EL MUNDO › AMPLíAN EL TOQUE DE QUEDA EN CONCEPCIóN Y LO DECRETAN EN OTRAS DOS CIUDADES
El número de muertos reconocidos se elevó a 795. La presidenta Bachelet dispuso que se impusiera el toque de queda en Curicó y en la vecina localidad de Talca. La ayuda oficial alcanza a unos dos millones de damnificados.
En Chile sigue aumentando el número de muertos por el terremoto de 8,8 grados de la escala de Richter. La cifra parcial de personas fallecidas llega ahora a 795, según datos oficiales. Ayer, la presidenta Michelle Bachelet estuvo recorriendo Curicó, una ciudad ubicada 194 kilómetros al sur de Santiago. El alcalde local, Hugo Rey Martínez, informó que allí hay 5430 casas dañadas, de las cuales 3358 están para ser demolidas. Otros 19 edificios y 250 locales comerciales tienen daños estructurales. El total de damnificados, en esa ciudad, llega a 35.152. Por pedido de las autoridades locales, Bachelet dispuso que se impusiera también el toque de queda en Curicó y en la vecina localidad de Talca. La medida se aplicará de 0 a 6 de la mañana, para prevenir hechos delictivos, aunque en esas ciudades no se han producido hechos graves como en Concepción, donde el toque de queda rige desde el domingo a la noche y ayer se amplió a 18 horas diarias. En Curicó funciona un hospital de campaña que cuenta con treinta camas, pero que no tiene los medios para realizar intervenciones quirúrgicas.
Durante su visita, Bachelet destacó la ayuda recibida de parte de numerosos países, en especial de la presidenta Cristina Kirchner, que “llamó enseguida para brindar total colaboración y nos prometió el envío de plantas potabilizadoras de agua y equipos electrógenos”. Destacó que el gobierno argentino fue “el primero en enviar ayuda concreta”. En un mensaje dirigido al pueblo chileno en general, la presidenta pidió “tranquilidad, fuerza y esperanza”. También le dedicó un párrafo a la prensa chilena: “Les pido que ayuden a informar que van llegando los apoyos: 1440 toneladas de alimentos para las zonas costeras junto con elementos básicos como agua, carpas y frazadas”.
El alcalde de Curicó, Hugo Rey Martínez, aclaró que en la ciudad “hay tranquilidad” y que “no existe más violencia que la de cualquier otro día del año”, pero de todos modos “la comunidad entró en pánico”. Explicó que “comenzó a tener luz, a ver televisión y escuchar por radio lo que sucede en otras ciudades y tienen miedo, por eso la medida es sólo para dar tranquilidad”. Curicó, una ciudad con 266 años de historia, tenía una gran cantidad de casas hechas de adobe.
El terremoto destruyó el hospital Base de Curicó, que perdió su mitad más antigua; la gobernación provincial, con graves daños edilicios; la Iglesia San Francisco que data de 1737 y que fue totalmente destruida al igual que el edificio del diario La Prensa, que tenía más de cien años de antigüedad. “Podría haber sido mucho peor. Tuvimos doce muertes, pero tenemos 5430 casas dañadas”, dijo el alcalde local.
El panorama no es mejor en Talca, una localidad ubicada 50 kilómetros al sur de Curicó. En lo que fue la casa de don Leónido Hil Castro, lo único que queda es una camelia, unas vides y un naranjo. Cuando su familia sacó al anciano de 86 años de abajo de los escombros, su cabeza estaba aplastada. El lunes lo enterraron en un cementerio que está cerrado al público porque el fuerte sismo del sábado abrió las tumbas.
María, la hermana menor de Leónido, con sus 80 años, compartía la casa con el difunto. Ella cuenta que estalló en lágrimas y se puso a temblar de manera incontrolable cuando volvió a pisar las ruinas de la antigua casa familiar. “Algo me despertó, salté de la cama, estaba a oscuras, no podía ver nada, me arrastré hacia la puerta, pero no la encontré de inmediato. Algo me tocó, luego alcancé la puerta y me tendí ahí, asustada”, es el relato de María cuando recuerda el sismo del sábado a la madrugada.
“Apenas tuve tiempo de moverme, de lo contrario hubiera sido aplastada”, dice mientras muestra los bloques del muro y las vigas de madera del techo que cayeron sobre su cama. “Pero él era muy viejo y débil y no pudo andar o moverse rápido”, concluye María. En Talca, sus 200 mil habitantes están sin luz ni agua potable. Sólo permanecían abiertas los puestos de flores, para abastecer a una gran cantidad de funerales.
“La gente parece estar resignada, más que enojada”, afirma la vendedora de flores Visitación Olate. “¿Qué podemos hacer? La vida sigue”, se consuela ella misma. María, la hermana de Leónido, comparte con otros ancianos una carpa instalada en la calle. “Hacemos todo lo que podemos”, asegura el general Bosco Pesse, que encabeza las operaciones de emergencia para los habitantes de la región.
“Tenemos miedo, hay malas personas por ahí, entonces vigilamos nuestras cosas por la noche”, señala Mario Saabedra, de 76 años, cuya esposa sufrió un ataque de diabetes en la madrugada. La anciana, a pesar de todo, se negó a quedarse en el hospital y está en la calle, junto a los demás.
“No tenemos comida ni agua y nadie, pero nadie, ha venido a por nosotros”, se lamenta Mario. “Entonces compartimos lo poco que nuestros parientes nos dieron, poniéndolo todo en un bote común para ayudarnos los unos a los otros”, explica Saabedra, cerca del montículo de escombros que alguna vez fue su casa. “Díganle al mundo que necesitamos prendas de vestir, mantas, agua y comida”, dice.
En Santiago, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, llegó con teléfonos satelitales y ofertas de ayuda. “Estamos listos para ayudar de cualquier forma que el gobierno de Chile nos pida”, dijo Clinton. Estados Unidos envió ocho equipos de purificación de agua, un hospital de campaña con equipamiento quirúrgico móvil, máquinas de diálisis, generadores y puentes portátiles (ver página 24).
Cuando fue consultada por el costo estimado de la tragedia, Bachelet dijo que era demasiado pronto para dar cifras. “No podría responder cuánto costará la reconstrucción y reparar todo este daño. Chile tiene la capacidad: tenemos los ingenieros, tenemos la gente, tenemos la experiencia, tenemos personas entrenadas para todo esto. Pero creo que llevará tiempo y que insumirá una gran cantidad de dinero”.
Bachelet informó ayer que las fuerzas armadas y la policía “han desplegado todos los efectivos en las regiones del Maule y Bío Bío, contribuyendo a las tareas de control, orden público y seguridad, pero también para trabajar en la entrega de ayuda, víveres y agua; instalación de hospitales de campaña; facilitación de comunicaciones y funcionamiento de un puente aéreo”. Se dijo oficialmente que se entrega ayuda para satisfacer a unos dos millones de damnificados.
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