Vie 11.06.2010

EL MUNDO  › CARLOS OMINAMI, REFERENTE DEL PROGRESISMO DE CHILE

“Otero dijo lo que piensa la derecha”

El ex senador y ex ministro de Hacienda de la Concertación afirma que las declaraciones del ahora ex embajador chileno en Argentina ponen en evidencia las contradicciones del gobierno de Sebastián Piñera.

› Por Mercedes López San Miguel

Carlos Ominami habla rápido, casi tan rápido como su hijo Marco Enríquez-Ominami. Ominami padre fue ministro de Hacienda y senador por la Concertación, pero el año pasado decidió dar un portazo y apoyar la candidatura independiente de Ominami hijo. Pasadas las elecciones y con Sebastián Piñera ocupando el sillón de La Moneda, este referente del progresismo dialogó con Página/12 sobre los primeros cien días de gobierno de la derecha en Chile y la renuncia del embajador Miguel Otero. Ominami estuvo en Buenos Aires participando de unas jornadas de debate sobre el rol de la izquierda en la región.

–¿Cómo interpreta las declaraciones que hizo el ahora ex embajador de Chile en Argentina, Miguel Otero, a favor de la dictadura de Pinochet?

–No fue ninguna sorpresa, porque Otero dijo lo que piensa. No es nada nuevo. Otero dijo en voz alta y de manera impropia para un embajador lo que gran parte de la derecha chilena y muchos de la Democracia Cristiana en su momento pensaron en Chile. Son sus convicciones más profundas. Esas declaraciones no interpretan a Piñera, pero muestran que una parte de su coalición piensa así y pone en evidencia las contradicciones que debe resolver. Piñera en este tema es minoritario dentro de la coalición de derecha. En los ’80 protestó contra la imposición constitucional de Pinochet y estuvo por el NO en el plebiscito. Si hubiese sido alguien que pensara como Otero, probablemente los vetos de la sociedad chilena habrían operado en contra de él.

–¿Qué participación tuvo Otero durante el régimen?

–Fue profesor, no funcionario. Cuando era auditor de la Universidad Católica se dice que participó en una razzia universitaria y que estuvo asociado a la persecución de estudiantes inmediatamente después del golpe; fue profesor en carabineros en los tiempos en que se los utilizaba como instrumentos de represión de la dictadura, y le tocó ser senador cuando murió Jaime Guzmán, en 1991. Estuvo en el Senado entre el ’91 y el ’98, tuvimos ocasión de compartir el recinto cuatro años.

–¿Es común que haya este tipo de funcionarios en el gobierno actual?

–Sí. El embajador de Chile en España, Sergio Romero, fue subsecretario de Agricultura en la dictadura. Romero, como encargado de las relaciones exteriores de Renovación Nacional (RN, formación de Piñera), tenía aspiraciones de ser el nuevo canciller de Chile. Piñera quería salirse del cuoteo, pero esto es parte del mismo. La nueva forma de gobernar que él encarna presenta dificultades. Piñera habría puesto en el cargo a un gerente joven, que no tuviera que ver con la dictadura, pero no lo logra porque tiene adentro de su gobierno a los pinochetistas.

–¿Cómo cree que reaccionó el gobierno ante las críticas y los pedidos de la oposición para que Otero renuncie?

–Tuvo un primer momento malo, cuando el canciller Alfredo Moreno dijo que el embajador habló “a título personal”. Eso es incorrecto. Rápidamente se dieron cuenta de que estaban en medio de un lío. Quizá los problemas más delicados de Chile son las venganzas de la historia: que el Chile que quería irse de América latina y jugar en las ligas mayores, quería ser como Nueva Zelanda, tiene como principales problemas los diferendos con Perú, Bolivia y Argentina. Hay un punto no resuelto con Argentina, que es la demarcación de los Hielos Continentales. El tigre que se iba directo al primer mundo tiene problemas con los tres países limítrofes.

–¿Avanza la reconstrucción del país tras el sismo?

–Piñera está intentando mostrar que no es un presidente de derecha convencional y que su agenda no se reduce a la tarea de reconstruir el país después del terremoto. Que lo logre, es otra cosa. Creo que el balance en los primeros cien días de gobierno en materia de reconstrucción tiene un cierto aspecto positivo en el tratamiento de la emergencia: levantaron 40 mil viviendas y estuvo bien hecho. Por otra parte, me llama la atención que no haya logrado incorporar al conjunto de las fuerzas políticas en el proceso de reconstrucción, de darle un carácter más nacional. Hay todavía una cierta suspicacia de que finalmente la reconstrucción sea vista por algunos como una oportunidad de hacer negocios. El gobierno tuvo un traspié feo cuando estableció que los materiales se compraran a tres grandes cadenas y dejó afuera a las pymes y las medianas empresas. Piñera acertó con el paquete tributario; los últimos ministros de Hacienda tienen que ponerse colorados de vergüenza porque no tuvieron coraje de plantearlo. En ese punto el programa de Piñera se parecía más al de Marco Enríquez-Ominami que al de Eduardo Frei (Concertación).

–¿Piñera vendió todas sus empresas?

–Chilevisión todavía no, que es una de las más importantes. La operación estaba casi hecha y los compradores –el grupo Linzor– se dieron cuenta de que el canal tiene una concesión de la Universidad de Chile que expira en 2018. Esa licencia podría tener problemas porque hay un piloto de ley digital que debería resolverse en el Parlamento. Si Piñera comienza a legislar sobre televisión teniendo él un canal incurre en una inviabilidad inconstitucional.

–¿Cómo se reposiciona la oposición tras el triunfo de la derecha?

–Hoy día tenemos dos líneas dentro de la oposición: el establishment, que considera que se perdió la elección producto de la indisciplina y la falta de coraje para defender la obra, y otros que pensamos que la Concertación se transformó en una alianza administradora del poder, una coalición conservadora que no planteó nada importante jpara los chilenos. Finalmente ganó Piñera porque apareció como mejor gestor. En Chile se dio lo que yo llamo “una santa alianza de finales de septiembre”: hubo una convergencia entre el ex presidente Eduardo Frei, Michelle Bachelet, Ricardo Lagos y Jorge Arrate –candidato de los comunistas–. Se dijeron: “Si tiene que ganar Piñera, que gane, pero lo que no puede pasar es que nosotros salgamos terceros”. Así se puso en marcha todo el aparataje oficialista en contra de la candidatura de Marco Enríquez-Ominami para evitar que nosotros lleguemos a la segunda vuelta. No hubo ninguna encuesta que demostrara que Frei le ganaba a Piñera. Una segunda vuelta Piñera-Marco hubiera sido indefinida.

–Marco Enríquez-Ominami sumó un electorado tanto de Piñera como de Frei. ¿No pudo deberse a esta falta de ideología clara que saliera en tercer lugar?

–Nos faltó fuerza para haber denunciado “la santa alianza” que incorporó a los políticos tradicionales. Fuimos dando una ideología. Lo que se requiere en el mundo hoy son fuerzas progresistas. La izquierda en Chile es conservadora, se relaciona mal con los temas de género, es marginal. Nos falta, pero estamos encaminados.

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