EL MUNDO › OPINION
› Por Mercedes López San Miguel
Dilma Rousseff, primera mujer presidenta de Brasil. Supo ser “la compañera Estela”, “la Juana de Arco” de la agrupación guerrillera setentista Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares. Una mujer al mando de la octava economía del mundo que no cuenta, más allá de la efímera luna de miel de todo inicio de mandato, con la mirada amable de los opinólogos, prensa y establishment de la derecha y el catolicismo latinoamericanos.
Separada dos veces, durante la campaña algunos medios opositores dieron un anticipo de lo que le espera a Dilma, más aún si da rienda a sus convicciones políticas: insinuaron que era lesbiana como una acusación, por mencionar una brutalidad. El periodista Efrém Ribeiro, del diario O Globo, le preguntó si ella era homosexual. “¡Ah, querido! No voy a responder eso. Soy mamá y abuela. Por el amor de Dios, no voy a entrar en ese tipo de debate”, respondió Rousseff en un tumulto de micrófonos. Al corresponsal del principal diario carioca le faltó preguntar, al estilo del cineasta Oliver Stone, cuántos pares de zapatos tiene.
Dilma Rousseff es el nombre de una mujer de armas tomar. Su pasado de jovencita de 22 años, presa y torturada, ya fue usado en su contra por las elites locales durante la campaña como una amenaza de revancha. En un aviso, la reciente candidata se dirigió con palabras simples para explicarles a los votantes que estuvo en prisión por combatir a favor de la democracia y la justicia. “Nadie hace cosas si no pone pasión ni cree en ellas”, sostuvo. Ayer, la flamante presidenta dejó en claro su postura al respecto. “No tengo arrepentimientos ni rencores.”
No sólo el pasado guerrillero fue usado en su contra. También sus declaraciones años atrás a favor del aborto. Durante la campaña para el ballottage Rousseff publicó una carta abierta en la que prometió que no enviará al Congreso ningún proyecto de ley que despenalice la interrupción del embarazo. El aborto es permitido en Brasil sólo en casos de violación y cuando peligra la vida de la madre.
Dilma Rousseff fue jefa de Gabinete del gobierno de Lula. La prensa opositora la apodó “la jefa de ministros de mano de hierro”, un modo sexista de describir la fortaleza de carácter de una mujer. Lula fue quien impulsó su candidatura, su mentor. No faltarán voces que digan que el popular mandatario saliente sigue gobernando detrás de bambalinas.
Pero, aunque genere resistencias, el destino de Brasil está en manos femeninas.
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