su familia denunció el hecho en los medios. La Asociación de Enfermeros (CNA, por sus siglas en inglés) en California apoyó la denuncia. Geri Jenkins es director de la CNA. Dijo: “Es realmente atroz que permitamos que se tomen decisiones pensando en el dinero y no en las vidas humanas y en lo que se necesita para mantener con vida a la gente. La familia Sarkisyan tenía seguro de salud. Y ésa es la cuestión aquí. Tenían seguro. Habían hecho todo lo que se esperaba de ellos. Trabajaban mucho, pagaron por su seguro y, sin embargo, cuando lo necesitaron no estaba allí para ellos”. Bajo creciente presión, Cigna finalmente le otorgó cobertura para realizar el trasplante. Fue demasiado tarde. Dos horas después de la autorización, Nataline murió. Wendell Potter era el portavoz de Cigna.
Cuando iba en camino a visitar a unos familiares en Tennessee, Potter se detuvo en una “expedición médica” en Wise, Virginia. Las personas viajaban durante horas en automóvil para recibir asistencia gratuita en clínicas provisorias instaladas en establos para animales en el predio de un parque de atracciones local. Potter me dijo que semanas más tarde, mientras volaba en un avión de la empresa Cigna junto a su director ejecutivo, “me di cuenta de que las primas de algunas personas me ayudaban a viajar en primera clase, que pagarían mi almuerzo, servido en vajillas de porcelana china. Y luego pensé en esos hombres y mujeres que había visto en el condado de Wise, que definitivamente no tenían ni idea de cómo viven los ejecutivos de las empresas de seguros”.
Los ejecutivos de la industria de seguros y los inversores de Wall Street son adictos a las enormes ganancias y a los aumentos de dos dígitos en las tasas anuales. Para acaparar más ganancias –dice Potter–, si una persona hace una solicitud importante de cobertura, el asegurador a menudo inspeccionará la solicitud de cobertura original en busca de cualquier error que permita cancelar la póliza. De manera similar, si los empleados de una pequeña empresa hacen demasiados reclamos de reembolso, la aseguradora –explica– “muy probablemente aumente tanto las tasas que a su empleador no le quedará otra alternativa que dejar a uno y a sus compañeros de trabajo sin seguro médico”.
Esta semana, mientras la Cámara de Representantes y el Senado presentan sus proyectos de ley sobre el sistema de salud, Potter señaló: “La industria de los seguros de salud se ha venido anticipando a este debate sobre el sistema de salud desde hace muchos años... y se ha posicionado para estar muy cerca de los miembros influyentes de ambos partidos en el Congreso”. El senador de Montana, Max Baucus, preside el Comité de Finanzas del Senado, clave para la reforma del sistema de salud.
Potter prosiguió: “Las industrias de seguros, la farmacéutica y otros involucrados en el sector de la asistencia médica han donado millones de dólares a sus campañas en los últimos años. Pero, además del dinero, son las relaciones las que cuentan, y por eso la industria de seguros contrató a muchos, pero muchos lobbistas, algunos de los cuales trabajaron para miembros del Congreso”.
La industria de los seguros y otros grupos que tienen intereses económicos en el ámbito de la salud cabildean fuerte contra la opción de seguro de salud público sin fines de lucro que propone el gobierno, y están gastando, según el Washington Post, un millón 400 mil dólares al día para persuadir al Congreso y a la opinión pública.
No nos dejemos engañar. La negativa de las empresas de seguro médico a proporcionar a sus clientes la cobertura requerida mata gente, y Wendell Potter conoce todos los secretos. Sus denuncias podrían ser justo lo que se necesita para desechar por fin lo que está “enfermo” en nuestro sistema de asistencia de salud.
* De La Jornada de México. Especial para Página/12.
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