Dom 12.01.2003

EL MUNDO  › QUE PUEDE PASAR CON LOS PRECIOS Y LA ECONOMIA EN MEDIO DE LA TENSION FRENTE A IRAK

Chispas encendidas sobre un océano de petróleo

Mientras Estados Unidos y Gran Bretaña siguen acumulando fuerzas en la zona del Golfo Pérsico, la OPEP se reúne hoy con una prioridad: mantener estables los precios del petróleo. Pero es mucho lo que puede salir mal, en un mercado ya inestable por la crisis con Irak y la huelga venezolana.

Por Larry Elliott y Charlotte Denny *
Desde Washington y Londres

Hace 30 años, la idea de una reunión de la OPEP mientras el mundo estaba encarando una guerra en Medio Oriente hubiera causado escalofríos en los mercados. Pero en la reunión de hoy en Viena, el cartel de los 11 miembros productores de petróleo estarán actuando el rol de John Wayne cabalgando para rescatar la economía mundial. Mientras el precio del petróleo subía la semana pasada muy por encima de 30 dólares el barril a su nivel más alto en dos años, Arabia Saudita, el mayor productor de petróleo del mundo, hizo saber que estaba preparada a sostener una producción diaria extra de dos millones de barriles para abastecer la demanda energética del mundo. El anuncio provocó el inmediato alivio en el inquieto mercado: los precios cayeron más de un dólar.
La reunión de la OPEP fue convocada para discutir el plan saudita. La oposición del resto del cartel significaría un menor impulso a la producción pero, como son los únicos productores con significativa capacidad ociosa, los sauditas tienen todas las cartas importantes. El ministro de petróleo de Kuwait, Sheikh Ahmad al-Fahd al-Sabah, dijo el 8 de enero que el desenlace más verosímil sería un aumento de entre uno y 1,5 millón de barriles por día. Eso añadiría entre un 4 y un 7 por ciento a la producción diaria de 23 millones de barriles de la OPEP. Esto es muy diferente a 1973, cuando el lanzamiento de la guerra de Yom Kippur desató un boicot árabe contra los estados occidentales que apoyaban a Israel. El precio del petróleo se cuadruplicó a 11 dólares, matando el largo boom de posguerra que había visto crecimientos sin antecedentes en los niveles de vida occidentales. Un segundo aumento de precio a fines de la década de 1970 y un tercero en el momento de la invasión de Irak a Kuwait en 1990 tuvieron el mismo resultado: recesión en Occidente, acompañada por un período de caída en los precios del petróleo.
Tanto la OPEP como Occidente han aprendido de los shocks desestabilizadores de las pasadas tres décadas que un mercado administrado es bueno para los exportadores y para los importadores. A pesar de la llegada a escena de nuevos productores ajenos a la OPEP como Rusia, los miembros del cartel todavía son responsables por el 40 por ciento de la producción mundial. Más aún, los sauditas son la pieza clave no sólo del cartel sino de todo el mercado petrolero. “Los países que no pertenecen a la OPEP tienden a producir en su capacidad máxima, de manera que la capacidad de reserva está casi íntegramente en los países de la OPEP –dice Paul Horsnell, analista de petróleo en JP Morgan–. Mientras existe una percepción de que Rusia en especial podría de alguna manera ayudar, la realidad es que no puede.”
Dos factores son los responsables por el aumento del precio del petróleo por encima de 30 dólares por barril al comienzo del año. Primero, el redoble de tambores de guerra desde Washington aumentó de volumen, provocando el temor de que a comienzos de 2003 se vea el largamente amenazado ataque de EE.UU. contra Irak. Segundo, una huelga paralizó las refinerías de Venezuela, cortando el abastecimiento del quinto mayor exportador mundial de petróleo y la fuente del 13 por ciento de las importaciones de petróleo de EE.UU.
