Vie 09.04.2010

EL MUNDO  › DEL CHISME SOBRE UNA SUPUESTA INFIDELIDAD A LA IDEA DE COMPLOT

En Francia, un rumor puede ser asunto de Estado

› Por Eduardo Febbro

Desde París

Una célebre canción dice “son rumores para matar los amores”. A este sabio párrafo cabría agregarle otra estrofa: “Hay rumores que matan la acción política”. Eso es exactamente lo que ocurrió en Francia con un rumor nacido en Twitter e Internet que alegaba presuntas infidelidades en el seno de la pareja presidencial, Nicolas Sarkozy y su esposa Carla Bruni. Principalmente retomado por la prensa internacional, el rumor, sumado a los errores de comunicación de la presidencia, terminó por convertirse en un asunto de Estado que necesitó finas intervenciones públicas de algunos protagonistas para disipar la sensación de que la vida privada se imponía sobre la razón pública.

Los medios de prensa internacionales llevan la primera responsabilidad en este sofisticado y frívolo juego de insinuaciones. La segunda le incumbe a la torpeza del entorno presidencial. Los chismes sobre la vida privada de Nicolas Sarkozy llegan por decenas a las redacciones. Felizmente, la prensa francesa todavía respeta la frontera entre los espacios y raras veces incurre en la difusión de chismes. Todo empezó con un mero rumor lanzado en la red y en Twitter y retomado y amplificado en un blog del JDD, Journal du Dimanche. Este diario, en el blog, afirmaba que Nicolas Sarkozy tenía una relación extraconyugal con la secretaria de Estado para la Ecología, Chantal Jouanno, y su esposa con un cantante, Benjamín Biolay. El rumor siguió su itinerario con algunos comentarios en broma en los medios audiovisuales y amplio despliegue en la prensa extranjera, principalmente en la británica. Los medios de Gran Bretaña tratan a Francia con un ensañamiento que a menudo roza el irrespeto y la calumnia. Carla Bruni respondió en esos días a las preguntas de SkyNews y el asunto quedó olvidado. El rumor pasó casi a la sección policial cuando la empresa editora del Journal du Dimanche presentó una querella y abrió una investigación interna que desembocó en el despido de dos empleados del grupo. Según el semanario Le Nouvel Observateur, la querella fue presentada bajo “presión” de la presidencia.

Ya era mucho para un rumor y las cosas hubiesen quedado ahí sin la intervención en los medios del abogado del presidente, Thierry Herzog, y del consejero en Comunicación de Nicolas Sarkozy, Pierre Charon. El primero denunció una “instrumentalización” contra la pareja presidencial y el segundo puso en el aire la palabra que volvió a encender la pólvora y elevó el caso a un asunto de Estado. Pierre Charon dijo que se trataba de “un complot organizado con movimientos financieros”. Mucho ruido para un asunto que, en resumidas cuentas, nada tiene que ver con la gestión de un país sino con la vida personal. El rumor pasó a segundo plano y se instaló la idea del complot, interno o externo. La tesis de un complot interno encontró rápidamente un culpable: la ex ministra de Justicia Rachida Dati. El semanario Le Canard Enchaîné reveló que los servicios de inteligencia habían investigado el caso y suponían que la ex ministra estaba detrás del cuento. ¡Vaya lío! La tesis contó con un ingrediente inapelable: Rachida Datí acaba de perder su auto oficial y su custodia personal por decisión de Nicolas Sarkozy, furioso con ella por ésa y otras indelicadezas.

Justicia, servicios secretos, policías, acusaciones de complot, chismes, despidos y sospechas se metieron dentro de la bolsa del primer rumor. Carla Bruni tuvo que salir a apagar el fuego que estaba tomando proporciones indebidas. Bruni dijo a la emisora Europa 1 que ni ella ni su esposo se sentían víctimas de un “complot” y que todo eso no eran más que rumores “insignificantes”. Al mismo tiempo, la mujer del presidente disculpó de toda mala intención a la ex ministra de Justicia, quien ya había negado las acusaciones que pesaban sobre ella. El tremendismo que los allegados presidenciales le insuflaron al rumor tornó una historia de periodistas chusmas en un asunto grave.

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