EL MUNDO › LOS MANIFESTANTES NO SE VAN DE PLAZA TAHRIR PARA EXIGIR REFORMAS DEMOCRATICAS AL REGIMEN MILITAR
En un comunicado, el gobierno militar garantizó los tratados y acuerdos internacionales, prohibió el abandono del país a un grupo de ex integrantes del régimen. Ignoran el toque de queda.
› Por David Randall
La celebración del comienzo del nuevo Egipto continuó ayer, el primer día post régimen, con euforia. Mientras algunos manifestantes comenzaron a retomar el ritmo de vida que llevaban hasta hace 19 días, cuando empezaron a reclamar el fin del gobierno de Hosni Mubarak, otros decidieron permanecer en la plaza Tahrir para exigir a los militares, a cargo del poder, que no dejen de oír sus demandas. En el único comunicado público emitido ayer, el gobierno militar garantizó los tratados y acuerdos internacionales, prohibió el abandono del país a un grupo de ex integrantes del régimen y la transición hacia un Estado democrático.
El primer día de Egipto libre de Mubarak estuvo marcado por un considerable relajamiento del ampliamente ignorado toque de queda. Al cierre de esta edición corría entre la 0 y las 6, en lugar del extendido hasta las 20 que rigió durante los días más ásperos de las protestas. Los bancos reabrieron sus puertas la semana pasada y la Bolsa de Valores planea hacer lo mismo el miércoles, a casi tres semanas de haber cerrado. La mayoría de los comercios en El Cairo regresaron a su actividad habitual y el Canal de Suez ya funciona normalmente.
Aunque reflexivo, el pueblo siguió de fiesta. “No me preguntes ahora. Dejame celebrar mi libertad y la de mis hermanos. Mañana hablamos”, respondió a un cronista Ahmed Naguib, un joven ingeniero desde el centro de Tahrir. Junto con la continuada euforia llegó el comienzo de la limpieza de las calles de El Cairo. Brigadas de soldados se encargaron de remover barricadas y remolcar carrocerías de autos quemados. Grupos organizados de civiles, por su parte, se calzaron barbijos y comenzaron a barrer las calles y sacar de allí toneladas de basura. Muchos de ellos portaban placas en las que se leía: “Perdone las molestias. Estamos construyendo un nuevo Egipto”.
Sólo unos pocos desarmaron las carpas que los cobijaron en la plaza durante 18 días y emprendieron el camino a casa. Muchos otros insistieron en permanecer allí, en el centro de la capital egipcia, hasta que el gobierno militar completara el traspaso hacia una democracia completa. “El Ejército está con nosotros, pero debería notar nuestras demandas. Las revoluciones por la mitad asesinan naciones enteras”, opinó Ghada Elmasalmy, una farmacéutica, a la prensa local. En dos comunicados, un grupo de manifestantes que lograron organizarse demandaron el levantamiento del Estado de Emergencia, la conformación de un gobierno de transición que prepare las condiciones necesarias para concretar elecciones y el croquis de una nueva Constitución democrática.
Hacia el final del día acordaron regresar a sus casas y reencontrarse allí un día a la semana –señal de que no es una revolución demasiado definida–. El rey puede estar muerto, pero aún no existe ningún otro que llene el espacio; sólo la regencia del Ejército. Los militares que ahora manejan el Estado no hicieron nada por afectar el eufórico ambiente. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas le solicitó al actual Gabinete que continúe en sus funciones, un recurso provisional para mantener al Estado y su economía en funcionamiento mientras se ultiman los detalles de la nueva administración. El Ejército también se hará cargo de “garantizar la transición pacífica del poder en el marco de un sistema libre y democrático que permita la elección de un gobierno civil que aplique todo su poder en la construcción de un estado libre y democrático”.
En el mensaje del Ejército también hubo, para el alivio de Tel Aviv y Washington, una promesa de que “todas las obligaciones y tratos regionales e internacionales” se mantendrían, incluida la paz firmada con Israel en 1979. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, celebró la noticia: “El tratado es una piedra angular para la paz y la estabilidad en todo Medio Oriente”. Por su parte, el presidente estadounidense Barack Obama saludó la promesa hecha por el ejército egipcio.
Menos tranquilizante fue la posición del actual comité gubernamental militar para ministros y oficiales del gobierno de Mubarak que juguetean con la idea de acceder a un pasaje de ida al exilio. Por eso, enviaron a los aeropuertos una lista de varios ex y actuales miembros del régimen que no pueden abandonar el país sin un permiso de un fiscal o del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.
El ex presidente, Hosni Mubarak, no se hallaba entre los turistas internacionales. El se quedó en Egipto, tras los muros de su palacio residencial en la playa Sharm el Sheikh, y sin una pizca de autoridad más que para ordenar a qué hora quiere desayunar. Seguramente, debe estar preguntándose si su derrocamiento es el único motivo de humillación que recayó sobre su figura. Los bancos suizos congelaron las cuentas donde supuestamente descansa su multimillonaria fortuna, y él debe estar calculando, por estos momentos, las probables chances de ser sometido a arrestos, cargos y juicio.
Detrás de las celebraciones existe aún un halo de precaución sobre hasta qué punto las Fuerzas Armadas, bajo el ala del veterano ministro de Defensa de Mubarak, Marshal Mohamed Hussein Tantawi, están preparadas para permitir la democracia, en especial cuando la opositora Hermandad Musulmana es uno de los movimientos más organizados.
“Este es el fin del comienzo”, esbozó Jon Alterman, del Centro de Estrategia y Estudios Internacionales. “Egipto no está avanzando hacia la democracia, sino que ya se movió a la ley marcial y su destino es sujeto de debate”, amplió. La Hermandad Musulmana reiteró el viernes que no estaba detrás de la búsqueda de poder y elogió los esfuerzos de los nuevos regentes militares para transferir el poder a los civiles. “La Hermandad Musulmana no persigue beneficios personales, anunciaron que no participarán de las elecciones presidenciales y que no buscarán obtener mayoría en el Parlamento, ya que en realidad se consideran sirvientes del pueblo decente”, explicó Alterman.
Mientras caía la noche en El Cairo, los tanques del Ejército y los soldados permanecieron en las calles vigilando las intersecciones estratégicas y los edificios de gobierno. Con la amenaza de una confrontación entre la fuerza y los manifestantes ya fuera de toda realidad posible, los cairotas se fotografiaron con soldados, todos sonrientes, para grabar en la memoria y en la cámara de fotos el primer día de la era post Mubarak.
En un cambio rotundo de posición, diarios, señales de televisión y estaciones de radio que hasta el viernes apoyaban al gobierno, giraron su política editorial 180 grados y felicitaron al pueblo egipcio. El diario alguna vez pro Mubarak Al-Ahram imprimió en titular de tapa: “El pueblo destituyó al régimen. La juventud egipcia forzó la salida de Mubarak. Los egipcios estuvieron celebrando hasta las primeras horas de la mañana con victoria en la primera revolución de su historia”.
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