EL MUNDO › EE.UU. ABANDONA LAS MISIONES TRIPULADAS
› Por Steve Connor *
@La decisión de Estados Unidos de abandonar una misión tripulada destinada a regresar a la Luna para 2020 reflota la vieja pregunta de si es mejor poner gente en el espacio, con todos los grandes costos que esto acarrea, o recurrir a máquinas relativamente baratas, tales como los vehículos robóticos que se desempeñaron tan bien explorando la superficie de Marte.
Ayer, el presidente Barack Obama expresó que a su juicio, los 81 mil millones de dólares del programa Constelación, que tenía como objetivo último un aterrizaje en Marte para la mitad del siglo, no podían ser justificados. Pero los argumentos de misiones tripuladas al espacio tienen que ver tanto con el prestigio nacional como con una necesidad científica. Los seres humanos pueden tomar decisiones más rápidas y mejores que cualquier robot, pero su presencia en el espacio también da al país una sensación de orgullo y de posición internacional, como miembro del exclusivo club de unas pocas naciones ricas.
Resulta interesante que una de las primeras personas en comentar sobre el anuncio del presidente Obama fuera el ex director de la NASA, Michael Griffin, quien dijo que los Estados Unidos está efectivamente abandonando el campo de los vuelos espaciales tripulados a sus competidores tales como Rusia y China. “Esto significa que esencialmente Estados Unidos decidió que no va a ser un jugador significativo en vuelos espaciales humanos en el futuro próximo”, declaró Griffin.
El temor sobre lo que otros países podrían hacer en el espacio siempre ha sido un motor para la exploración tripulada. La primera y única misión con personal a bordo al espacio, el programa Apolo, fue inspirada por este tipo de espíritu competitivo, el cual no era del todo amistoso dado que se llevó a cabo en el apogeo de una guerra fría entre las dos superpotencias nucleares.
Estados Unidos ganó esa carrera, pero sólo luego de que desvió enormes cantidades de recursos al esfuerzo. Mucha gente se cuestionó qué tan bueno fue esto, en términos prácticos.
Hay, por supuesto, un argumento para enviar astronautas de nuevo a la Luna basado en algo más grande que el mero orgullo nacional. Se trata de explorar las fronteras del conocimiento con gente real. La existencia de hombres y mujeres con ese “material adecuado” actúan como inspiración para millones de niños que de otra manera fracasarían en interesarse por la ciencia.
Pero también podría argumentarse que inspirar a la siguiente generación se haría de manera más efectiva invirtiendo los trillones de dólares gastados en una misión tripulada a la Luna en mejores escuelas y en más infraestructura aquí, en el planeta Tierra –el lugar donde vivimos realmente–. Ese es el cálculo que el presidente Obama ha tenido que hacer.
De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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