Desde Berlín

Bajo un frío intenso y una garúa constante, Berlín festejó ordenada y bajo prusianas medidas de seguridad los veinte años de la caída del Muro. Como en 1989, la puerta de Brandeburgo sirvió de escenario para los discursos, conciertos y fuegos artificiales. Además de la canciller alemana Angela Merkel, no por azar el centro lo ocuparon los representantes actuales (hubo primeros ministros, presidentes, cancilleres, ministras de Relaciones Exteriores) de Francia, Inglaterra, Estados Unidos y Rusia, las cuatro potencias aliadas que ocuparon Berlín tras la Segunda Guerra Mundial. Pero también asistieron Premios Nobel y líderes políticos de aquel entonces, cuando con el Muro se derrumbó la Cortina de Hierro y se volvió evidente el fin de la Guerra Fría. El símbolo que los alemanes eligieron para representar la reunificación fue un larguísimo dominó de mil piezas pintado por escolares que recorrió, por etapas, un kilómetro y medio de lo que fue ese muro duro. La lluvia no amenizó la función, aunque le dio un tono épico.

Todos hablaron de Freiheit, freedom o libertad, dependiendo de la nacionalidad del orador. También de democracia, derechos humanos, seguridad y terrorismo. Provenientes de más de treinta países, hubo líderes de todo el mundo. Aunque los focos se concentraron en Merkel, el presidente francés Nicolas Sarkozy, el ruso Dimitri Medvedev, el primer ministro británico Gordon Brown y la canciller estadounidense, Hillary Clinton. Pero también hubo una instancia posterior en la que los principales actores de aquel entonces fueron los protagonistas. Magnético para los alemanes, Mijail Gorbachov (Gorbi lo llaman acá con afecto) dijo lo suyo, acompañado por el ex ministro de Relaciones Exteriores de la República Federal alemana Hans-Dietrich Genscher. Y a las ocho y media el ex presidente polaco y líder del sindicato Solidaridad Lech Walesa, empujó al mismo tiempo que Miklos Nemeth, el primer ministro húngaro en 1989, las primeras piezas de más de dos metros de altura del dominó gigante. Fue el clímax de la noche, acompañado en su última etapa por música heroica y fuegos artificiales que se perdían detrás de las espesas nubes.

Los discursos de Merkel y del alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, así como las palabras del director argentino-israelí de la Staatskapelle de Berlín, Daniel Barenboim, hicieron mención a otro episodio nodal de la historia alemana, que tuvo ayer también una efemérides. Se trata de la “Noche de los cristales rotos” de 1938, cuando los nazis volvieron explícito y violento su antisemitismo. Fue por eso que la Staatskapelle tocó “Un superviviente de Varsovia”, del compositor judío austríaco Arnold Schoenberg. “La división también pudo ser superada porque hemos aprendido las lecciones necesarias de nuestra historia entre 1933 y 1945”, había declarado antes el actual presidente alemán y ex jefe del Fondo Monetario Internacional, Horst Kohler.

Barack Obama no pudo asistir al evento por “problemas de agenda”. Fue por eso que envió a su ministra junto a un video con su mensaje: “Mientras un ser humano no sea libre, no podemos sentirnos todos libres”, dijo (ver aparte). En la misma línea, Merkel declaró que “la libertad no se consigue sola. Por ella se pelea”. Y agregó: “Sin libertad no hay democracia, ni tolerancia, ni Europa unida”. A su turno, Sarkozy recordó las dos grandes guerras en las que ambos países se enfrentaron. Es por eso, dijo, que son ellos quienes tienen la “enorme responsabilidad” de garantizar la paz. Brown apeló a la poesía: “Ustedes se han atrevido a soñar en la oscuridad”, mientras que Medvedev afirmó que aquel día fue “un punto de inflexión para el destino de toda la Humanidad”.

Entre aplausos, Gorbachov llamó a “luchar contra la opresión”. Entre él y Walesa hay una suerte de puja. Los alemanes adoran a “Gorbi” y respetan a Walesa, cosa que a este último pareciera no caerle muy en gracia. Tan es así que en una entrevista a la televisión polaca TVN24 afirmó: “Es mentira que Gorbachov tirase el Muro. Me pone triste que hoy se considere héroes a quienes no lo fueron. Gorbachov no quería derrocar ni el comunismo ni el Muro de Berlín. El Muro lo tiró en un 50 por ciento el papa Juan Pablo II, en un 30 por ciento Solidaridad y sólo en un 20 por ciento el resto del mundo”.

Antes, durante y después hubo shows musicales: Bon Jovi, el himno del DJ Paul van Dyk, la Staatskapelle. Pero la sorpresa la dio el tenor Plácido Domingo cuando canto Berliner Luft (aire berlinés), una canción tan popular como germana. Fue un momento en el que los paraguas empezaron a bailar. Tanto, que hasta Merkel se rió.

La misma Merkel había reconocido antes que “la reunificación de Alemania aún no ha concluido”. Bajo la lluvia, André le daba la razón. Proveniente del Este, se lo notaba emocionado. “Es que yo estuve ahí en el ’89, sentado arriba de ese muro, exactamente frente a la puerta de Brandeburgo”, explicaba y agitaba las manos. “Pero Merkel tiene razón, todavía no se terminó. Hoy mismo estuve en la Alexanderplatz (epicentro de la República Democrática Alemana) y un hombre grande repartía el Junge Welt (Mundo joven), un diario que viene de la RDA y hoy sigue siendo propaganda del partido. El me decía que ahora hay más desocupación, que los ossies estamos marginados. Y yo le decía que no, que mi hijo de 17 se las está rebuscando bien. Que quizás ahora no alcance con mandar cinco curriculum, que quizás haya que mandar treinta.” André prefirió no dar su apellido, quizá por su historia personal. Una historia que para muchos de los muchachitos que pintaron las piezas del dominó gigante son sólo “historias de los más grandes”.