EL MUNDO › LULA Y ERDOGAN MEDIARON PARA QUE AHMADINEJAD APRUEBE ENRIQUECER URANIO EN EL EXTERIOR
Teherán accedió a enviar 1200 kilos de uranio poco enriquecido a Turquía para que lo almacene y después recibir 120 kilos de la sustancia enriquecida por Rusia o China. Para EE.UU., Gran Bretaña y Francia las sanciones siguen en pie.
La confrontación por el programa nuclear iraní entró en una nueva etapa tras el acuerdo que los mandatarios de Brasil y Turquía lograron arrancarle a Mahmud Ahmadinejad para que el enriquecimiento de uranio se realice en el exterior. Las potencias occidentales dieron su visto bueno al compromiso, pero Washington hizo saber que no es suficiente para evitar las sanciones.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva tuvo un fin de semana de negociaciones en Teherán. Antes había pasado por Moscú, adonde había dialogado con su par Dimitri Medvedev acerca de la cuestión atómica en Irán y había obtenido el apoyo del Kremlin para avanzar con su mediación. A poco de que el mandatario brasileño tocó el antiguo suelo persa, se le sumó el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan. Juntos lograron que Ahmadinejad accediera a que su uranio fuera enriquecido fuera del país y después devuelto para que los iraníes lo empleen en sus reactores nucleares. El año pasado las potencias habían propuesto que el procesamiento del material nuclear se realizara en Francia o Rusia, pero los iraníes no aceptaron. En este nuevo pacto, Irán accedió a enviar 1200 kilos de uranio poco enriquecido a Turquía para que lo almacene y después recibir 120 kilos de la sustancia enriquecida por Rusia o China, que será usada para un reactor de investigación médica.
El acuerdo se anunció en el marco de la cumbre del Grupo de los 15 que se realizó en la capital iraní, pero recién en una semana la administración de Ahmadinejad dará mayores precisiones a la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), tal como lo informó Ramin Mehmanparast, el portavoz de la Cancillería de la república islámica. A pesar de que ese organismo reclamó una pronta comunicación oficial por escrito del convenio. “Ahora llegó el momento para que el Grupo 5+1 retome las conversaciones sobre la base del respeto mutuo”, declaró el mandatario iraní tras sellar el acuerdo con Lula y Erdogan.
Ahmadinejad quiere volver a sentarse a la mesa de negociaciones con China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y con la poderosa Alemania.
La gestión de Barack Obama se mostró rápidamente escéptica frente al alcance del compromiso iraní. “Debe demostrar a través de acciones y no de simples palabras su disposición a acatar las obligaciones internacionales o asumir sus consecuencias, inclusive las sanciones”, manifestó Robert Gibbs, el vocero del gobierno estadounidense. El ministro de Asuntos Exteriores francés, Bernard Koucher, confirmó que la posibilidad de castigar a Irán se mantenía vigente a pesar de “algunos progresos importantes”. Una opinión similar se escuchó de su par británico, Alistair Burt, quien afirmó que hasta que Teherán no tome acciones concretas de acuerdo con lo establecido por la AIEA, la comunidad internacional podrá seguir en su empeño de imponer alguna medida coercitiva contra este país. Intención que se vio vigorizada cuando el portavoz del gobierno iraní reconoció, momentos después de anunciado el acuerdo, que su país iba a seguir enriqueciendo uranio a un 20 por ciento. Desde la Cancillería brasileña les restaron importancia a estos dichos y alegaron que eran una forma de contentar a los sectores más duros. Rusia pidió aclaraciones sobre este contra-anuncio: “En tal caso, se mantendrán las preocupaciones que la comunidad internacional alberga”, mostró Medvedev su incertidumbre.
Más allá del escepticismo de las potencias occidentales, la negociación de Lula dio más que buenos resultados. “Es un triunfo de la diplomacia”, dejó en claro el gobernante sudamericano tras la reunión tripartita. “Hay un millón de razones para tener argumentos para construir la paz, no hay ninguna razón para que construyamos la guerra; Brasil creyó que era posible lograr un acuerdo”, dijo el antiguo líder metalúrgico, que apoya el desarrollo de un programa nuclear propio por parte de Teherán, pero le reclama que dé pruebas a la comunidad internacional de sus fines pacíficos.
El canciller brasileño, Celso Amorim, salió al cruce de los países que persisten en su intención de castigar a la república islámica: “No hay terreno para seguir tratando de imponer nuevas sanciones”. El responsable de asuntos exteriores de Brasilia definió al acuerdo como el “evento más importante que sucedió en Teherán” e insistió en que deberá ser visto por los otros países como una “oportunidad para la interacción y cooperación”. No es raro que Lula y Amorim definan el compromiso como una victoria. El gigante sudamericano no cuenta con demasiados argumentos de poder para negociar con Medio Oriente, pero supo unirse a Erdogan, con quien hace un mes habían solicitado a Barack Obama que pusiera un freno a los intentos punitivos contra Teherán.
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