EL MUNDO › EL GOBIERNO DE AHMADINEJAD EXPULSA PERIODISTAS EXTRANJEROS Y ENCARCELA A LOS LOCALES
Los iraníes de la diáspora viven pegados a Internet escrutando las informaciones que, desde el interior, la oposición hace circular a través de los portales con los cuales rompe el cerco de la censura y corta información oficial.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Ahmad Salamatian pasa muchas horas al día ante la pantalla de su computadora. Este analista político, propietario de una librería en el barrio latino de París y ex secretario de Relaciones Exteriores del primer gobierno que se instaló después de la revolución que derrocó al sha de Irán (1979), asiste asombrado a dos acontecimientos simultáneos: la revuelta del pueblo iraní contra la dictadura de la presidencia de Mahmud Ahmadinejad, que se aceleró luego de la controvertida reelección de Ahmadinejad (junio de 2009), y la batalla por la información que ambos campos protagonizan a través de Internet. Los iraníes de la diáspora viven pegados a Internet escrutando las informaciones que, desde el interior, la oposición hace circular a través de los portales con los cuales rompe el cerco de la censura y, al mismo tiempo, pone en cortocircuito la información oficial difundida por Teherán.
Para muchos analistas, esta guerra de la información no hace sino poner de relieve la fractura entre un poder dogmático y desactualizado y un sector de la sociedad que evolucionó más rápido que el sistema político que gobierna el país. Ahmad Salamatian comenta al respecto que “si en 1979 había una porción de la clase política que estaba adelantada en relación con la sociedad, hoy la forma política que se le impone al país es anacrónica”. Expulsión de periodistas extranjeros, arresto de decenas de periodistas locales, cierre de diarios y revistas y penas de cárcel contra cualquiera que intente informar libremente son los componentes de la metodología empleada por el poder iraní desde mediados del año pasado para amordazar a la sociedad. Esfuerzo inútil: “La información circula, todo el tiempo, en todas las direcciones”, destaca Ahmad Salamatian. Thierry Coville, un economista especializado en Irán, comentó al diario Le Monde que el poder iraní “se basa en esquemas que datan de hace varias décadas. El poder lleva a cabo arrestos cuando en realidad no está frente a un movimiento dotado de jefes, sino a un movimiento de la sociedad: el poder ve cómo le explota en la cara una revolución de las mentalidades”.
Teléfonos móviles, cámaras fotográficas numéricas, el movimiento iraní filma sus propias protestas y las pone de inmediato en la red. Estas imágenes vienen a contradecir las que el oficialismo difundió por sus canales. Y, sin embargo, el gobierno iraní ya había aplicado antes una dura censura sobre Internet. En 2002, una comisión se encargó de establecer una lista de portales ilegales y más tarde el régimen puso todo su peso para que, mediante la tecnología, Internet sufriera una censura drástica. Esa política lo llevó a aparecer en la lista de doce países “enemigos de Internet” establecida por Reporteros sin Fronteras (RSF). Según datos del portal Internet World Stats 32, dos millones de los 66 millones de habitantes con que cuenta Irán tiene acceso a Internet mientras que 45 millones de personas tienen un teléfono móvil. El aparato iraní ha llevado a cabo una prolija represión de los accesos a los portales tanto más eficaz cuanto que desde septiembre del año pasado los Guardianes de la Revolución pasaron a ser propietarios de la TCI, la Red de Telecomunicaciones iraníes. Resulta entonces complicado acceder libremente a la red. Desde junio de 2009 muchos portales y blogs fueron suprimidos, pirateados, bloqueados y sus animadores encarcelados. Uno de las más famosas ciberfeministas, Mansoureh Shojaii, fue detenida la semana pasada y muchos de los responsables de los portales o blogs que difunden informaciones de la oposición están detenidos o se exiliaron. Es bastante común que la consulta de algún portal de la oposición basado en el extranjero, Balatarin por ejemplo, conduzca no al portal en sí, sino a un sitio que se encarga de difundir propaganda del régimen.
Las autoridades iraníes prohibieron ayer que los ciudadanos tengan cualquier contacto con unas sesenta ONG así como con varios medios de comunicación y estructuras que les son hostiles. Entre las ONG proscriptas figuran Human Rights Watch, Brookings Institution, la fundación George Soros, National Endowment for Democracy (NED) y las fundaciones Ford y Rockfeller. En cuanto a los medios de comunicación, cuyo contacto está prohibido, el decreto menciona los “canales vía satélite en persa hostiles a la República islámica” –la Voz de América, BBC, Radio Farda, Kol Israel–. La restricción también afecta a uno de los principales portales de la oposición como Rahesabz.com. Esta web es la que difunde casi en tiempo real las imágenes de las manifestaciones y desempeñó un papel preponderante en los últimos cuatro meses. Consciente de su eficacia, el aparato iraní adoptó una estrategia similar a la de Rahesabz.com difundiendo sus propias imágenes e informaciones. La semana pasada, el Ejecutivo iraní dejó circular el rumor según el cual el líder de la oposición iraní, Mir Hossein Moussavi, se había ido al extranjero. Durante varias horas la información ocupó las primeras planas de los informativos hasta que la oposición la desmintió por medio de Internet. Y como ya ocurrió en Irak en muchos otros campos, la represión en la red se hace con material vendido por Occidente. El Wall Street Journal reveló hace poco que la empresa Nokia Siemens está en una lista de los grupos que, a finales de 2008, le vendieron a Irán el material necesario para analizar las comunicaciones a través de Internet. Con la hipocresía que caracteriza a esos grupos de telefonía occidentales, el portavoz de Siemens Nokia, Ben Roome, explicó que “si se venden redes también se vende, de forma intrínseca, la capacidad de interceptar las comunicaciones que circulan”.
Los opositores iraníes en el exterior están convencidos de que el ocaso del régimen está programado. Ahmad Salamatien observa al respecto que lo que vive Irán no es una revolución ni un movimiento insurreccional, sino “una contestación cívica que no se inscribe en una relación de fuerzas y que, por consiguiente, no puede ser combatida con las armas”. El analista y ex ministro iraní acota que lo que hoy se produce es “un enfrentamiento en el seno mismo del régimen. La contestación se está instalando durablemente en el corazón de la vida política”.
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