Estos factores llevaron los precios muy por encima de la banda de 22 a 28 dólares por barril que la OPEP cree que garantiza una ganancia decente para los productores sin estrangular la economía global. En la actual coyuntura, con Estados Unidos, Europa y Japón en problemas, la energía barata es considerada por los economistas como un ingrediente crucial para la recuperación. Paradójicamente, las sauditas parecen más preocupados por el impacto de un precio de más 30 dólares por barril en la economía global que la administración Bush. Si la Casa Blanca lo ordenara, EE.UU. acudiría a sus masivas reservas estratégicas. Esas reservas están en todo momento por encima de los 600 millones de barriles, lo suficiente para mantener en marcha durante 60 días a la mayor economía del mundo, aun si todas las importaciones se detuvieran de golpe.
Hasta ahora, Bush ha declinado abrir las canillas, aunque, siendo un ex petrolero, sabe lo vital que es el crudo para la economía norteamericana. Los propios augures macroeconómicos de la administración creen que Estados Unidos es lo suficientemente fuerte para soportar un precio del crudo de 30 dólares el barril, lo que todavía se encuentra por debajo del pico de comienzos de la década del ‘80 una vez considerada la inflación. Bajar las reservas ahora, cuando no se ha disparado un solo tiro, expondría a los republicanos al mismo cargo por el que acusaron a Bill Clinton en 2000: que estaba usando un arma económica estratégica con motivos políticos. Los norteamericanos, junto con virtualmente todos los analistas del mercado del petróleo, están asumiendo que una guerra, en caso de suceder, será corta, intensa y decisiva. Una posibilidad mucho más problemática sería que Saddam Hussein no sólo remueva los 2 millones de barriles diarios de Irak del mercado sino que lance ataques exitosos contra los pozos de Kuwait y Arabia Saudita. Bajo esas circunstancias, los analistas están convencidos de que el precio subiría rápidamente.
Goldman Sachs trabajó sobre un escenario según el cual las provisiones de petróleo son interrumpidas por ataques iraquíes en campos sauditas y kuwaitíes, lo que haría que el precio del petróleo subiera a 50 dólares el barril y recortaría el crecimiento en 2004 de 2,4 por ciento a 1 por ciento en Estados Unidos y de 1,9 por ciento a 1 por ciento en Europa, pero sus analistas creen que hay sólo un 15 por ciento de posibilidades de que esto suceda. Pero aun una guerra que marche de acuerdo con los planes del Pentágono puede tener graves consecuencias en el mercado petrolero.
El escenario soñado por Washington es que la ida de Saddam Hussein sea seguida por la creación de su propio Estado cliente en Medio Oriente, lo que le aseguraría el abastecimiento de petróleo barato. En términos generales, esto es lo que aseguró la prosperidad occidental en las décadas doradas de los ‘50 y ‘60. Pero el petróleo barato es un problema para el resto de Medio Oriente, particularmente para Arabia Saudita, que, aun cuando es el productor más barato del mundo, necesita un precio de petróleo de alrededor de 25 dólares el barril a fin de generar los ingresos para apaciguar a su población, joven y crecientemente radical. El país tiene una de las tasas de nacimiento más altas del mundo, con la mitad de su población por debajo de los 15 años. Cada año un grupo nuevo se recibe en el desempleo o en empleos sin salida en la burocracia, reclutas ideales para los fundamentalistas islámicos.
La familia real saudita, consciente de que su país tiene una economía de un solo producto, sabe que una caída en el precio del petróleo podría tener consecuencias políticas desastrosas en el país. Esto, finalmente, es el dilema para la nueva generación de las palomas de la OPEP. Han dejado de usar el petróleo como un arma política, y no tienen ninguna intención de provocar boicots en EE.UU. y en el Reino Unido si las bombas comienzan a caer sobre Bagdad. Pero si son demasiado complacientes con Estados Unidos pueden encontrar a sus regímenes autocráticos bajo presión de las enojadas poblaciones antioccidentales. Aun la OPEP de la década del 70 tendría problemas para fijar el precio del crudo en esas circunstancias.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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