Vie 07.02.2003

EL MUNDO

Abriendo un segundo frente en la península coreana

Corea del Norte amenazó con la “guerra total” si EE.UU. la ataca, y Donald Rumsfeld desplegó un portaaviones y bombarderos.

Por Jonathan Watts y Julian Borger *
Desde Pyongyang y Washington

El ensayo general para el apocalipsis comienza a las 10 de la mañana en punto en la plaza Kim il-sung con un aterrador sonido de sirenas. Mientras una cacofonía de advertencias por altoparlante avisa de un ataque enemigo haciendo eco a los murales de guerra revolucionarios, los ciudadanos de Pyongyang huyen en busca de asilo. Mujeres abrumadas y trabajadores cubiertos de ropa entran a correr mientras cruzan la amplia plaza, por callejones turbios, rumbo a las entrañas de la tierra. Una vez que los ciudadanos son apiñados en una plataforma de subterráneo a más de 100 metros bajo la tierra, las advertencias son reemplazadas por acordes de música marcial que les informan de la última victoria de la patria.
Esto se ha convertido en una rutina diaria en Corea del Norte, junto con los apagones nocturnos que hunden a esta ciudad de millones en una oscuridad fantasmal a través de la cual hasta los tranvías circulan sin luces. Mientras el mundo tiene sus ojos en la firme marcha a la guerra contra Irak, el pueblo de Pyongyang también se está preparando para el conflicto. La tensión ha sido un hecho de todos los días en este país, el más militarizado del planeta, con un ejército de 1,1 millones de soldados y vastos arsenales de destrucción masiva. Pero llegó a un nuevo pico ayer cuanto el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, etiquetó al norte como un “régimen terrorista”, provocando aquí temores de que este país sea el próximo después de Irak en la guerra de Washington contra el terror. Los informes dicen que el portaaviones estadounidense “Kittyhawk” zarpó en “posición de ataque” desde la Costa Este del país. Washington ha puesto dos docenas de bombarderos en alerta para desplazarse a la región.
El Norte recomenzó en pleno las operaciones esta semana en la planta nuclear de Yongbyon, que está en el centro de la crisis. Washington cree que la planta del reactor de cinco megawatts está siendo usada para producir plutonio para cabezas de misiles, una convicción que ha crecido desde que el norte expulsó a los inspectores internacionales y se retiró de un tratado global para detener la expansión de armas nucleares. La planta funcionó por última vez durante la confrontación de 1994, cuando el Pentágono hizo planes para un ataque quirúrgico contra el reactor. Pyongyang advirtió ayer que un ataque sobre Yongbyon desataría una “guerra total”, la última de una larga sarta de amenazas hechas por una pequeña y empobrecida nación cuyo pueblo aparentemente declara que preferiría suicidarse antes que rendirse a la superpotencia mundial. “Los agresores Estados Unidos nunca reducirán el espíritu de nuestro país. Estamos listos para sacrificarnos por nuestro gran líder Kim Jong-il”, dice Kim Mi-yong, un trabajador en el Museo de Guerra de la Liberación Victoriosa de la Patria.
La misma frase es escuchada una y otra vez, aunque en un país con controles tan estrictos de los medios es difícil estar seguro de que todos piensan de la misma manera. No se puede hallar a nadie dispuesto a hablar salvo aquellos presentados por los guardianes del gobierno. Una mentalidad de bloqueo sin duda es útil para los líderes de Corea del Norte, que de otro modo tendrían que contestar preguntas difíciles sobre la destrozada economía del país. Bajo la política de “lo militar primero” de Kim Jongil, todo está subordinado a la defensa nacional. La ciudad está llena de carteles militares y cada mañana sus residentes se despiertan con el sonido de música marcial. A los niños de escuela primaria se les enseñan cantos marciales, como “El tanquecito está en marcha”.
El corte norteamericano de envíos de petróleo pesado y la caída de la ayuda en alimentos internacionales han confirmado la imagen de Corea del Norte de sí misma como una fortaleza forzada al hambre para su sujeción. Este es uno de los inviernos más fríos en los últimos tiempos, con el río Taedong congelándose en medio de temperaturas tan bajas como 21 grados centígrados bajo cero. La falta de electricidad es notoria en las clases escolares, donde los estudiantes usan sobretodos y guantes; en edificios de departamentos, donde no funcionan los ascensores, y en museos y universidades pobremente iluminados. Las raciones de comida han sido recortadas, y los pedidos de donaciones por la ONU han sido desoídas en Washington y Tokio.
El régimen estalinista podría haber gatillado la crisis para forzar concesiones de Washington. No hizo ningún esfuerzo en disimular los camiones que se estacionaban en el área del depósito nuclear de Yongbyon, detectados por satélites. Y ayer Rumsfeld advirtió a Pyongyang que está vigilante. “Como el mundo piensa que Estados Unidos está enfocado hacia los problemas con Irak, en concebible que alguien cometa un error y crea que es una oportunidad para emprender una acción que de otra manera se hubiera evitado”, dijo, confirmando que estaba poniendo a bombarderos B-1 y B-2 en alerta para desplazarlos al Pacífico.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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