Mié 29.01.2003

EL MUNDO  › UN BELICOSO MENSAJE DE BUSH ABRIO EL CAMINO DE LA GUERRA

Habló el Comandante en Jefe de Dios

En su mensaje del Estado de la Unión, Bush denunció encendidamente a Saddam Hussein e hizo claro que Estados Unidos se prepara para la guerra. El mensaje, pronunciado ante las dos cámaras del Congreso y todos los poderes establecidos de EE.UU., desató tempestades de aplausos.

› Por Claudio Uriarte

Fue lo más cerca que pudo llegarse a una declaración de guerra sin usar las palabras “declaración de guerra”. O mejor dicho, fue una declaración de guerra en cualquier cosa excepto el nombre. Porque, después de las flamígeras acusaciones lanzadas ayer por George W. Bush contra Saddam Hussein y los solemnes compromisos asumidos con los iraquíes, los norteamericanos y hasta la humanidad en que llegó al clímax dramático de su mensaje anual sobre el Estado de la Unión, el presidente norteamericano y sus ejércitos no tienen marcha atrás: se ha vuelto una imposibilidad política.
Bush les dijo a sus soldados que estaban en Medio Oriente para cumplir una misión. Y que si la misión era la guerra, la enfrentarían. También sugirió que era la decisión de Dios. “Si nos obligan a ir a la guerra vamos a combatir con el poderío de nuestras Fuerzas Armadas y vamos a salir airosos”. Después de un mensaje consagrado en gran parte a los asuntos internos, Bush encaró los últimos 10 minutos de su mensaje como un director de orquesta que va construyendo un lento y gigantesco crescendo. El presidente usó primero un estilo didáctico para detallar los incumplimientos de Saddam en su desarme químico, bacteriológico y nuclear. Enumeró los litros de ántrax, los arsenales de gas sarín, mostaza y VX, del virus de la viruela, de los programas misilísticos y de enriquecimiento de uranio, que se habían detectado durante las inspecciones terminadas en 1998, y que ahora no aparecen ni en lo que se permite ver a los inspectores en Irak –“un país del tamaño de California”, recordó– ni en la declaración oficial de armas de Irak, y para cuyo destino no se ha ofrecido explicación satisfactoria. “Y esas armas las quiere para dominar. intimidar o atacar”. Después de cada instancia, cerraba sus párrafos con la oración: “Saddam no ha dado cuenta de esto”. “Imagínense –dijo en uno de los picos de su mensaje– que los 19 terroristas del 11 de septiembre hubieran estado armados con armas de destrucción masiva, capaces de destruir en momentos las vidas de decenas de miles. Debemos asegurarnos de que ese día de horror nunca llegue”. Esto desató tempestuosos aplausos, pese a que sus comentarios sobre las conexiones de Irak con Al-Qaida volvieran a ser característicamente vaporosos. Pero las ovaciones –de pie, y a sala llena– fueron lo que abundó en su finale con fuoco.
“Saddam no se está desarmando, está engañando –insistió–. Y esas armas las quiere para dominar. intimidar o atacar”.
No habló del Eje del Mal, pero mencionó por nombre y actos a Irán y a Corea del Norte, Y durante todo este tramo del mensaje, la mística nunca estuvo lejos. El presidente enunció con cierta fruición los métodos de tortura empleados por el villano: “Torturar a los niños mientras los padres son obligados a mirar, cortar las lenguas, violaciones con electricidad. Si esto no es el Mal, entonces el Mal no tiene ningún significado”.
El mensaje tuvo otro destinatario: el “valiente pueblo iraquí”, al que prometió ayudar y alimentar del mismo modo que se había hecho con Afganistán. “A ustedes les decimos: su enemigo no es el país que los está rodeando, su enemigo es el que lo está rigiendo. Y se acerca el día de su liberación”.
Bush se ocupó de hacer claro que Estados Unidos había buscado trabajar con la comunidad internacional para disuadir a Irak. “Pero nada lo disuade, ni sanciones económicas, ni el aislamiento internacional, ni siquiera misiles de crucero lanzados contra su país”. Subrayó que había buscado que el Consejo de Seguridad estuviera a la altura de su rol, y habló de las alianzas que estaba dispuesto a conformar para exterminar el peligro. Pero subrayó que, de ser necesario, Estados Unidos irá a la guerra solo. “La senda de esta nación no depende de las decisiones de otros. Haya lo que haya que hacer, yo voy a defender la seguridad del pueblo de Estados Unidos”.
¿Consiguió Bush sus objetivos de sumar consenso a una guerra que había estado perdiéndola, en medio de un declive general no catastrófico pero sí preocupante en su popularidad? Probablemente sí. Ningún crítico teatral puede dejar de admitir que la puesta estuvo muy lograda, con la solemnidad de la escenografía y las comparsas –el Congreso, el gabinete, los jueces, los jefes de las Fuerzas Armadas– contribuyendo al éxito del resultado final. Este probablemente fue también –y esto de modo genuino– el discurso más trascendente de toda la carrera política de Bush. Porque después de palabras como las de anoche, sólo pueden hablar las armas.

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