EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
El presidente de Siria, Bashar al-Assad, recibe a un grupo de periodistas en el Sheraton, sonriente, amable, tranquilo, de traje, contesta un par de preguntas a cada uno en una ronda informal que dura unos cuarenta minutos. En la cita lo acompaña, además del traductor y de su embajador, una mujer a quien llama “mi consejera”, una experta en la Argentina vestida con ropa occidental que comenta o completa sin pedir permiso algunas de las respuestas del líder sirio.
Tanto en la puesta en escena del encuentro como en las respuestas que ofrece proyecta la imagen de un líder moderno, laico y multilateralista, un líder de una potencia regional en la zona más convulsionada del mundo que busca permanentemente los caminos hacia la paz.
Cuando visitan la Argentina presidentes de menor peso, las entrevistas grupales suelen girar alrededor de la agenda bilateral y la situación en sus respectivos países. Assad sube la vara con sus palabras introductorias, donde hace un análisis global del cambio en la relación de fuerzas entre las potencias tradicionales y las emergentes y destaca la importancia de la Argentina en este nuevo mapa como aliado estratégico de Brasil.
“Vengo a visitar este continente amigo, con el cual durante mucho tiempo nos ignoramos, no sabíamos nada. Pero hoy existe un mapa político diferente a partir de las últimas cumbres y la intervención de Brasil en los conflictos de Medio Oriente,” explica.
Le preguntan por la reacción negativa de Rusia, Estados Unidos y China ante dicha propuesta y responde:
“Creo que es una propuesta muy importante, que ha abierto un camino a la solución. Los países del Cinco Mas Uno (EE.UU., Rusia, China, Gran Bretaña y Francia, con poder de veto en la ONU, más Alemania) no están interesados por varias razones. Primero, no desean una solución porque quieren ir a la ONU de todas maneras para responsabilizar a Irán. Segundo, no quieren que la solución salga de países como Brasil y Turquía. Pero ha cambiado el peso de Estados Unidos y Europa. Cuando trabajamos con estos países para lograr una solución, el problema se agrava. Yo creo en el éxito de esta iniciativa que dio comienzo a una relación de cooperación entre los países del eje sur-sur”.
Me toca preguntar y arranco livianito. Hace unos años el presidente Bush incluyó a Siria en el Eje del Mal. Después Obama dijo en El Cairo que quería una nueva relación con el mundo árabe. Más allá de la retórica, ¿en que cambió la relación con Estados Unidos?
“La presencia de Obama es un hecho relativamente positivo. En la cosa práctica no se ha avanzado demasiado, pero se ha logrado el diálogo”, responde. “El diálogo es importante porque en la ausencia del diálogo los problemas se agravan. Pero no se han producido resultados concretos. En Irak no ha cambiado nada. En Afganistán las cosas están peor. ¿Cuáles asuntos ha solucionado la administración Obama? Hasta el momento nada real.”
Sigue la ronda y el tema sigue siendo Medio Oriente. Le preguntan por qué no hizo más después del ataque israelí a la flotilla humanitaria. Contesta que denunció y repudió como todo el mundo. “Los que tienen que hacer algo más son los países que tienen relaciones con Israel. Nosotros no las tenemos porque Israel ocupa nuestros territorios.”
Con elegancia, sin nombrarlos, critica a los países árabes alineados con Occidente. “En la calle se percibe una frustración con algunos gobiernos árabes que no están a la altura del deseo popular. La razón es que estos países consideran al bloqueo de Gaza como parte del desacuerdo entre palestinos. Nosotros consideramos que no tiene que ver con eso. Turquía e Irán piensan como nosotros. No se trata de un conflicto laico-musulmán. Cuando Hamas ganó abrumadoramente la elección en Gaza, lo hizo con el voto de los laicos, lo mismo que (el presidente Recep Tayyip) Erdogan en Turquía.”
Después habló del ataque israelí a la supuesta instalación nuclear siria en septiembre del 2007. Dijo que era una instalación militar y que ninguna actividad nuclear se desarrollaba allí. “Si había una instalación nuclear les hubieran dicho de entrada a los inspectores de la AIEA (el organismo nuclear de la ONU) que inspeccione las instalaciones, pero eso hubiera resultado en una situación embarazosa. Nadie puede esconder una instalación nuclear.”
