EL MUNDO › KERVIEL ENFRENTó AL TRIBUNAL DE PARíS
Jérôme Kerviel, el trader financiero que en enero de 2008 le hizo perder al banco Société Générale cerca de cinco mil millones, dijo que donde trabajaba “todo se oía y veía”.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Pocos son los rostros conocidos de quienes operan en esas catedrales de la especulación que son las llamadas “salas de mercado”. Jérôme Kerviel, el trader francés que en enero de 2008 le hizo perder al banco Société Générale cerca de cinco mil millones de euros, enfrentó ayer a los jueces en un Tribunal de París. Kerviel es uno de los pocos rostros visibles del marasmo financiero que sacudió al mundo hace dos años. Es, también, un emblema de los rumbos sin control, ni límites, ni moralidad con que operan los actores de las finanzas. Jérôme Kerviel se presenta como inocente. El trader realizó una serie de operaciones bursátiles encubiertas, sin autorización de la jerarquía del banco y sin protección, que lo llevaron a perder los cinco mil millones de euros. Ayer expuso en el Tribunal de París el argumento que viene desarrollando desde hace varios meses: los responsables del banco sabían lo que estaba haciendo, estaban al corriente de las irregularidades, pero lo dejaron libre de actuar porque esas manipulaciones hacían ganar dinero. En una sala de mercado “todo se ve y todo se escucha. Estábamos a 50 centímetros unos de otros”, dijo Kerviel ante el juez.
La Société Générale esgrime el argumento contrario. La acusación asegura que el trader organizó maniobras especulativas exorbitantes en los mercados financieros a espaldas de la jerarquía, mediante el montaje de operaciones ficticias y falsas declaraciones. El 24 de enero de 2008, el banco reveló la existencia de un fraude por un monto de 4,8 mil millones de euros. La investigación que se llevó a cabo probó la ausencia de controles eficaces dentro de la sala de mercados, pero no estableció la existencia de ninguna complicidad. Jérôme Kerviel es el único imputado en un proceso que durará tres semanas y al cabo del cual corre el riesgo de ser condenado a cinco años de cárcel y a una multa de cerca de medio millón de dólares. El trader francés organizó su defensa en varios frentes. Entrevistas en radio, prensa escrita, televisión y la publicación de un libro le sirvieron de preámbulo didáctico para explicar su posición. Kerviel reconoce que perdió el sentido de la realidad, que cometió errores, que realizó operaciones falsas para esconder los riesgos reales que corrió. Sin embargo, el eje de su defensa consiste en decir que esas prácticas eran moneda corriente en los bancos y que, por consiguiente, sus superiores no podían ignorarlas. Un hermoso cuento de hadas que apunta a ponerse un traje de inocente y acusar al sistema en nombre del cual se cometían las infracciones.
Los abogados del banco consideran que el hecho de que los servicios de control hayan fallado no significa que Kerviel estuviera autorizado a “poner en peligro al banco con acciones fraudulentas”. El trader no asume la responsabilidad del agujero que le hizo al banco y agrega que si le hubiesen dejado un poco de tiempo, habría recuperado lo perdido.
Los argumentos de la defensa –conducida por Olivier Metzner, el célebre abogado que defendió al ex primer ministro Dominique de Villepin contra el presidente francés en el proceso del caso Clearstream– tienden a demostrar que Kerviel no es más que el chivo expiatorio de la hecatombe ya que, de una u otra forma, el banco no podía desconocer la ruleta financiera con la que Kerviel jugaba. Lo curioso de esta historia es que el trader no ganó un solo peso para él, sino que todo su montaje estaba destinado a beneficiar al banco. “Me metí en una espiral donde me encerré sin poder salir”, escribió Kerviel en su libro Memorias de un trader, publicado hace unas semanas. Los abogados de la Société Générale se preguntaron ayer qué buscaba exactamente este personaje extraño y elegante que pasó un mes en la cárcel en 2008 y ahora trabaja en una empresa de informática que le paga 2300 euros al mes. “Tal vez una bonificación consecuente, o tal vez la necesidad de satisfacer su narcisismo, o tal vez notoriedad”, decía ayer uno de los abogados del banco.
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