El presidente Barack Obama aceptará el Premio Nobel de la Paz de este año hoy en Oslo, abordando la paradoja de que recibe el honor justo diez días después de comprometerse a mandar 30.000 tropas adicionales a la guerra en Afganistán. El presidente aprovechará la presentación en el Auditorio Municipal de Oslo como una oportunidad para explicar, si puede, cómo llevar adelante dos guerras es compatible con su visión más amplia de derribar los muros con diálogos y cooperación.

El premio sigue dividiendo las opiniones entre quienes consideran el galardón injustificado y los que lo defienden. El comité Nobel causó asombro en el planeta –y en el laureado– el 9 de octubre al atribuir el premio a Obama, quien había llegado a la Casa Blanca menos de nueve meses antes y todavía está inmerso en los conflictos de Irak y Afganistán. Aunque el premio le fue otorgado a Obama en parte sobre la base de su serie de excelentes discursos, por ejemplo en el que prohíbe armas nucleares y en el que reconecta a Estados Unidos con el mundo musulmán, su discurso de hoy seguramente será menos exitoso. Tampoco ayuda las actitudes poco favorables dentro de Estados Unidos.

Una encuesta publicada el martes en Estados Unidos por la Universidad de Quinnipiac muestra que dos de cada tres estadounidenses consideran que su presidente no merece el Nobel. Y tanto como un 41 por ciento dicen que valoran menos a todo el sistema del Premio Nobel por la elección de Obama.

En Noruega, los reacciones son contradictorias. Según una encuesta difundida ayer en el diario Verdens Gang sólo 35,9 por ciento de los noruegos consideran que Obama merece el premio contra 33,5 por ciento que opinan lo contrario.

El mandatario norteamericano declinó participar del tradicional almuerzo con el rey Harald V de Noruega y, a diferencia de otros premiados, no dará una conferencia de prensa ni asistirá a un concierto que se ofrecerá en su honor al día siguiente de recibir el Nobel. Esta decisión es considerada “descortés” por el 44 por ciento de los noruegos, según mostró un sondeo elaborado por la consultora InFact y publicado ayer en el diario Verdens Gang. Un 34 por ciento de los 1100 consultados dijo no ver nada inapropiado en la decisión del presidente. Más de la mitad, el 53 por ciento, consideró también “descortés” su inasistencia al concierto, mientras que un 27 por ciento se manifestó en desacuerdo con que esto sea una falta de respeto.

Un especialista en relaciones públicas citado por el diario noruego que difundió la encuesta dijo que la decisión de Obama obedecía a “una evaluación política fría y estratégicamente calculada”. “Es una jugada inteligente, ya que quiere mantener un perfil bajo y quiere evitar que la medalla del Nobel brille demasiado”, dijo el experto, Kjell Terje Ringdal. Se enfrenta a la crítica de los grupos de derechos humanos, quienes cuestionan por qué merece el premio por lo que ellos consideran un compromiso opuesta a su causa. Mientras que fue rápido para ponerle fin a la tortura por parte de la CIA y ordenó el cierre de Guantánamo, parece evitar criticar la represión china o la respuesta de Irán a las manifestaciones después de las elecciones presidenciales en ese país.

Los asistentes dicen que Obama comenzó a trabajar sobre su discurso de Oslo dos días después de haber dado su discurso sobre la expansión de la guerra en Afganistán. Como guía, dicen, leyó los anteriores discursos de aceptación dados por figuras como Nelson Mandela y Martin Luther King.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère