EL MUNDO › EL ESTILO FUE IMPUESTO POR AYLWIN, EL PRIMER PRESIDENTE EN LA VUELTA A LA DEMOCRACIA CHILENA
El empresario electo presidente supo olfatear el desgaste de la Concertación, que gobernó en los últimos 20 años. Tras su triunfo, pretende una política de los consensos; dentro del oficialismo hay quienes no le creen.
› Por Christian Palma
Desde Santiago
La “transición” chilena desde la dictadura de Augusto Pinochet a la democracia, plasmada en el primer gobierno elegido democráticamente desde el golpe de Estado de 1973, encabezado por el demócrata cristiano Patricio Aylwin, se caracterizó por una política de “acuerdos”. Ello, celebrado y repudiado, permitió a Chile avanzar –sólo con algunos sobresaltos– hasta convertirse en un país estable política, financiera y económicamente (frenó la inflación, mejoró más que nadie en el vecindario el ingreso per cápita y redujo la pobreza convirtiéndose en el primer país latinoamericano en el índice de Desarrollo Humano, por ejemplo). Pero siguió siendo plano y plagado de detalles, imágenes y señales que, para bien o mal, finalmente permitieron que tras 20 años en que la Concertación ostentó el poder con cuatro presidentes salidos de sus filas –el más exitoso en la vida republicana del país, pero con una innegable deuda a la hora de enjuiciar a los sostenedores de la dictadura–, hace 15 días, cediera el mando a la derecha, liderada por Sebastián Piñera.
El político empresario, que olfateó como nadie el desgaste de la Concertación poniendo sobre la mesa las mismas credenciales positivas del conglomerado contrario, supo distanciarse del tufillo dictatorial que todavía cubre a gran parte de sus adherentes y, además, prometió seguir con los éxitos de los anteriores mandatarios chilenos, incluido, por cierto, el trabajo de Michelle Bachelet, dio ese aire de cambio, que la “pega” (trabajo) se puede hacer mejor, que vendrán otras caras a realizar una gestión de primera calidad, tal como los millonarios negocios que maneja. Así nomás, poco le alcanzó.
Con la llegada del Macri o Berlusconi chileno a La Moneda, se acabó la transición, han planteado diversos analistas y políticos dentro y fuera del planeta Chile. Sin embargo, y sin perder de vista que Piñera ganó en el ballottage el 17 de enero pasado con un 51 por ciento de los votos, la Concertación, encabezada por Eduardo Frei obtuvo un 48 por ciento, que a pesar de las divisiones internas, el nacimiento de caudillos, el desgaste de dos décadas de gobierno, algunos brotes de corrupción y, lo más decidor, la pérdida del misticismo que los llevó a derrotar a Pinochet en torno del No del plebiscito de 1988, el conglomerado del arcoiris sigue siendo poderoso. De hecho, en la propia vereda derechista aseguran que si la segunda vuelta hubiese sido en dos semanas más, Piñera no se ponía la banda de O’Higgins en marzo.
En ese escenario, sin una mayoría clara en el Congreso, el hasta hoy empresario y presidente electo de Chile ha llamado a la unidad nacional y a la construcción “de una nueva democracia de los acuerdos”, basando su estrategia en replicar la política de los consensos de Aylwin, apuesta política que entre 1990 a 1994 enfrentó “con guante blanco” a los militares que, por esos años, influían potentemente en el país.
Si Piñera está realmente convencido en su fuero interno de este estilo de gobernar no hay luces, ni menos alguien de su círculo de hierro se atrevería a filtrar algún comentario relacionado; sólo está claro que el próximo mandatario de Chile es hábil, no sólo en el mundo de los negocios, sino también en la arena política.
Volviendo 20 años atrás, cuando la incipiente Concertación que se aglutinó en torno de cuatro conglomerados: la Democracia Cristiana (DC), el Partido Por la Democracia (PPD), el Partido Socialista (PS) y el Partido Radical (PR) emprendía el vuelo, fue la DC la llamada a ser la bisagra entre la izquierda más dura y el centro del nuevo referente que tomaba fuerzas. Otro partido y otro presidente eran impensados, dado el poder político que aún ostentaba Pinochet. Ahí quedaron esperando su opción el propio Frei (heredero del peso político de su padre) y los socialistas Ricardo Lagos o José Miguel Insulza, por citar sólo algunos.
Fue entonces Patricio Aylwin quien tomó la posta del modelo neoliberal implementado por los economistas del dictador, los “Chicago Boys”. Si bien se avanzó en distintas materias, el lento proceso para enjuiciar a los militares que cometieron atropellos a los derechos humanos fue siempre una piedra en el zapato para él y sus sucesores en la presidencia.
Dos décadas después, Aylwin reaparece en la escena política al declarar sentirse orgulloso de que Piñera valore su gestión. “Indudablemente, que él quiera hacer un gobierno parecido al mío no puede ser sino halagador. Me negaría a mí mismo si estuviera en contra.” Si todos vivimos peleándonos es más difícil lograr ese bien común, por eso a mí me halagan estos planteamientos, dijo el ex mandatario, hablando desde su corazón DC.
Así, “don pato” le dio un piso que otros miembros de la Concertación –en campaña para reinventarse– no le han querido pavimentar al nuevo jefe de Estado chileno como el presidente interino del Partido Socialista, Fulvio Rossi. “Gobierno de los acuerdos es un poquito eufemismo, porque siempre vamos a dar nuestro acuerdo y nunca vamos a ser obstáculo para aprobar proyectos que busquen el bien común. Hay que entender que cuando Piñera habla de gobierno de acuerdo habla de los temas que a él le interesa que acordemos”, sostuvo.
En sus palabras, su colectividad estará “de acuerdo en lograr, valga la redundancia, un gran acuerdo nacional respecto de la necesidad urgente de fortalecer la negociación colectiva, de terminar con las prácticas antisindicales, de aumentar las sanciones a quienes incurran en infracciones a normas laborales. ¿Estará de acuerdo con este gran acuerdo? Si él nos va a proponer acuerdos respecto de un punto final en materia de derechos humanos, como lo planteó Jovino Novoa (el influyente presidente del Senado y referente de la derecha), eliminar el salario mínimo, privatizar el AUGE (sistema público de salud) y transformarlo en un voucher. Este tipo de acuerdos no los queremos”, dijo Rossi, quien no evitó un mea culpa.
Rossi lamentó que el PS no estuviera a la altura de los cambios producidos y que la Concertación terminara siendo una coalición donde los énfasis estaban puestos en administrar bien el gobierno, en elaborar buenas políticas públicas. “Nos olvidamos del rol de los partidos políticos y les dedicamos poca energía e hicimos malas políticas y los partidos cayeron en malas prácticas, se alejaron de la gente, fueron poco convocantes. Ese fue el principal error: no entender que los partidos cumplen un rol distinto de ser gobierno”, sostuvo.
Desde el otro bando, el timonel de Renovación Nacional (RN, uno de los dos partidos de derecha), Carlos Larraín aseguró que su sector “siempre” ayudó a la Concertación en los proyectos que fueron necesarios. “Nosotros fuimos sumamente considerados con los gobiernos de la Concertación. La oposición ayudó siempre que fue necesario y se votó a favor de las ideas más acariciadas por la izquierda, sólo que en el proceso se fueron mejorando. Supongo que ahí están imitando la tradición de siempre de Chile de que todos somos parte del mismo buque y tenemos que remar para el mismo lado”, dijo.
Más tarde, fue el propio presidente electo quien se refirió al tema. Desde Valparaíso, Sebastián Piñera reiteró su llamado a la Concertación para instaurar una democracia de los acuerdos a partir del 11 de marzo.
“En otra época el presidente Aylwin acogió este llamado y creó la democracia de los acuerdos. Fue extremadamente fecunda y explicó en buena medida por qué tuvimos una transición ejemplar... normalmente las transiciones que conocemos tienen violencia social y crisis económica, pero nada de eso ocurrió y fue tanto mérito del gobierno como de la oposición y se logró en base a los acuerdos y al diálogo... Hoy queremos una democracia de los acuerdos para transitar de un país subdesarrollado, con muchas desigualdades, a un país desarrollado y sin pobreza, y por eso llamamos a revivir la democracia de los acuerdos”, dijo.
Al mismo tiempo, en respuesta a las críticas, en especial del Partido Socialista, Piñera aclaró que “esto no quiere decir que se confundan los roles del gobierno y la oposición, ambos tienen sus roles. El gobierno gobernar y la oposición fiscalizar, denunciar los errores y proponer caminos alternativos, pero lo que yo he denominado democracia de los acuerdos de segunda generación tiene un significado concreto, que es entender que somos todos chilenos y que todos queremos el éxito de Chile, y por tanto buscar un camino de diálogo y acuerdo en las grandes tareas de la sociedad”, expresó.
Jovino Novoa no escondió su preocupación por el estilo que llevará adelante la Concertación a partir de marzo. “Me preocupa la reacción de algunos dirigentes políticos de la Concertación que están dejando ver que la oposición que se le puede hacer a Sebastián Piñera va a ser una oposición que niegue la sal y el agua. Espero que estas declaraciones de los presidentes del partido de la Concertación sean pasajeras y provocadas por los problemas internos, pero cuando estemos en el Congreso, después del 11 de marzo, veamos que hay una unión de todos los chilenos por trabajar por aquellas cosas que son en beneficio de todos”, concluyó.
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