Lun 30.05.2011

EL MUNDO  › LOS MANIFESTANTES FRANCESES SIGUEN LA OLA ESPAñOLA Y PROCLAMAN UNA “DEMOCRACIA AUTéNTICA Y JUSTA”

Llega a París la voz de los indignados

El movimiento de protesta que se inició en España se está volviendo europeo. Los que manifiestan como en la Plaza de la Bastilla lo hacen contra el desempleo, los recortes, la impunidad y la privatización de servicios públicos.

› Por Eduardo Febbro

Desde París

La juventud es eterna. Un diplomático francés de 93 años, Stéphane Hessel, ensayista y activista de un nuevo concepto, la indignación, consiguió la hazaña de levantar a la juventud española primero, a la griega después y, ahora, tímidamente pero con constancia, a la francesa. El movimiento de los “indignados” que se plasmó en España en la madrileña Puerta del Sol se inspiró en un breve pero contundente libro de Stéphane Hessel: “Indígnense”. Esa proclama prendió de inmediato en las librerías con más de dos millones de ejemplares vendidos en Francia y cuatrocientos mil en España. “El ya muy viejo hombre que soy hizo un libro de éxito inesperado”, dice Hessel con una sonrisa que se debe ampliar cada día que pasa y las plazas de Europa se llenan de jóvenes con su grito: “Indígnense”. Desde hace diez días, el movimiento de indignados que se inició en España se trasladó a París, concretamente a la Plaza de la Bastilla. Cada noche, entre doscientas y trescientas personas se instalan en la Plaza con una frase que, ayer, cubrió las veredas de este emblema de la Revolución Francesa: “París, despiértate”.

Los “indignados” franceses lanzaron ayer una convocatoria general para una “insurrección cívica, pacífica y sin partido” que reunió a cerca de tres mil personas. En su mayoría jóvenes, alegres, indignados, insatisfechos y anticapitalistas, los manifestantes siguen la ola española y proclaman una “democracia auténtica”, “justa”. Para ellos, España no es una excepción sino un modelo de lo que ocurre en toda Europa y que Etienne, un joven de 22 años, explicó así a Página/12: “El desempleo, el recorte de los presupuestos de la salud y la educación, la privatización enmascarada de los servicios públicos, la corrupción, la impunidad, la especulación financiera e inmobiliaria y los privilegios para los poderosos son también moneda corriente en Francia. Por eso estamos aquí, para empezar a construir un BASTA europeo y generalizado. Los pueblos deben detener esa política de eliminación de las sociedades”. Un cartel desplegado por un grupo de jóvenes retoma el clima general de la propuesta: “¡Revolución española, pueblos de Europa, despiértense!”. El despertar corre en las páginas del panfleto de Stéphane Hessel que la juventud retomó como cántico y consigna en los primeros días de las manifestaciones en la Puerta del Sol. Hessel no se considera a sí mismo un revolucionario, sino un hombre como todos, es decir, un indignado que ve esfumarse cada hora el espíritu de la libertad, de la fraternidad, la igualdad, los derechos humanos, la legalidad institucional, la Justicia y ese otro sentido cuya evocación parece una palabra antigua: el compromiso. En unas pocas páginas indignadas, Hessel recogió lo que la población del planeta se traga todos los días desde que sale de su casa a trabajar. El título de su libro sacó a decenas de miles de personas a la calle con un encono que ninguna ideología puede acaparar. Los parisienses de la Plaza de la Bastilla gritaban ayer: “En mayo del ’68 se decía ‘pidamos lo imposible’. En mayo de 2011 decimos ¡vamos a realizar lo imposible!”. El movimiento comienza a funcionar en Francia con la misma filosofía de autogestión que se vio durante la revuelta egipcia y la ocupación de la Plaza Tahrir. “No estamos aquí para ganar votos. Estamos para pedir que haya un mejor reparto de las riquezas, que los ladrones de corbatas DG vayan a la cárcel, que se equilibre el consumo de los recursos mundiales, que se acabe esta aniquilación de la democracia y los seres humanos en la que vivimos”, explica a este diario Laure, una estudiante de Economía.

“El mundo trabaja mucho para que un par de vivos se enriquezcan”, dice Alice, una estudiante de 23 años. La bronca parisiense no tiene los contornos decididos ni la amplitud de la española, pero persiste cada día, a pesar de la presión policial, que ayer desalojó la Plaza de la Bastilla. Pero la juventud de las ideas es eterna. Así lo prueba el impacto del libro de Stéphane Hessel, sustentado por una historia personal por encima de toda sospecha: resistente durante la Segunda Guerra Mundial contra la ocupación nazi, sobreviviente de varios campos de concentración, activo protagonista de la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. “Resistan”, “Rebélense”, “Despiértense” son los slogans que más se escuchaban ayer en la Plaza de la Bastilla. En el fondo, una banderola desplegada reza: “La democracia real, ahora”. Laure, la estudiante de Economía, se acerca y dice: “Nosotros votamos para una política, pero los gobiernos elegidos entregan nuestro voto al Fondo Monetario Internacional y a las corporaciones financieras. Eso es lo que se tiene que terminar, eso no es la democracia”.

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