EL MUNDO › ENTREVISTA CON EL ALCALDE DE MEDELLIN, ALONSO SALAZAR JARAMILLO
El investigador del conflicto armado colombiano e intendente de la urbe que carga con la herencia criminal de Pablo Escobar señala que en su país lo que se necesita es que funcione el sistema judicial. Pide más apoyo del gobierno de Uribe.
› Por Katalina Vásquez Guzmán
Desde Medellín
Marcada por décadas de violencia y narcotráfico, Medellín se muestra ante el mundo como una ciudad en transformación. En los últimos seis años, los gobiernos decidieron apostarle al desarrollo social y a la par que construyen colegios, y reparten vasos de leche para los niños, se defienden del estigma de ciudad violenta, paramilitar y mafiosa que recae nuevamente sobre la ciudad. En 2009 el homicidio aumentó 108 por ciento con relación con 2008: fueron 2178 los hombres y mujeres asesinados, en parte, en el marco de una disputa por las rutas del narcotráfico que los comandantes paramilitares manejaban desde Medellín. También la pelea por el poder de unas 150 “plazas de vicio” locales (expendios de droga) a raíz de la extradición del mismo grupo de paras a Estados Unidos, es una explicación al recrudecimiento de la violencia. La convivencia es el tema que le quita el sueño al mandatario local, Alonso Salazar Jaramillo.
Por su parte, cada vez que pisa ésta, su tierra natal, el presidente Alvaro Uribe insta a la policía a correr tras los bandidos y promete aumentar el pie de fuerza. Sin embargo, con 7427 policías Medellín sigue lejos de llegar a los 10 mil uniformados que, según Salazar, son los ideales para esta ciudad de 2,5 millones de habitantes, cuyo título de ciudad colombiana con mejor calidad de vida contrasta con los titulares de Ciudad de Dios paisa que le otorga la prensa nacional. Alistando los preparativos para recoger y enviar ayuda a las víctimas del terremoto en Haití, el alcalde de Medellín atendió esta entrevista con Página/12. Periodista, escritor e investigador del conflicto armado, Alonso Salazar habló sobre cómo pretende transformar con la movilización social a una sociedad que lleva la herencia de Pablo Escobar de frente.
–¿Qué clase de ciudad es hoy Medellín?
–Medellín es una ciudad en transición, en la que se está buscando sopesar unas dificultades históricas muy grandes marcadas por el narcotráfico y por la violencia. Es una ciudad muy típica de estos países de América latina, con grandes dramas sociales, sacudiéndose de la violencia, pero con la violencia pisándole los talones; al mismo tiempo con unos caminos recorridos que la han hecho muy atractiva para el mundo.
–¿Quién tiene el poder para transformar la ciudad?
–En el mundo contemporáneo no podemos decir que haya países realmente independientes de lo que pasa en otra parte. Lo que es notorio en Latinoamérica más que el desarrollo de los países es el desarrollo de ciudades. Medellín está un poco de moda porque desde los poderes locales hay una gran capacidad de transformación con modelos incluyentes que procuran unos hábitos mucho más humanos.
–¿Qué le pide Medellín al gobierno nacional?
–Ni la justicia ni estrictamente la seguridad dependen de nosotros en cuanto no tenemos una policía bajo nuestro mando. Pedimos que haya el conjunto de esfuerzos en la política nacional en cuanto al número de efectivos necesarios, policías judiciales muy especializados; además, se necesitan casi que elementos científicos de trabajo, laboratorios muy sofisticados y garantías para el funcionamiento independiente del sistema judicial, que tanto la fiscalía como los jueces realmente se modifiquen y se transformen. Nosotros deberíamos estar llegando a 10 mil policías y estamos por los siete mil. Es que Colombia ha crecido mucho en presencia de policías del territorio nacional pero no ha tenido la capacidad de formar suficientes agentes para cubrir las ciudades.
–¿En una ciudad donde se está dando un importante reacomodación criminal de paramilitares y mafiosos es suficiente con un número alto de policías? ¿Esos policías deberían cumplir unas condiciones especiales?
–Lo que se necesita es que el sistema judicial funcione. Si la probabilidad de ser juzgado por cometer un delito es baja en una sociedad, se genera impunidad y el Estado tiende a perder el control del territorio.
–De las inversiones en lo social y lo urbanístico, ¿qué sirve para esquivar la violencia?
–Aunque las cifras de homicidio en Colombia han disminuido, en las áreas urbanas han tenido un crecimiento. Y en Medellín ha tenido un crecimiento relativamente mayor al de las otras áreas urbanas. ¿Qué tan distinto, qué tan parecido es a lo que se vive en Río de Janeiro, o con las maras en Centroamérica o se vive en México? No sé. Hay una relativa recaída del aumento del homicidio que nos llevó a pasar de 35 homicidios por cien mil habitantes a estar probablemente hoy en unos 70.
–¿Qué tan fácil o difícil es gobernarla?
–Es muy difícil. Es honroso porque sobre todo, hay cosas significativas que aquí suceden, no tenemos la estrella negra del pasado y todos los días la ciudad se ha ratificado como referente. Pero es muy complejo porque la ciudad al mismo tiempo tiene desafíos muy grandes. No voy a mencionar nombres, pero en algunas ciudades colombianas, alguien va y hace un gesto importante de lucha contra corrupción y se dispara la popularidad. La otra complejidad de la historia de la ciudad está en torno del fenómeno de la criminalidad.
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