Vie 29.10.2010

EL MUNDO  › GUERRA DE LOS NUMEROS POR LAS MANIFESTACIONES DE PROTESTA EN FRANCIA

Con las vacaciones disminuyó el caudal

La reforma de las jubilaciones promovida por el gobierno francés sigue convocando movilizaciones multitudinarias de protesta, pero la época de vacaciones hizo que la cantidad de manifestantes se redujera.

› Por Eduardo Febbro

Desde París

Gobierno y sindicatos jugaron hasta el filo de la navaja con la manipulación adolescente de las cifras sobre la participación de la gente en la última jornada de huelgas y manifestaciones contra la reforma previsional, ya adoptada por el Senado y la Asamblea. Tal como lo esperaban los sindicatos, las manifestaciones de ayer fueron menos masivas que antes de las vacaciones: las centrales sindicales hablan de dos millones de personas, el Ministerio de Interior, cuyo sistema de cálculo es cómico, indica 560.000 manifestantes. La merma de la movilización no es una sorpresa. Dos datos la explican: las vacaciones de Todos los Santos, y el hecho de que el proyecto de ley que amplía la edad de la jubilación de 60 a 62 años y de 65 a 67 el piso para cobrar una jubilación entera ya pasó los procesos institucionales, Senado y Asamblea Nacional. Sólo queda que el presidente promulgue la ley a mediados de noviembre. A pesar de la debilidad de las protestas de ayer el descontento sigue siendo persistente, y no sólo en lo que toca a la reforma de las jubilaciones. Con todo, es lícito reconocer que los ocho sindicatos, desbordados por la base y el encono popular hacia Nicolas Sarkozy, mantuvieron las protestas callejeras y las huelgas a un ritmo sostenido, dos por semana, con el telón de fondo de manifestaciones que, sólo una semana atrás, reunieron entre tres y tres millones y medio de personas.

Jean-Claude Mailly, secretario general del Sindicato Fuerza Obrera, había anticipado el fenómeno: “En Francia hay vacaciones, los estudiantes no tienen clase, hay un poco de cansancio también. Yo no espero una participación record”. Después de haber estado contra las cuerdas durante varios meses, el Ejecutivo recupera ahora un poco de su capacidad de acción, tanto más cuanto que Nicolas Sarkozy dejó pasar la tormenta con un poco común perfil bajo, sin salir a provocar a los sindicatos o a la marea humana que, dos veces por semana, colmó las calles de Francia con centenas de manifestaciones. Si bien los sindicatos deben elaborar una salida estratégica de esta confrontación en la que no lograron que el Ejecutivo retrocediera en el eje de la reforma, es decir, el aumento de la edad mínima para jubilarse, el gobierno no ha ganado en toda línea. La calle le sigue siendo honda, burlonamente hostil. Nicolas Sarkozy no cedió, los sindicatos no avanzaron, pero el presidente perdió en la batalla muchos puntos estratégicos de cara a su proyecto reeleccionista 2012. En la manifestación parisina, los cartelitos espontáneos pintados en papel madera o cajas de cartón ofrecían un panorama clarísimo de parte de la opinión pública: política de seguridad, medidas económicas, estilo de vida de Nicolas Sarkozy, reformas, política inmigratoria, protección de los ricos, política fiscal, en suma, toda la identidad del mandato de Nicolas Sarkozy era objeto de burlas y sarcasmos.

Francia parece encaminarse hacia una zona de incertidumbre en la cual cada actor, sindicatos y gobierno, hace su análisis triunfal de lo ocurrido mientras se espera la formación de un nuevo gabinete. El próximo Ejecutivo será un avión de combate electoral diseñado para que Nicolas Sarkozy consiga su reelección en 2012. El presidente intentará apaciguar los incendios sociales de la reforma provisional y calmar la saña de los electores centristas, enfurecidos por la forma ostensible en que el presidente determinó la expulsión de los gitanos, asoció la criminalidad con la inmigración y activó un paquete de disposiciones alevosas contra los extranjeros. Ese caldo electoral destinado a un electorado envejecido, temeroso y de netos perfiles racistas alejó de las orillas presidenciales a muchos electores del centro aún tentados por Nicolas Sarkozy. En términos de lectura institucional, Sarkozy salió con su ley aprobada. En términos de lectura electoral, el presidente tiene una titánica tarea para reconquistar una nueva mayoría presidencial y, sobre todo, una legitimidad popular que la reforma provisional ensombreció a niveles inquietantes.

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