EL MUNDO › OPINION
› Por Luciano Anzelini *
En tono de advertencia, el subsecretario de Asuntos Hemisféricos de los Estados Unidos, Arturo Valenzuela, planteó que en Washington existe preocupación por la “lógica armamentista” que se estaría expandiendo en América latina. Al mismo tiempo, instó a la región a promover “acuerdos de confianza mutua” en materia militar para “bajar los decibeles” y aplacar “los discursos agresivos”. En definitiva, el funcionario norteamericano no ha hecho más que reafirmar un tipo de lectura que, sin beneficio de inventario, sostiene una tesis inexacta: la de la existencia de una carrera armamentista en la región. Al mismo tiempo, plantea una falacia histórica: la de una supuesta debilidad regional en materia de cooperación militar.
La literatura especializada señala que para comprobarse una carrera armamentista debe verificarse una relación de interdependencia en las compras de armamento por parte de dos países que previamente tenían una elevada percepción de amenaza recíproca. Las espirales armamentistas se caracterizan también por la creciente sensación social y política de inminencia de la guerra. En el caso particular de Sudamérica, la mentada correlación empírica no se verifica ni siquiera entre los países que mantienen históricos diferendos limítrofes: Chile (con Perú y Bolivia) y Venezuela (con Colombia). En lo que hace a la compra de armamentos, tampoco se observa ningún patrón sólido de respuesta entre los países.
Ni siquiera el incremento del número de efectivos ni el gasto militar –las otras dos variables clave en una carrera armamentista– contribuyen a sustentar la tesis que ahora reaviva Valenzuela. Por un lado, no se observa un patrón “acción-reacción” en el aumento del personal castrense. En el período 2000-2005, Chile ha reducido su plantel de 101.000 a 72.000 efectivos, Perú de 115.000 a 80.000 y Bolivia lo ha incrementado sólo en un 5 por ciento. En el caso colombo-venezolano, ciertamente hay un aumento de ambas partes, aunque muy de- sigual: de un 35 por ciento en Colombia y de sólo un 4 por ciento en Venezuela. Por otra parte, América del Sur gasta en defensa la mitad del promedio mundial, a la vez que atraviesa un período sin precedentes de cooperación e institucionalización en materia de defensa y seguridad.
En este contexto, es importante señalar que el bajo grado de conflictos armados entre los países de la región y el fuerte apego a las normas –formales e informales– de resolución pacífica de disputas, activos incuestionables de América latina en comparación con lo que ocurre en otras convulsionadas regiones del planeta, son aspectos mayormente de- satendidos por las lecturas originadas en los centros de poder mundial. Sin dudas, estamos en presencia de una región que es líder en materia de respeto por el principio de la soberanía estatal y sus derivaciones, resolución pacífica de controversias, control de armamentos y desarrollo de políticas cooperativas de carácter multilateral con implicancias en la seguridad regional.
En este último plano se inserta la reciente creación del Consejo de Defensa Sudamericano (CDS), una herramienta institucional para favorecer el diálogo y la cooperación política en temas de seguridad. Mediante este mecanismo se busca justamente fomentar el intercambio en materia de defensa, operaciones de paz, ejercicios militares, medidas de construcción de confianza mutua y ayuda coordinada en zonas de desastres naturales. Como se ha sugerido –y esto tal vez contribuya a explicar el porqué de la estrategia que algunos emplean de azuzar viejos fantasmas sobre carreras armamentistas–, este organismo podría fortalecer el sistema sudamericano y, como resultante, debilitar el sistema de seguridad hemisférico.
En breve, un análisis concienzudo sobre los dichos de Valenzuela revela que, en lugar de pujar por nuevos equilibrios militares, los países de la región compran armas para reemplazar el material existente (“modernización disuasiva”). Paralelamente, lejos de una supuesta falta de cooperación militar en la región, es posible realizar en la actualidad una lectura razonablemente optimista sobre las perspectivas de América latina en materia de seguridad regional.
* Director de la Maestría en Defensa Nacional (Escuela de Defensa Nacional).
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