EL MUNDO › LA TRAMA POLíTICO-FAMILIAR-FINANCIERA DE UN ESCáNDALO A LA FRANCESA
Fraude fiscal, la mano de la presidencia francesa en una causa judicial en curso, los vínculos de Liliane Bettencourt (heredera de L’Oréal) con el ministro de Trabajo y su esposa y la compra de una isla en las Seychelles nunca declarada al fisco.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Si la desfachatez tuviera un rostro, algunos protagonistas de la saga político-familiar-financiera ligada al escándalo de L’Oréal llevarían esa máscara. Cada día, este caso que compromete a uno de los ministros más importantes del Ejecutivo de Nicolas Sarkozy –el de Trabajo– aporta un suplemento de información cuyo contenido compite con las ficciones más imaginativas. Pero los hechos son reales. En vísperas de que el ministro de Trabajo, Eric Woerth, defienda ante los diputados la reforma del sistema de jubilaciones francés, la más refutada del mandato del presidente Sarkozy, la prensa divulgó nuevos ingredientes de esta caja de Pandora que se abrió con el telón de fondo de un conflicto familiar en el seno de la familia Bettencourt, a raíz de los “regalos” por demás generosos –mil millones de dólares– que Liliane Bettencourt, la heredara del imperio L’Oréal, le hizo a un fotógrafo dandi, François-Marie Banier. La semana pasada, la policía interrogó durante dos días a varios actores de este episodio. Entre ellos, se encontraban Patrice de Maistre, el dueño de la empresa Clymène, encargada de administrar la fortuna de la señora Bettencourt, y el mismo fotógrafo.
La cuestión central de los interrogatorios giró en torno del contenido de las grabaciones clandestinas realizadas por un mayordomo de la señora Bettencourt. En ellas trascienden temas como el fraude fiscal, la mano de la presidencia francesa en una causa judicial en curso, los vínculos de Liliane Bettencourt con el ministro de Trabajo y su esposa y la compra de una isla en las Seychelles que nunca fue declarada al fisco francés. La isla en cuestión pertenecía a la familia del sha de Irán, los Pahlevi, y se llama Arros. Su beneficiario no es otro que el fotógrafo François-Marie Banier. Para ocultar la compra de la isla, Liliane Bettencourt creó una asociación caritativa en el paraíso fiscal de Liechtenstein, la Fundación para el equilibrio ecológico, estético y humano. En 2006, la fundación se convirtió oficialmente en propietaria de la isla y firmó un contrato de alquiler “de por vida” con los Bettencourt por unos 580.000 euros anuales. Así, Liliane Bettencourt era al mismo tiempo propietaria de la isla de Arros y pagaba un alquiler por ella. No menos insólita es la declaración que FrançoisMarie Banier le hizo a la policía sobre esta isla. Según el diario Le Monde, Banier dijo: “Detesto esa isla, está llena de mosquitos, es minúscula y hay mucha humedad. Además, hay tiburones. Detesto las islas. Johny Depp tiene dos islas en el Pacífico. Me invitó varias veces, pero nunca voy”. ¡Pobre señor!
Fuentes judiciales adelantaron ayer que Liliane Bettencourt sería “interrogada” muy pronto por la policía y que el ministro de Trabajo, Eric Woerth, y su esposa Florence seguirían los mismos pasos. Esta audiencia había sido reclamada por el ministro, pero, lejos de despejar los nubarrones, los interrogatorios futuros están enturbiados. Quien los solicita es la Fiscalía de Nanterre. Ahora bien, el fiscal de esta jurisdicción, Philippe Courroye, no sólo aparece mencionado en las cintas del mayordomo, sino que también está acusado por el sindicato de la magistratura y varios jueces eminentes de estar a “las órdenes” del poder. El tema se enreda un poco más con las informaciones que circularon este fin de semana como resultado de los interrogatorios efectuados por la policía con el gestor de la fortuna de Liliane Bettencourt.
El vespertino Le Monde publicó un extracto de esas audiencias donde Patrice de Maistre asegura que Eric Woerth le pidió que recibiera a su esposa “para aconsejarla sobre su carrera”. Por esos años Woerth era ministro de Presupuesto. En noviembre de 2007, Florence Woerth pasó a ser una empleada de la empresa de Patrice de Maistre. Ayer, el ministro desmintió esas afirmaciones y dijo que “nunca favorecí para que mi mujer fuera contratada”. Eric Woerth también apuntó que las declaraciones del gestor de la fortuna de Liliane Bettencourt (17.000 millones de euros) no lo comprometen y que son los “títulos escandalosos” de la prensa los que crean la confusión. La fecha de la audición del ministro aún no está fijada. La ley impone un paso previo: la autorización del Consejo de Ministros.
Entre denuncias contra la prensa, reclamos de la oposición, revelaciones verdaderas o dudosas, manipulaciones y guerra larvada en el seno del Poder Judicial por el control de las investigaciones de este megaescándalo, la odisea L’Oréal ha golpeado al gobierno de Sarkozy, empañado seriamente la transparencia del sistema político francés así como esa filosofía del igualitarismo que Francia transmitió al mundo. La saga L’Oréal es una bomba que salpicó a todo el mundo. El último ingrediente que salió con la explosión es el de la existencia de una galaxia de los llamados “micropartidos”. Se trata de estructuras compuestas por hombres políticos de izquierda y de derecha y cuyo propósito central consiste en recabar fondos para las campañas de manera legal pero poco moral. Según la Comisión Nacional de las cuentas de campaña y de la financiación política, CNCCFP, la irrupción de micropartidos se multiplicó de manera vertiginosa en los últimos 20 años. Había 27 contra 283 en 2009. La semana pasada, un ministro en ejercicio, Laurent Wauquiez (Empleo), viajó a Londres a fin de colectar fondos para su micropartido.
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