EL MUNDO
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Argentina y la CIA
› Por Claudio Uriarte
Que la CIA se preocupe por la Argentina es una buena noticia para la Argentina, pero no lo suficientemente fuerte como para que pueda desequilibrar en nuestro favor una interna donde la política exterior está dominada por el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, y la financiera por el secretario del Tesoro Paul O’Neill. Siempre que se habla del “gobierno norteamericano”, hay que entender que no se trata de una formación monolítica sino de agencias dispares que a menudo combaten fuertemente entre sí. Dentro de este contexto, es claro que de O’Neill no se puede esperar absolutamente nada. Rumsfeld no tiene ninguna posición sobre la Argentina porque cae fuera de su área de competencia, que es la militar. Pero la preocupación manifestada el miércoles por George Tenet puede ayudar a cambiar un poco estas cosas, ya que el director de la CIA habló de la Argentina después de mencionar a Colombia y Venezuela, dos países que sí están bajo el escrutinio de todos. Muy correctamente, Tenet ve problemas para toda América Latina en este triángulo (aunque no llegó a demominarlo como un “eje del mal”).
El eje de la cuestión es éste: Argentina sólo puede esperar ayuda de esta administración si se convierte en un gran problema. De hecho, el Tesoro norteamericano, mientras niega la trascendencia económica regional del default argentino, se esperanza todo lo que puede con montar en torno suyo un cordón sanitario. Si el contagio es político, mejor todavía: EE.UU. anticipa que Lula va a ganar las elecciones brasileñas de septiembre y en ese caso el único aliado fuerte que le va a quedar en América del Sur será Colombia, un país que para ese entonces, y sobre todo si el candidato derechista Alvaro Uribe consolida su ventaja en las encuestas y gana las elecciones de mayo, estará envuelto en las llamas de la guerra total.
Aquí entramos en pleno territorio del Departamento de Estado. Colin Powell, el responsable del área, ha sido sistemáticamente derrotado en todas las internas por el jefe del Pentágono, pero la posibilidad de una precipitación revolucionaria en América del Sur debería darle cierto margen de maniobra. En esta dirección trabaja la advertencia de Tenet. El resto de los actores está en segundo plano: Condoleeza Rice, la asesora de Seguridad Nacional, se ha limitado a expresar hasta ahora el promedio de las políticas de quien gane, y Dick Cheney está arrinconado por el escándalo Enron. Sólo Bush puede cambiar las cosas, pero no lo hará sin un grandísimo susto.
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