EL MUNDO › ENDA KENNY GANO LAS ELECCIONES EN IRLANDA Y FORMARA GOBIERNO DE COALICION
Es exactamente lo que quería un electorado que pulverizó al otrora todopoderoso oficialismo: confiable, didáctico, jugador de equipo, sin carisma. La esperanza es que saque al país de la terrible crisis económica.
› Por David McKittrick *
Hace cuatro años, un periodista de radio se lo dijo en la cara con toda dureza. Enda Kenny es tan anémico, insípido y poco carismático como un plato de papas hervidas, ya frías. Kenny le contestó con su habitual suavidad: “No ando regalando carisma”. Muchos en Irlanda y en su partido coinciden, el hombre nunca tuvo carisma. Pero este viernes, a medida que se contaban los votos, quedó en claro que era el próximo Taoiseach –primer ministro– y llegaba montado en un impresionante pico electoral para su partido, Fine Gael.
Con 35 años en el Dail, el parlamento irlandés, Kenny sigue dejando dudas de que tenga lo necesario para sacar al país de la profunda crisis financiera. Sus correligionarios piensan lo mismo y lo dijeron claramente cuando trataron de sacarlo de la presidencia del partido en junio. De hecho, la mayoría le votó en contra y le dijeron en la cara que el pueblo no confiaba en él.
Pero Kenny superó el motín y parece haber convencido a suficientes votantes de que es lo que en Irlanda llaman un perro de tranco largo. Ahora tiene que enfrentar una prueba mayor, la de cambiar a un país que sufre de depresión mental y financiera.
Los votos y el ánimo de los irlandeses hacen que tenga que formar un gobierno de coalición con los laboristas, con Eamon Gilmore de vicepremier. En campaña fueron rivales pero ahora, muy a la irlandesa, se dedican a la negociación previa que suele durar varias semanas.
El nuevo gobierno no podrá evitar que tome años resolver la economía. Y no podrá evitar el espectáculo de las despedidas dolorosas en los aeropuertos en los que padres y madres se despiden de hijos que emigran. Esta tristeza va con la vergüenza de que la Irlanda moderna tampoco pueda manejar sus propios asuntos. Por un tiempo envidiada e imitada, Irlanda ahora despierta simpatía y hasta pena. Para peor, la tradicional inmigración de clase baja se expande ahora a los jóvenes formados y educados, en una fuga de cerebros que será difícil de curar.
Según Martin Murphy, presidente de Hewlett-Packard de Irlanda, “invertimos cientos de millones de euros educando a estos estudiantes, y ahora se están mudando de a miles a Australia, Nueva Zelanda y Canadá”. Una señora cuyo hijo acaba de irse a Sydney lo explicó de modo más personal: “Es la pesadilla de cada madre”. Es otra diáspora irlandesa, un voto en contra del viejo país, un acto desesperado.
La recesión internacional ayudó a quebrar la economía, pero era obvio que los irlandeses culpan primariamente a Fianna Fail, el partido dominante por varias décadas. Una vez fue el coloso de la política local, pero este viernes fue reducido a un patético muñón sin poderes, con prominentes figuras perdiendo por goleada. Un ex ministro, Conor Lenihan, definió la derrota como “una avalancha” cuando quedó en claro que los primeros diez puestos eran de la oposición. El todopoderoso partido parece resignado a quedarse con un bloque de apenas 25 parlamentarios.
El Fianna Fail no despierta demasiada simpatía en la derrota, con encuestas que muestran que más del ochenta por ciento de los votantes los consideran culpables del desastre ocasionado por la salvaje burbuja inmobiliaria. El relato es simple: el partido ayudó a sus amigos –constructoras, banqueros, especuladores– a ganar fortunas, no reguló los bancos, los bancos quebraron y el país también.
Europa está de acuerdo, diciendo que los problemas de Irlanda “fueron creados por la conducta financieramente irresponsable de ciertas instituciones y por la falta de controles en el mercado irlandés”. Muchos en Irlanda demandan ardientemente que los banqueros vayan presos.
Hasta hace poco, Fianna Fail tenía fama de ser inteligente en lo financiero, o al menos astuto. Se lo veía como el partido que sabía tomar atajos, con sus figuras principales llenándose los bolsillos, pero capaz de mantener las finanzas nacionales en orden. Hoy, sus ex primeros ministros Bertie Ahern y Brian Cowen están en desgracia y varias figuras de primer orden se retiraron de escena.
Hace pocas semanas, el gruñón Cowen fue reemplazado por el más presentable Micheal Martin, pero no hubo caso. Las encuestas mostraban una ecuación muy simple: los irlandeses votarían a cualquiera menos a Fianna Fail. Su electorado se dispersó hacia Fine Gael, el laborismo, los independientes y el Sinn Fein, y su intención de voto colapsó del 41 al 14 por ciento.
Los nacionalistas del Sinn Fein ganaron votos y seguramente van a superar su tope de cinco asientos en el Dail, pero siguen siendo marginales. Ganaron apoyo entre los marginados, los jóvenes desempleados, de los que hay muchos hoy en día. Su dura posición sobre la crisis –“quemen la deuda”– y su pasado guerrillero republicano los hacen tan antiestablishment que los partidos principales ni piensan en incluirlos en una coalición. Pero el pequeño Sinn Fein puede ser un fuerte partido de oposición y con Gerry Adams ganando su banca puede tener un real impacto en el Dail.
La prioridad para el nuevo gobierno es cumplir el mayor deseo del electorado, que la economía deje de estar en picada. No se trata de un amanecer distinto, sino del comienzo de una dura tarea. Como dijo Michael Noonan, candidato a ministro de finanzas, “va a ser terrible”.
Noonan es uno de los varios candidatos que rodearon a Kenny, un hombre que no tendrá carisma pero tampoco se porta como una estrella de cine y comparte el escenario. Esta manera de mostrarse, cómodo en un equipo, fue un argumento importante ante los votantes. Un boca de urna de la televisión nacional mostró que apenas un siete por ciento había votado a Fine Gael por Kenny, una tajante demostración de que habían votado al “equipo”. El partido también se ocupó de repetir que no tenían recetas mágicas ni rápida, y de avisar que vienen años de sacrificio.
Con esto reforzó su imagen, muy establecida, de ser el partido centrista, moderado, responsable y honesto. Justamente lo que los votantes querían después de la tormenta. Kenny tiene ahora la rara tarea de mostrarse como presidente de un directorio que pueda sacar al país del pozo, hacer crecer la economía y eventualmente convencer a los jóvenes de que dejen Boston y Brisbane para volver a casa.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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