EL MUNDO › OFENSIVA CONTRA DIRIGENTES DE AL QAIDA TRAS LA PRESIóN DE ESTADOS UNIDOS
Qassem al Rimi habría muerto durante un bombardeo junto con otros cinco terroristas, según informó el gobierno yemení, que lo responsabiliza de la mayoría de los atentados cometidos en los últimos años por Al Qaida en la Península Arábiga.
A menos de un mes de que Estados Unidos pusiera el ojo y la billetera en Yemen y su lucha contra el terrorismo, Al Qaida sufrió ayer su primer gran golpe. Según informaron fuentes de seguridad del gobierno yemení, que difundió la embajada norteamericana en ese país, seis dirigentes de la red habrían muerto en un bombardeo aéreo, tres de los cuales formaban parte de la primera plana de Al Qaida en la Península Arábiga, la rama del grupo internacional que se adjudicó el atentado fallido en el avión norteamericano el día de Navidad. Qassem al Rimi, una de las presuntas víctimas, era considerado el máximo jefe militar de Al Qaida en ese país.
Rimi es uno de los 23 miembros de Al Qaida que se habían escapado de una prisión de seguridad en la provincia de Sanaa en febrero de 2006. “Rimi es el principal artesano de la mayoría de las operaciones de Al Qaida en Yemen”, explicó un funcionario yemení, quien pidió no dar su nombre hasta que el gobierno confirme la identidad de los muertos. Pero de confirmarse que uno de ellos es Rimi, sería una importante victoria para las fuerzas de seguridad del empobrecido y débil país mulsulmán. El miliciano era un viejo conocido. Hacía años que estaba en la lista de los más buscados del país y en los dos últimos se les había escapado entre los dedos a los soldados yemeníes, la primera vez en la provincia de Marib, en el este, y recientemente en Arbah, cerca de Saná, la capital.
Los otros dirigentes que habrían muerto con él, cuando una bomba cayó sobre los dos autos en los que viajaban, son Aidh al Shabwani y un ciudadano egipcio, Abu Ayman. El primero es identificado por el gobierno yemení como el jefe de la red en la provincia de Marib, uno de los bastiones de Al Qaida y sede de los campos de entrenamiento, por el que pasó Umar Faruk Abdulmutallab, el joven nigeriano que intentó hacer explotar el avión que se acercaba al aeropuerto de Detroit.
Esa provincia no sólo alberga y cobija entre sus montañas a los combatientes que llegan desde Arabia Saudita, Afganistán y Pakistán, sino que además es el hogar de los pozos petroleros y gasíferos más importantes del país, todos a cargo de empresas internacionales.
El bombardeo aéreo, sin embargo, tuvo lugar en la desértica provincia de Saada. Según las informaciones extraoficiales, las explosiones sorprendieron a los ocho miembros de Al Qaida cuando viajaban en dos autos. Seis habrían muerto inmediatamente y las fuerzas yemeníes aún buscan a los dos que lograron escaparse.
Las fuerzas yemeníes habían lanzado, hace dos días, la operación terrestre para capturar a Abdalá Mehdar –quien murió durante el bombardeo–, otro líder del grupo terrorista, supuestamente encargado de refugiar en el país a la cúpula de la red de Osama bin Laden.
El gobierno yemení no ha querido clarificar la participación de Estados Unidos en estos ataques. Hace un par de semanas el general norteamericano David Petraeus viajó a Saná para prometer el apoyo incondicional y contundente de la Casa Blanca en la lucha sin cuartel contra Al Qaida. Pero sus palabras lejos de fortalecer al gobierno local, avivaron las denuncias y los reclamos de los líderes musulmanes más radicalizados, que simpatizan con los objetivos de Al Qaida.
Unas horas antes de que el gobierno difundiera ayer informalmente la nueva “victoria” sobre Al Qaida, el jeque Zendani, un presunto simpatizante de la red de Bin Laden, llamó a una guerra santa si Estados Unidos llegaba a intervenir en el país. “Cuando el enemigo se invita a nuestra tierra y viene a ocuparnos, nuestra religión nos impone la guerra santa”, aseguró Zendani, explicando la fatua (edicto religioso) emitida por los ulemas (teólogos musulmanes) de Yemen a cientos de fieles que participaban en la oración musulmana del viernes pasado.
“Rechazamos la injerencia de quien sea en los asuntos yemeníes. El derecho a la autodefensa es un deber”, proclamó al final de su discurso ante las cámaras un amenazante jeque Zendani. Pero sus palabras aún no intimidan a las potencias occidentales, que ya instalaron a la lucha yemení en lo más alto de la agenda internacional. Ayer Londres confirmó que el 27 próximo será sede de la primera cumbre para discutir, únicamente, ese tema.
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