NOTA DE TAPA
› Por José Pablo Feinmann
Jose Pablo Feinmann ventila la relación entre el cine y el calor
Un año después de lo anunciado y rodeado de escándalos que van de las anecdóticas peleas entre el director y Leonardo DiCaprio a los cimbronazos empresariales que hablan de un enfrentamiento con el productor y una versión paralela de más de 3 horas, Martin Scorsese estrena Pandillas de Nueva York. La producción es impecable. La actuación de Daniel Day Lewis es soberbia. La rigurosidad histórica con que disecciona el nacimiento de Nueva York es indiscutible. La película parece ser el reverso perfecto de La edad de la inocencia. Entonces, ¿cuál es el problema?
› Por Juan Forn
Su nombre fue, durante años, una contraseña entre iniciados en el mundo del dibujo. Pero el tiempo fue trayendo a estas costas cada vez más información sobre aquel argentino que había partido rumbo a Europa en 1969: que era un dibujante extraordinario, que sus animaciones no paraban de cosechar éxitos, que había hecho un libro sobre Rembrandt, que animaba canciones de Linda McCartney, que dibujaba textos de Beckett y Jonathan Swift, que había ganado una Palma de Oro en Cannes, que planeaba un Amarcord porteño... Ahora, desde el 31 de enero y hasta el 2 de marzo, la muestra Treinta años de dibujos irresponsables, en el Palais de Glace, permite finalmente asomarse a la gigantesca obra de Oscar Grillo.
John Wayne como cazador, Ava Gardner como la dama y Tyrone Power en el papel del canalla. Filmada en el Mato Grosso. Encargada por Darryl F. Zanuck en persona para la Fox. Y dirigida por Sam Fuller. Nada podía fallar, pero falló: el precio de los seguros para meter a esas tres estrellas en el Amazonas era demasiado alto. Cuarenta años después, el finlandés Mika Kaurismäki rescató los fragmentos de aquella filmación trunca, juntó a Fuller con Jim Jarmusch y concibió Tigrero: el film que nunca existió, un peculiar homenaje a dos especies en extinción: los indios y el cine.
La estrenaron primero en Viena y ahora
se la puede conseguir en Buenos Aires:
La última noche de la humanidad es la nueva obra del siempre inquietante grupo El Periférico de Objetos. A la aceitada máquina escenográfica a la que nos tienen acostumbrados, agregan esta vez los textos
y la figura del ácido Karl Kraus, un pensador que osciló entre el apocalipsis y la decadencia, ahora aquí, a la vuelta de la esquina.
Entrevistas. En medio de los vientos de guerra que soplan desde la Casa Blanca, Sean Penn publicó en el Washington Post una carta abierta a Bush Jr. abogando por un poco de sensatez. Acto seguido, se subió a un avión y partió rumbo a Irak para conocer de primera mano la realidad que los norteamericanos sólo conocen por los medios. De vuelta de Bagdad, decidió volver a la carga enfrentando a Larry King en CNN. La entrevista, reproducida a continuación, es una lúcida explicación de los argumentos esgrimidos por el creciente número de norteamericanos que se opone a las cruzadas de la familia Bush.
› Por Rodrigo Fresán
Lou Reed no tiene límites: lanzado ya desde hace tiempo en uno de los viajes más egomaníacos que haya padecido un músico de rock, esta vez decidió revisar el material de POEtry (el musical que creó junto al director de teatro avant-garde Robert Wilson el año pasado), encerrarse con las Obras completas de Edgar Allan Poe y poner no uno sino dos huevos: El cuervo, un disco doble en el que el viejo Lou se da todos los gustos: graba con medio mundo, reescribe al mismísimo Poe y construye una agotadora aplanadora sonora de música, canciones, diálogos, monólogos y lo que venga. Rodrigo Fresán, por supuesto, pone el graznido en el cielo.
Pocos eventos históricos han dejado una huella tan profunda en la poesía inglesa como la Primera Guerra Mundial. Formados en la hidalguía, el honor, el sacrificio y el deber, bajo una concepción de la guerra ya extinguida, los 12 soldados poetas (la mayoría de los cuales murió en el frente), sin embargo, apenas han trascendido las fronteras del idioma inglés.
› Por Diego Fischerman
Cada tanto, alguien consigue modificar para siempre la música, hasta tal punto que influye sobre músicos que no nacen sino siglos después y que nunca lo escuchan nombrar. Sobre esas personas y esos momentos versará esta flamante sección. El debut: la Misa de Nôtre-Dame, la obra de Guillaume de Machaut que marca la irrupción de la polifonía y de la idea de complejidad, a la vez que despliega una riqueza rítmica que desaparecería durante seis siglos, hasta Stravinsky y el jazz.
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