Dilma decía que a título personal estaba en contra de legalizar el aborto, pero pensaba que debía tratarse como un tema de salud y no como un crimen en contra de la vida y de Dios. Serra decía qué él era el mejor representante de los valores familiares en un país socialmente muy conservador.
Pasó también que Crisitina, la mujer de Serra, se había subido al carro de demonizar a Dilma por el tema del aborto y una ex amiga contó que Crisitina se había practicado uno en Nueva York. La noticia pegó fuerte.
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