Dom 16.02.2003

EL MUNDO  › NO A LA GUERRA
LAS MARCHAS POR LA PAZ FUERON MAYORES EN LOS PAISES QUE APOYAN A WASHINGTON

Una lucha en la boca del lobo

Gran Bretaña, Italia y España, los países cuyos gobiernos se han encolumnado más disciplinadamente con la guerra estadounidense a Irak, se convirtieron ayer en los principales focos de revuelta popular callejera antibélica, con millones de personas movilizadas en las principales ciudades. En Francia (ver pág. 4) marcharon entre 200.000 y 300.000 personas. Y en Buenos Aires, 10.000. En estas páginas, la crónica de un día de lucha mundial por la paz.

Página/12, en Gran Bretaña
Por Marcelo Justo, Desde Londres

Cuestión de perspectiva. Dos millones de personas, según los organizadores. 750.000, según la policía. Más de un millón, de acuerdo a los medios. En una cosa coincidían todos: la manifestación más multitudinaria de la historia británica. En palabras de un veterano de las marchas por la paz de la época de la Guerra Fría de pelo blanco y gafas felices: “Ni en la época de Vietnam vi algo semejante”. Como botón de muestra de estas dimensiones, la gigantesca cadena humana tardó cinco horas en cruzar el centro de Londres, atravesando desde el sur de la capital la zona de Victoria, el Parlamento y la Plaza de Trafalgar, y desde el norte el famoso Bloomsbury de Virginia Woolf y los teatros de Shaftesbury Avenue, para confluir en Piccadilly Circus, desde donde avanzaron hacia el lugar central del acto, el majestuoso Hyde Park.
La manifestación organizada por Stop the War Coalition, The Campaign for Nuclear Disarmament y la Asociación Musulmana de Gran Bretaña convocó a columnas de unos 250 puntos del país. Manifestantes de todas las edades y portes, jóvenes y ancianos, familias y grupos de adolescentes, musulmanes y cristianos, de centros rurales y grandes ciudades, desafiaron el duro invierno británico para enviar al mundo un mensaje repetido una y otra vez: “No War” (no a la guerra). “Esto es para Tony Blair”, decía un tipo de barba de unos 35 años encolumnado detrás de unas pancartas del “Stop the War Coalition”. “Y para Bush”, añadía una joven rubia, con pinta de estudiante universitaria, que tenía un cartel con una caricatura del mandatario estadounidense.
Difícil decidir cuál de los dos líderes, Bush o Blair, provocaba más animosidad. El de barba era uno de los que votó con esperanza al “Nuevo Laborismo” en 1997 y que volvió a dar su voto a Blair, con pragmática resignación, en el 2001. “Nunca más”, decía ayer. Otros reservaban sus dardos más venenosos para Bush, a quien acusaban de “ignorante” o “patotero” (bully). Un hombre de rasgos y acento extranjeros explicaba su posición a una británica canosa elegantemente vestida. “Saddam Hussein es un tirano abominable y hay que sacarlo del poder. Pero no así. No de este modo.” En la Plaza de Trafalgar, tres iraquíes disidentes mostraban una bandera que pedía que se enjuiciara a Saddam por asesinato y terrorismo. Un indio los increpó con vehemencia. “Así van a matar a miles de iraquíes”, les dijo. Uno de los iraquíes le respondió: “Saddam mató a mi hermano y a dos primos míos. Hay que deshacerse de él. Como sea”. Otro se acercó a Página/12 y dijo “God Bless Bush and America” (“Que Dios bendiga a Bush y EE.UU.”). Fue el único elogio al mandatario estadounidense que recogió este cronista en toda la manifestación.