Sigue la ronda de preguntas. Mientras los mozos sirven jugo de naranja y agua mineral, al-Assad calibra a los actores que juegan fuerte en la región. Dice que Estados Unidos es la primera potencia mundial y que ninguna iniciativa puede prosperar sin su apoyo. “Puede ser la garantía en el proceso de paz, lograr acuerdos y ejecutarlos, pero ellos no son capaces de administrar un proceso de paz de principio a fin porque no conocen los detalles de la región.” Brasil, dijo al-Assad, tuvo éxito con Irán y demostró habilidad política, por lo tanto, puede contribuir. Francia puede jugar un rol. España quizá también. Argentina puede jugar asociado con Brasil y por eso ha invitado al canciller (Héctor Timerman) a visitar la región. “En Europa nadie se ha movido eficazmente. El que quiere jugar este papel debe demostrar primero que es un país independiente y los países del sur han mostrado más independencia que los europeos.”
Después cuenta que a fines del 2008 las negociaciones con Israel estaban avanzadas en Turquía para un tratado de paz que incluía la devolución de las Alturas de Golán. “Yo estaba al teléfono con Erdogan ajustando detalles para un acuerdo de paz y Olmert estaba en el otro cuarto. Hicimos la propuesta y Olmert quedó en contestar. Cuatro días más tarde Israel invadió Gaza. Para Erdogan fue una ofensa inaceptable.”
Cuando le toca otra vez a Página/12, trago saliva y pregunto por su opinión acerca del Holocausto. También, qué opina de que la Justicia argentina haya acusado a Hezbollah de actos de terrorismo. Siria es el principal referente internacional del movimiento integrista basado en el Líbano, surgido durante la ocupación israelí.
Las preguntas no parecen molestarle. Pero su respuesta a la primera de ellas no suena muy convincente. No niega el Holocausto, pero lo relativiza, poniéndolo a la misma altura que una larga lista de masacres y violaciones de derechos humanos en la historia reciente, desde las masacres de palestinos hasta la cárcel de Guantánamo. Su larga respuesta empieza así: “Esta es una historia en que no estaba presente. No había nacido ni ustedes tampoco. Que digan seis millones, diez millones, no tengo estos datos precisos porque no estaba presente”. Y termina: “¿Cuál es la diferencia entre Guantánamo y el Holocausto? Rechazo hablar del Holocausto sin mencionar el resto”.
Con respecto a Hezbollah, su respuesta es más moderna y convencional. Respeta a la Justicia, cuando una persona u organización es acusada debe responder por sus crímenes. Pero dice que su país ha sido acusado de actos terroristas en Europa que nunca cometió y que por eso hay que ser cautos con el tema.
Rodrigo Lloret le saca quizá su respuesta más inteligente cuando le pregunta por un comunicado de la DAIA repudiando su visita a la Argentina. Al-Assad contesta que se lo toma como un tema religioso y no político. Que viene de visitar a miembros de la comunidad siria local y que a esa comunidad la componen personas de distintas etnias y religiones. Dice que como musulmán respeta a las religiones que lo anteceden, como el cristianismo y el judaísmo, y resalta que en Siria existe una importante comunidad judía. “Si Israel quiere ser un Estado judío no se va a integrar a una región que no lo es, va a seguir aislada. Por eso, si algunos piensan que están ayudando a Israel con estas declaraciones, le están haciendo daño, porque Argentina es un país abierto y no cerrado.”
Así, después de tropezar con el Holocausto, reemerge el líder laico, moderno y multilateralista. Cuando va a empezar la tercera ronda de preguntas, la asesora, sin previo aviso, se levanta y da por terminada la entrevista colectiva. Al-Assad agradece. “Encuentros como éste son muy útiles para saber cómo nos ven en su país... Los espero en Siria”, se despide amable el líder de un país importante que es tratado como tal por periodistas de un país que quiere serlo. Periodistas que rara vez hablamos mano a mano con líderes de su envergadura. Por eso salteamos preguntas sobre su régimen totalitario para centrarnos en los grandes temas de la agenda mundial, Y ahí, salvo algún tropezón, él se mueve como pez en el agua.
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