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› COLOMBIA EN EL CENTRO DE UN VIAJE DE BUSH A LA REGION EN MARZO
George W. visitará su patio trasero
Después de que el director de la CIA, George Tenet, declarara a Colombia, Venezuela y la Argentina como principales focos de preocupación regional, ayer se anunció para el 23 de marzo una visita de George W. Bush cuyo eje es el primero de esos países.
Por C. U.
Estados Unidos empieza a mirar al sur y –casi por primera vez desde que asumió la administración Bush, hace poco más de un año– lo que mira no se detiene en México. El 23 de marzo, George W. Bush estará en Lima para una cumbre andina en que participarán los presidentes de Bolivia. Colombia, Ecuador y Perú; los temas –entre los que no podían faltar generalidades como la “democracia hemisférica”, el “libre comercio” y el “imperio de la ley”– incluyen la “lucha contra el tráfico de drogas” y contra el “terrorismo”, según coincidieron en anunciar ayer el vocero presidencial Ari Fleisher y el presidente peruano Alejandro Toledo. El capítulo de drogas y guerrillas es el más importante: Colombia es el mayor foco de producción regional de ambas, Ecuador y Perú son fronterizos, Bolivia está siendo desestabilizada por los cortes de ruta de los campesinos indígenas cultivadores de coca y la administración Bush ha anunciado su intención de convertir el Plan Colombia de lucha contra el narcotráfico en una operación antiguerrilla. Tan significativa como estas presencias es el país que estará ausente: Venezuela, que también es limítrofe con Colombia, pero que apuesta más a sus contactos con las FARC que al gobierno de Bogotá.
La preocupación por Colombia está claramente en aumento, y no sólo por la ilusoria metamorfosis del Plan Colombia, de su púdica versión anterior “antinarcóticos” a su abierta significación antiguerrilla de ahora. En realidad, esa diferencia nunca existió: el núcleo militar del plan era la fumigación de los cultivos de coca –de cuya venta, además de los secuestros extorsivos, se financian las guerrillas– en el sur del país -donde se encuentran los 42.000 kilómetros cuadrados de “zona desmilitarizada” que ocupan desde hace tres años las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia–. Atacar la fuente de financiamiento de las FARC y atacar a las FARC es la misma cosa, como las guerrillas lo entendieron en los hechos al derribar un helicóptero civil norteamericano que monitoreaba las fumigaciones en enero; ya el año pasado los norteamericanos habían quedado bajo fuego en un intento de rescate y en este sentido es posible decir que Estados Unidos ya se encuentra en guerra en Colombia, si bien su participación es, hasta el momento, indirecta: a través de los Boinas Verdes que están entrenando al ejército, de la ayuda militar y de la contratación de auxiliares civiles. La única diferencia que viene con el vuelco podría calificarse como cambio de carátula, y se debe a un problema interno estadounidense: como Washington ha decidido ahora proteger al principal oleoducto del país de los ataques guerrilleros, ya no puede argumentar ante su propio Congreso que se trata de una pura operación antinarcóticos.
Es que la palabra “terrorismo” tiene un significado enteramente nuevo para Estados Unidos después de los ataques del 11 de setiembre y el Departamento de Estado, de Colin Powell para abajo, no se han cansado en estos días de hablar del “narcoterrorismo” colombiano. Sugestivamente, el testimonio de anteayer de George Tenet, director de la CIA, identificó tres núcleos problemáticos en América latina: Colombia, Venezuela y Argentina. Y ayer, en una entrevista con el diario colombiano El Tiempo, Otto Reich, secretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, declaró su preocupación por un derrame del conflicto interno colombiano. “Cuando hay grupos armados como los hay en Colombia y cuando las fronteras son tan abiertas, siempre existe el peligro de que pueda correr la violencia de un lado a otro; creo que puede haber preocupación de que la violencia de aquí no se pueda contener”, dijo Reich, un veterano de las guerras centroamericanas de los años 80, que algo del tema sabe. Algo misteriosamente, el funcionario enfatizó que la Casa Blanca está impulsando programas “no sólo para contener la violencia colombiana sino también para eliminarla” pero señaló que Estados Unidos no planea enviar asu tropas a Colombia, tal como lo hizo para desvertebrar a la red Al-Qaida de Afganistán.
El misterio puede aclararse rápidamente. En mayo hay elecciones presidenciales en Colombia, y las encuestas dan una ventaja de 10 puntos al candidato antiguerrilla Alvaro Uribe Vélez. De triunfar, Uribe liquidaría el diálogo con las guerrillas y convocaría una fuerza de intervención internacional para doblegarlas, en el entendimiento de que el ejército colombiano en solitario es impotente para hacerlo, por más ayuda norteamericana que reciba. La operación se completa con los 8000 paramilitares y de este modo las FARC sí pueden ser derrotadas, sobre todo en el clima de descrédito popular que han sufrido por la violencia incesante. Pero la intervención internacional es necesaria para el programa de Uribe, y en este sentido no es difícil imaginar de dónde pueden salir los soldados.
Lo que distingue a los países que fueron invitados a la cumbre “andina” de Lima es que sus gobiernos son todos incondicionales de Estados Unidos. Es improbable que las grandes decisiones se tomen en esa reunión, que será más que nada un espectáculo destinado a enviar una señal política clara dentro y fuera de Colombia. Ya que el panorama regional es inquietante para EE.UU.: Argentina está en plena deriva, Brasil parece decidido a elegir a Lula en las elecciones de septiembre y en Venezuela –tercer proveedor de petróleo– Washington no sabe si es peor Chávez o la anarquía que vendría sin él.
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