Lun 17.02.2003

EL MUNDO

La OTAN (o algo así) salvó la cara

Después de una semana de empantanamiento, la OTAN concedió la ayuda a Turquía, con condicionamientos de Bélgica.

Fueron unas diez reuniones en casi una semana y varios analistas decían que era la antesala del fin de la OTAN, pero su secretario general, el británico George Robertson, pudo salvar la cara: finalmente la Alianza Atlántica alcanzó un acuerdo para emprender la planificación de medidas militares de defensa preventiva de Turquía en caso de una guerra en Irak. El pedido de Turquía había desatado la oposición de Francia, Alemania y Bélgica, hasta que ayer la cuestión quedó confinada a este último país, ya que Francia está excluida del Comité de Planeamiento de Defensa (CPD) de la OTAN, donde se llegó al acuerdo, y Alemania ya había levantado sus restricciones. Para salvar sus respectivas caras, los tres países emitieron una declaración diciendo que el acuerdo “no pone en entredicho en nada los esfuerzos en curso en la ONU” para evitar la guerra.
“Es una satisfacción para mí anunciar que hemos sido capaces de superar de forma colectiva el estancamiento de los últimos días. Estamos de acuerdo en la sustancia, en el calendario y en cómo integrar nuestra solidaridad colectiva con Turquía en un contexto más amplio”, declaró Robertson. “La opción siempre preferida por esta Alianza es la adopción de decisiones políticas por consenso, pero Francia no es miembro de la estructura militar integrada de la Alianza, tiene su propia posición y consideró que no era el momento oportuno para adoptar estas medidas, aunque nunca ha puesto en duda su solidaridad con Turquía”, explicó.
La jornada había comenzado con muchas idas y venidas de parte de los tres que resistieron durante la semana el acuerdo y del propio Robertson. Francia, que ya calculaba que cualquier decisión la iba a excluir, se mostró dispuesta a una reunión de los 19 embajadores de la OTAN para llegar a un compromiso, que consistiría en que París no participaría militarmente en un plan de ayuda a Turquía, pero se asociaría a una declaración política de solidaridad con Ankara. El secretario de la OTAN resolvió en lugar de esto convocar a una reunión del CPD. Con una Alemania que había dado signos de ceder, el problema se resumía en Bélgica.
La reunión duró menos de una hora y terminó mal, pero no tanto. Bélgica dejó en claro que sólo cedería si se incluía una serie de enmiendas: que las medidas que apruebe la OTAN sólo afecten a la protección de Turquía, que su puesta en marcha sea sometida a un examen permanente del dossier iraquí en la ONU y que la decisión mencione que las medidas no implican una operación de la Alianza contra Irak. Allí, siendo casi las 20 horas, Robertson abrió un cuarto intermedio y su equipo redactó las enmiendas.
Al rato, fuentes oficiales belgas anticiparon su satisfacción por las modificaciones y preanunciaron así el acuerdo. “Bélgica levantó sus reservas porque obtuvo satisfacción en varias de sus peticiones, sobre todo, en lo que se refiere a la referencia explícita al marco de la ONU para la solución pacífica de esta crisis”, declaró el portavoz de la Cancillería belga, Didier Seeuws. Entonces se convocó de nuevo a la reunión. Casi a la medianoche de Bruselas, la OTAN había sobrevivido, aunque no se sabe por cuánto tiempo.

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