Lun 18.01.2010

EL MUNDO  › OPINIóN

La década empieza mal

› Por Boaventura de Sousa Santos *

Cualquier ciudadano del mundo que tenga el privilegio de no estar preocupado por sobrevivir mañana y de poder escuchar, leer o ver las noticias –un privilegio, porque pertenece a una pequeña minoría de los 6,8 mil millones de seres humanos– tiene motivos para sentirse perplejo y preocupado. Y tendría más motivos si supiese lo que no aparece en las noticias de los grandes medios de comunicación.

El día de Navidad, un joven nigeriano casi hizo explotar un avión que se preparaba para aterrizar en una ciudad norteamericana. Si hubiese tenido éxito, habrían muerto cientos de personas, entre pasajeros, tripulantes y habitantes de la zona donde el avión habría caído. Los motivos para sentirse perplejo son los siguientes: ¿cómo es posible que esto haya ocurrido en el país que detenta las más sofisticadas tecnologías de vigilancia y seguridad, más aún cuando el joven extremista era conocido por los servicios secretos y había sido denunciado por su propio padre en las embajadas occidentales? ¿Cómo es posible que el país más poderoso del mundo haya revelado tal debilidad?

Los motivos para la preocupación son éstos: ¿cómo van a reaccionar los Estados Unidos? ¿Van a abrir más frentes de guerra? Después de Irak, Afganistán y Pakistán, ¿van a seguir con Irán, que según las noticias tiene los planos para construir una bomba atómica, y con Yemen, donde el joven había sido entrenado? ¿Qué otros países seguirán? ¿Podrá algún país estar a salvo de pasar a ser otro blanco de esta guerra?

La perplejidad se duplicaría si al ciudadano llegase la noticia de dos perturbadoras especulaciones: los servicios secretos corrieron el riesgo de hacer entrar al joven en los EE.UU. porque pretendían contratarlo como doble agente –tal como se especula que sucedió con los servicios secretos daneses, que igualmente conocían muy bien a quien intentó matar a un caricaturista–. La información sobre el joven fue deliberadamente bloqueada para que ocurriera el atentado y se creara una ola de rabia que llevase a la opinión pública norteamericana no sólo a justificar más guerras en una región rica en petróleo, sino también a pensar que un presidente negro, cuyo segundo nombre es Hussein, no garantiza la seguridad y está robando un país que fue hecho por los blancos y para los blancos. ¿Especulaciones disparatadas? La mayor perplejidad proviene de que se puedan hacer estas especulaciones.

Y la preocupación se transformaría en rebelión si el ciudadano común supiera que:

- tal como Irak no tenía armas de destrucción masiva, Irán no tiene ningún programa de bomba nuclear, lo que por cierto está certificado por 16 agencias del gobierno norteamericano y, no obstante, Israel y los EE.UU. siguen preparando un ataque en su contra;

- los peligrosos enemigos de hoy fueron financiados en el pasado para destruir el emergente nacionalismo de izquierda: así, Israel financió a Hamas contra el movimiento palestino de liberación, y los EE.UU., a los talibán contra el gobierno de izquierda de Afganistán y sus aliados rusos;

- la guerra supuestamente patriótica y para defender la democracia está siendo cada vez más conducida por fuerzas mercenarias, para las que la guerra es un negocio (en el atentado del 30 de diciembre en Afganistán –cometido por un doble agente jordano contratado por EE.UU. para llegar a los líderes de Al Qaida–, dos de los “agentes” de la CIA que resultaron muertos eran, de hecho, mercenarios de la empresa Blackwater, considerada el ejército mercenario más poderoso del mundo);

- los mayores costos de la guerra, para quien la sufre, son los que no se cuentan como tales; un ejemplo trágico es la epidemia de cáncer y de bebés nacidos con deformidades que está asolando a Irak, relacionada con el uranio que las bombas “aliadas” dejaron en el suelo, un problema que, además, también comienza a afectar a los soldados aliados y a sus hijos;

- en el centro de las desgracias que sobrevienen está uno de los pueblos más indefensos y abandonados del mundo, los palestinos, encarcelados en su propio país, a merced de un Estado ocupante, racista, con armas nucleares que nunca permitió inspeccionar, apoyado por un centro imperial en declinación y por uno de sus más serviles lacayos, Egipto.

* Doctor en Sociología del Derecho; profesor de la Universidad de Coimbra (Portugal) y de la Universidad de Wisconsin (EE.UU.).

Traducción: Javier Lorca.

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