EL MUNDO
Cómo encara Wall Street la vida después de Enron
2002 fue el año de los escándalos corporativos y el derrumbe de la Bolsa. Pero los problemas no terminan con el almanaque, y 2003 nace entre nubarrones.
Por David Teather *
Desde Nueva York
Los inversores estadounidenses van a dar un gran suspiro de alivio cuando termine 2002. Pero ¿pueden los mercados sacarse de encima el peso de los escándalos y colapsos empresarios? ¿El año próximo será mejor?
Fue difícil predecir cuándo y dónde surgiría el próximo escándalo. Una amplia gama de compañías resultó dañada, desde el conglomerado Tyco a la cadena farmacéutica Rite-Aid, desde la biotecnológica ImClone Systems a Martha Stewart Living Omnimedia. Pero fueron las compañías que estaban surfeando la ola de la nueva economía las que atrajeron las acusaciones de fraude de mayor escala y que tuvieron la mayor cantidad de bancarrotas. Enron, el grupo energético en desgracia, Global Crossing, WorldCom y la firma de televisión por cable Adelphia: lo que las asemejaba era una sobreexpansión masiva en mercados desregulados de energía, telecomunicaciones y medios, y una temeraria cultura de pioneros que alentó una sensación de invencibilidad. Por cada compañía que se derrumbó hubo un puñado de otras que se salvaron por un pelo.
Sin la perspectiva de una recuperación en el gasto en telecomunicaciones, los mercados pueden estar al borde de nuevos derrumbes de gigantes. Incluso sin que haya irregularidades contables, compañías endeudadas como Qwest Communications, Sprint PCS y fabricantes de equipos como Lucent y Nortel están en la zona de riesgo. La industria de las aerolíneas también seguirá bajo presión el año próximo y una guerra contra Irak podría ser el catalizador para que nuevas compañías se sumen a United Airlines y US Airways en el tribunal de bancarrotas. United Airlines, la aerolínea más grande del mundo, es la preocupación más inmediata. Mientras United estaba preparando su presentación para acogerse a los beneficios del Capítulo 11, Donald Carty, su jefe ejecutivo en EE.UU., empezaba a reunirse con trabajadores para buscar una congelación de sueldos y nuevos recortes apuntados a ahorrar 4000 millones de dólares por año.
Después del affaire Arthur Andersen, será difícil que exista la voluntad política para borrar de un plumazo a nuevas firmas de auditoría. Las investigaciones en marcha en relación –por ejemplo– al escándalo Tyco probablemente se concentrarán más en socios individuales que en firmas enteras. PricewaterhouseCoopers fue la auditora de Tyco, su mano estaba en los controles, mientras Dennis Kozlowski y sus amigotes habrían saqueado más de 600 millones de dólares de la compañía. Pero la predisposición anímica actual de los fiscales es muy diferente.
El gobierno y los reguladores financieros de Estados Unidos pugnaron por restaurar la confianza en la América de las corporaciones e introdujeron una serie de regulaciones destinadas a asegurar que lo ocurrido nunca pudiera suceder de nuevo. El presidente Bush firmó la enmienda de reforma corporativa Sarbanes-Oxley, que creó un consejo de supervisión contable y aumentó de 5 a 20 años la pena carcelaria máxima por fraude empresario. La Bolsa de Nueva York introdujo sus propias propuestas para endurecer las reglas de gestión de las empresas. Los ejecutivos en jefe y los jefes de auditoría de las 1000 principales compañías estadounidenses enviaron copias de sus balances recientes, firmadas como garantía de su veracidad.
Pero, por más reformas y ajustes de regulaciones que existan, la única forma de restaurar verdaderamente la confianza de los mercados será que haya un año sin escándalos o grandes bancarrotas. Esto no será fácil. Las procesos legales iniciados por accionistas que sienten que se les han robado billones de dólares se arrastrarán en el tiempo y pueden forzar el derrumbe de más compañías. Las investigaciones de grandes compañías por el Departamento de Justicia y la Comisión de Valores seguirán. También existe el temor de que la economía pueda profundizar su recesión.
Algunos de los bancos de Wall Street pueden verse forzados a venderse a un rival si sus reputaciones están manchadas por un involucramiento con compañías como Enron o WorldCom. Y no será tan fácil archivar en la historia el año de los escándalos y de las bancarrotas.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.