EL MUNDO › CON UN EMPATE EN LOS SONDEOS, ARRANCó LA CAMPAñA PARA OCTUBRE
Los dos candidatos con chances de ganar, la oficialista Dilma Rousseff y el socialdemócrata José Serra, comenzaron con dos actos en el sur del país. La campaña promete ser la más cara en la historia del país.
Después de meses de anticipación y con un empate en las encuestas se largó ayer la campaña presidencial en Brasil. Los dos candidatos con chances, la oficialista Dilma Rousseff y el socialdemócrata José Serra, comenzaron con dos actos en el sur del país. La primera lo hizo en Porto Alegre, al recibir un homenaje de la Asamblea Legislativa de Río Grande; el segundo recorrió el centro de Curitiba, la capital del estado de Paraná, uno de sus bastiones. Los dos adelantaron que el eje pasará por los problemas sociales. Mientras la ex ministra de Luiz Inácio Lula da Silva reivindicó lo hecho en los últimos ocho años y prometió acentuar los programas sociales iniciados por el Partido de los Trabajadores (PT), el ex gobernador de San Pablo, por su parte, hizo hincapié con su slogan “Brasil puede más” en los aspectos en los que el gobierno de Lula se quedó corto, según su análisis.
La campaña electoral que finalizará con los comicios del 3 de octubre y la elección del presidente, su vice, 27 gobernadores y la mayoría de los miembros del Congreso, tendrá dos componentes históricos. En primer lugar será la más cara que hayan vivido los brasileños. Según los datos que adelantó el Tribunal Superior Electoral, el candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) gastará 100 millones de dólares, mientras que el oficialista PT planeó un presupuesto de 90 millones de dólares. En segundo lugar, por primera vez el presidente saliente tiene una popularidad del 80 por ciento. Por eso, es muy probable que Serra no ataque con toda su artillería a Lula, un dirigente que después de ocho años en el poder supo romper con los clivajes sociales, económicos y culturales del país.
No obstante, la figura de Lula será central en la campaña, como demostró el día de largada. La primera controversia comenzó cuando dirigentes de la coalición oficialista –el PT y el Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB)– insinuaron que el presidente podría tomarse licencia para participar activamente de la campaña de Rousseff. La Justicia Electoral ya multó varias veces al mandatario por influir a favor de su delfín. Sin embargo, ayer Lula se apuró a frenar la ola de rumores.
Desde Tanzania, una de las paradas de su quinta y última gira africana, el mandatario prometió mantenerse al margen ... la mayoría del tiempo. “Mi prioridad es viajar por Brasil, visitar obras, inaugurar obras y, en la medida que sea posible, participar de la campaña sólo los fines de semana, porque considero que mi candidata está madura para realizar su campaña sin necesidad de la presencia del presidente”, aseguró a los periodistas brasileños que lo acompañan.
Mientras tanto, Rousseff ya había comenzado a hacer campaña sola. “Vamos a transitar de una economía de nación emergente a una de nación desarrollada con el compromiso de erradicar la pobreza extrema”, prometió la ex ministra de Energía y la ex jefa de Gabinete de los gobiernos de Lula. Habló durante media hora frente a la Asamblea de Río Grande, en donde recibió la Medalla al Mérito Farroupilha. Dijo que el eje de su campaña será la cuestión social y que será allí donde se diferenciarán de la socialdemocracia. “Ellos ven un mundo, nosotros vemos otro”, sintetizó la dirigente del PT.
Enumeró más de 20 planes sociales impulsados en los últimos ocho años y prometió duplicar las viviendas construidas dentro del programa Mi Casa Mi Vida, que ya lleva un millón de casas. También se comprometió a que cada municipio de más de 50 mil habitantes tendrá una escuela técnica. Hoy repetirá sus primeras promesas de campañas en un acto en el corazón de la ciudad de San Pablo, el principal bastión de su rival.
En tanto, Serra decidió arrancar recorriendo las calles y con promesas sociales propias. En medio de su caminata por Curitiba, la ciudad del país en donde mejor lo dan posicionado las encuestas, lanzó el programa “madre brasileña” para que todas las mujeres embarazadas tengan por lo menos seis exámenes médicos garantizados. Apoyándose en su reconocida gestión como ministro de Salud de Fernando Henrique Cardoso –fue el que obligó a las farmacéuticas a bajar los precios de los medicamentos básicos– prometió construir nuevos policlínicos y laboratorios médicos, para asegurar un sistema de salud fuerte y confiable en todo el país.
Es la segunda vez que el dirigente opositor se presenta como candidato a la presidencia brasileña. La primera fue en 2002, cuando cayó frente a Lula. Ahora los sondeos le dan esperanza. Las últimas encuestas coincidían en un empate técnico, algunas con una leve ventaja para Rousseff, otras a favor de él. La tercera candidata, la ambientalista y también ex ministra de Lula, Marina Silva tiene un diez por ciento de intención de voto.
Quedan casi tres meses de actos y propaganda por delante y tres debates televisivos, a los que Rousseff aún no quiso confirmar su participación. En 2006 Lula no quiso participar en los debates de la primera vuelta y, según varios analistas, el síndrome de la silla vacía le terminó costando el ballottage. Un mal trago que Rousseff vivió en carne propia como parte de la campaña lulista.
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