EL MUNDO › ZELAYA EXTENDIó EL PLAZO HASTA EL LUNES PORQUE MICHELETTI NO ACEPTA AúN LA VUELTA DEL PRESIDENTE LEGíTIMO
El diálogo en Tegucigalpa se trabó porque los golpistas proponían que la vuelta de Zelaya quedara en manos de la Corte Suprema de Justicia. Los zelayistas quieren que lo restituya el Congreso. Siguen los tironeos.
› Por María Laura Carpineta
Por un momento los zelayistas creyeron acariciar un acuerdo con la dictadura. Después de varios días de amagos, el presidente derrocado Manuel Zelaya había dado el brazo a torcer otra vez, al romper su propio plazo y permitir que el diálogo continuara 24 horas, y vencido el plazo volvió a dar el brazo a torcer al estirarlo hasta el lunes. Hasta ayer el mandatario de facto Roberto Micheletti no había aceptado la restitución de Zelaya en el poder. “El régimen de facto vino hoy (por ayer) con una propuesta que es totalmente inaceptable. No-sotros se la devolvimos y presentamos otra, basada en el Plan de San José”, explicó a este diario Mayra Mejía, una de las negociadoras zelayistas. El texto de los golpistas proponía que la vuelta de Zelaya quedara en manos de la Corte Suprema de Justicia, tribunal que legitimó sin dudar el golpe de Estado que lo había derrocado. Según reconoció una fuente de la dictadura que siguió de cerca la negociación, la propuesta llevó casi al quiebre del diálogo. “Por un momento no estábamos seguros si volverían”, le dijo a este diario, vía telefónica.
Pero Zelaya no quería ser quien pateara la mesa y rompiera la negociación, así que mandó a sus hombres de vuelta, con la misma propuesta del jueves. “Nosotros propusieron que fuera el Congreso –que previa opinión de las instancias pertinentes, incluyendo la Corte Suprema de Justicia– emita su decisión”, explicó en una breve conferencia de prensa el jefe del equipo zelayista, Víctor Meza. Ese era el único punto que impedía anoche la firma de un acuerdo.
Los hondureños se habían ido a dormir el jueves con la promesa de que habían ingresado en el tramo final de la historia que había comenzado el 28 de junio pasado al amanecer, cuando un comando militar secuestró a Zelaya del Palacio de Gobierno y lo sacó del país, sólo y en piyamas. Después de un día teñido por la incertidumbre y lo que pareció como una espera interminable, uno de los tres negociadores zelayistas enfrentó las cámaras y ofreció una pizca de optimismo. “Tenemos casi la convicción de que estamos a un punto de lograr un acuerdo definitivo que nos permitirá la salida de esta crisis que nos agobia y atormenta desde hace varios meses”, aseguró el ministro de gobierno de Zelaya Víctor Meza, tras anunciar que el plazo de la medianoche del jueves se extendería hasta el mediodía de ayer. Pero ni bien se volvieron a sentar en la mesa de diálogo, a las 10.30 hora local, el hermetismo y la incertidumbre volvieron a adueñarse del centro de Tegucigalpa. La idea original era negociar hasta el mediodía, ni un minuto más. Los zelayistas esperaron y esperaron, y una hora después los negociadores de Micheletti pidieron una nueva postergación. Tres horas más para cerrar los últimos detalles. Pero las tres horas se convirtieron en casi seis.
Con el pasar de las horas, el optimismo empezaba a decaer entre los cientos de hombres y mujeres de la resistencia popular que esperaban noticias frente del hotel, donde negociaban zelayistas y golpistas. “Están pidiendo receso y receso... no sabemos si lo están haciendo para llegar a un acuerdo o simplemente para ganar tiempo. Nos está ganando un poco el pesimismo”, relató el líder sindical y ex negociador zelayista Juan Barahona, sin poder disimular la tristeza que impregnaba su voz.
A mitad de la tarde, Barahona y el resto de la cúpula de la resistencia dieron la orden de desconcentrarse y retirarse a sus casas. “No sabemos a qué hora va a terminar la reunión. Vamos a ver si podemos regresar al hotel a la noche cuando ya hayan tomado una decisión”, señaló. Desde temprano, explicó, la dictadura había desplegado un número de soldados y policías más grande de lo usual en la zona céntrica de Tegucigalpa, alrededor del hotel, donde se instaló la mesa de diálogo la semana pasada. Así, en medio del silencio, la tensión y la ansiedad, pasó la tarde. De vez en cuando se escuchaba alguna frase, de un lado o del otro, que alimentaba o aplastaba las esperanzas de un acuerdo inmediato, que garantizara la restitución de Zelaya, por un lado, y el reconocimiento internacional y de los propios hondureños de las elecciones generales del mes que viene, por el otro.
“Cuándo vuelve Zelaya no es un tema de discusión porque aún no se decidió si se lo va a restituir”, aseguró la vicencaciller de facto, Martha Lorena Alvarado, desmintiendo las versiones zelayistas que sostenían que apenas faltaba consensuar los últimos detalles de la vuelta del presidente legítimo. Según relató vía telefónica a este diario, los dos equipos de negociadores pidieron cuartos intermedios para hacer consultas con sus jefes respectivos varias veces a lo largo del día y, al cierre de esta edición, no estaba claro si el presidente Zelaya aún mantenía un plazo último. “Nuestro único plazo es el bien de Honduras”, aseguró la funcionaria de Micheletti, quien sistemáticamente desde que comenzaron las negociaciones diplomáticas dilató y entorpeció el diálogo con los zelayistas y la comunidad internacional.
Más tarde y recuperando las palabras fatalistas de Alvarado, la canciller de Zelaya, Patricia Rodas, firmó el certificado de defunción del diálogo desde Bolivia, donde participa de la Cumbre del Alba. La confusión era tal que tanto sus propios compañeros como los negociadores golpistas tuvieron que salir a desmentirla.
Ya había caído la noche. Fuera del hotel los policías dominaban sólo las calles y los alrededores. Adentro, la vorágine volvía a empezar. Los periodistas se apretujaban en los pasillos a la espera de una cara conocida, algún negociador o asesor, zelayista o michelettista. Pero los dos equipos habían cerrado la puerta detrás suyo y todo indicaba que estarían allí dentro por un buen rato.
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