Las pancartas eran tan variadas como los manifestantes. Había alusiones a las presuntas raíces petroleras del conflicto como “How many lives per gallon” (“Cuántas vidas por galón”) o “Axis of oil” (“eje del petróleo”) en referencia al famoso “eje del mal” de Bush. Había pancartas de neto corte pacifista como “Make peace not war”, con resonancias hippies como “Make love not war” o de indiscutible sabor inglés como “Make tea, not war”. Otra más compleja vinculaba la guerra, el terrorismo y la riqueza en una fórmula común: “War is the terrorism of the rich” (“La guerra es el terrorismo de los ricos”. Una mujer que empujaba el carrito con su bebé abultado de ropa había confeccionado su propia consigna: “No to war. Yes to Patient Negotiations. Free Palestine. Secure Israel” (“No a la guerra. Sí a negociaciones pacientes. Palestina Libre. Israel segura”).
Entre las pancartas de sindicatos, ONG, partidos (laborista, liberal demócrata, socialista de los trabajadores, comunista revolucionario), no faltaron un par de banderas argentinas. Una de la Campaña de Solidaridadcon Argentina, que condenaba la guerra y llamaba a parar la represión, cancelar la deuda externa y apoyar la movilización social en Argentina. Otra bandera la portaba un muchacho que tenía puesta la camiseta del equipo de Marcelo Bielsa, acompañado de otros dos argentinos que bromeaban porque un contingente brasileño que había con ellos se había quedado retrasado en medio de una batucada.
En la tribuna de Hyde Park, donde tras cinco horas a paso de hormiga terminaron confluyendo las columnas, se encontraban entre otros el reverendo estadounidense y congresista Jesse Jackson, el ex líder del Partido Laborista Michael Foot, el ex ministro de Energía laborista Tony Benn, los autores teatrales Harold Pinter y Tariq Ali y el intendente de Londres Ken Livingstone. Los discursos tuvieron una tónica común: condena a la solución bélica, llamamiento a un mayor papel de la ONU y crítica a la duplicidad moral de Occidente. “Queremos que haya inspectores de Naciones Unidas en Irak, en Israel, en Gran Bretaña, en Estados Unidos y en todos los lugares donde se fabrican armas de destrucción masiva”, dijo Tony Benn. Algunas adhesiones al acto dan una idea del impacto que ha tenido la posibilidad de una guerra y la política pro-estadounidense de Blair. Si la presencia de la actriz británica Vanessa Redgrave, el actor estadounidense Tim Robbins y la nicaragüense Bianca Jagger no sorprenden, el apoyo a la convocatoria en representación del mundo de la moda de la famosa modelo británica Kate Moss y el diseñador Alexander Mc Queen reflejan, desde su exclusividad de jet-set, la masividad de la protesta.
Blair reaccionó con imperturbable frialdad a la manifestación. En el marco de un congreso del Partido Laborista en Glasgow, Escocia, el primer ministro redobló la apuesta y dijo con todas las letras y por primera vez lo que el ala dura y no tan dura del gobierno de Bush vienen repitiendo desde hace tiempo: que el objetivo es derrocar el gobierno de Saddam Hussein. “El mundo será un lugar mucho mejor sin Saddam”, dijo el primer ministro al congreso. Y a los manifestantes que lo acusan de tener, como lady Macbeth, “sangre en las manos” les replicó con dureza. “Desde el punto de vista moral, esta es una situación compleja. Ustedes marchan contra la guerra. Si no hay guerra, Saddam Hussein permanecerá en el poder. Si permanece en el poder seguirá oprimiendo y matando a su propia población. De modo que del mismo modo que ustedes dicen que tengo sangre en las manos, puedo decir que ustedes tienen sangre en las manos. Esta no es una situación ideal. Tenemos que elegir el mal menor.” Blair tuvo sólo una frase contemporizadora que en la definición de los pasos a seguir es quizá mucho más relevante que el debate moral. “Va a haber más tiempo para las inspecciones de armas. El Dr. Blix tiene que volver a informar a Naciones Unidas el 28 de febrero.” Irónicamente, para el primer ministro laborista el desenlace de esta situación puede significar no solo el fin de Saddam Hussein sino el de su propia carrera política.

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