Desde París

El espejo de la democracia Occidental en el cual tantos millones de individuos sueñan con reflejarse se desmorona en pleno vuelo. Dos países de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Francia y Estados Unidos, han protagonizado episodios donde el conflicto de intereses entre el Estado y sus valores y los responsables que los representan resulta descarado. El enviado especial de Estados Unidos a Egipto, el señor Frank Wisner, tiene un doble empleo: media en la crisis egipcia y al mismo tiempo es miembro de un gabinete de abogados que trabaja para el gobierno de Mubarak. En Francia, dos escándalos involucran a la ministra francesa de Relaciones Exteriores, Michelle Alliot-Marie, y al austero primer ministro, François Fillon. Ambos estuvieron de vacaciones en un momento inoportuno de la historia, Túnez para la canciller francesa en plena revuelta popular, o con invitaciones de personajes poco representativos de la democracia, en este punto preciso François Fillon, quien pasó las fiestas de fin de año en Egipto invitado por el mismísimo Mubarak.

En orden cronológico, el último suceso se produjo ayer, cuando el semanario satírico francés Le Canard Enchaïné reveló que François Fillon se había ido de vacaciones a Egipto a costas de Hosni Mubarak. El jefe de gobierno francés, cuya imagen de mesura y honestidad salió dañada, reconoció en un comunicado las informaciones del semanario antes de que éste apareciera en los kioscos. En otras circunstancias de la historia no hubiese habido tanto alboroto, pero con las revueltas de Egipto en plena ebullición y las brasas del escándalo del viaje de la canciller francesa a Túnez todavía humeando, las vacaciones ministeriales provocaron un encendido debate y la intervención del jefe de Estado francés, Nicolas Sarkozy. En su comunicado, François Fillon dijo que había estado en Egipto entre el 26 de diciembre y el 2 de enero “invitado por las autoridades egipcias”. El jefe del Ejecutivo aclaró que, junto a su familia, viajaron desde Asuán hasta la joya arqueológica de Abu Simbel en un avión del gobierno de Mubarak. Según precisa en su texto, los costos de la estancia en una mansión privada de la isla de Elafantina fue pagada por las autoridades egipcias, al igual que una excursión por el Nilo. Le Canard Enchaïné sostiene que la invitación fue cursada por Hosni Mubarak. La oposición, a través de la Primera Secretaria del Partido Socialista, Martine Aubry, dijo que el gobierno de Sarkozy “perdió el sentido del espíritu público”. Los anticipos de la prensa sobre las vacaciones a cuenta del dictador no hubiesen tenido el impacto que tuvieron si la escapada egipcia del primer ministro no hubiera estado precedida por la agitación que se generó en torno de la jefa de la diplomacia francesa, Michelle Alliot-Marie. Su enredo tiene tres tiempos: el primero, cuando en plena revuelta tunecina ofreció cooperación policial de Francia al dictador Ben Alí. El segundo, cuando trascendió que había ido a Túnez de vacaciones en el mismo momento en que el país estaba en llamas y a bordo de un avión de un rico empresario a quien se vincula con el llamado “clan Ben Alí”. El tercero y último explota con las explicaciones incompletas que dio la misma ministra. En un primer momento acusó a la oposición de querer cortarle la cabeza, luego admitió que había tomado el avión, pero alegó que el hombre no pertenecía al clan Ben Alí y, por último, cuando se descubrió que, contrariamente a lo que afirmó a la prensa, no había realizado sólo un viaje a través de Túnez en el avión sino dos. Alliot-Marie, sus padres y su compañero, el ministro de Relaciones con el Parlamento Patrick Ollier, viajaron en un aparato del empresario tunecino Aziz Miled, hombre que trabaja en el sector turístico y que no tiene un historial muy claro.